domingo, 3 de febrero de 2013

La Batalla de Caseros por otros medios



Todos los días se libran batallas y batallitas de Caseros.  
Como un guión perenne al paso de los tiempos, la historia ubica sus personajes sobre el escenario y les asigna un rol.
De un lado están los que componen la fuerza que, con errores y aciertos, defiende lo nacional, lo popular y lo democrático.
Es la que sostiene y profundiza la defensa del desarrollo industrial, del consumo interno, del crecimiento y del empleo.
La que no pone límites al desarrollo libre de las fuerzas productivas en un marco de inclusión social, de cultura, de soberanía y de integración latinoamericana.   
Es la que celebra la Asamblea del Año XIII porque se reconoce en esa voluntad constructora de derechos.
La que milita en el territorio, ama y sueña en el territorio, ríe y llora en el territorio.
Del otro lado están aquellos que no dudan en su opción por lo extranjero contra lo nacional, su gusto por la comarca primaria de trigo, soja y vacas, del país para pocos, con monopolio mediático excluyente y salones espejados de la Sociedad Rural.
Son los que siguen, por derecha o por izquierda, con la agenda de Clarín y compañía. Los que en el reclamo por nuestra soberanía en Malvinas, apoyan sin pudor alguno la estrategia británica.
Los que en la disputa de Argentina contra los fondos buitres, apoyan a los buitres.
La consigna “Patria sí, colonia, no”, expresa y abrevia desde la cátedra callejera esa maldita distancia binaria entre el amor y el odio.
El 3 de febrero de 1852 el Ejército de Operaciones al mando de Urquiza, junto a tropas del Imperio brasilero y unitarios argentinos, venció en la Batalla de Caseros a la Confederación Argentina presidida por Don Juan Manuel de Rosas.
Terminaba así el país federal y soberano que soñaron San Martín y Belgrano y se iniciaba la larga historia del país centralista y dependiente proclamado desde tiempos de Bernardino Rivadavia y que se consagraría diez años después con la presidencia de Bartolomé Mitre.     
He allí parte del ADN de nuestra conformación como nación y pueblo.
La historia no se repite, dicen, pero es innegable que hay rasgos constitutivos de orden patriótico y rasgos constitutivos de orden antipatriótico que se manifiestan desde el fondo de la historia.  
Previo a Caseros, Urquiza negoció con el imperio de Brasil para aunar esfuerzos y derrocar a Rosas. Los unitarios porteños hicieron  de puente para concretar la alta traición a la patria que ya estaba en marcha.  
La excusa de Urquiza para oponerse a Rosas era la imposibilidad de comerciar directamente, como él quería, con buques extranjeros.
La bandera del “libre comercio” siempre fue una bandera de guerra.  
Planteada la batalla, nada pudo hacer Rosas ante semejante poderío.
“Ejército Grande” se llamó a la suma de los ejércitos de Urquiza, de unitarios porteños y  orientales y del Imperio brasilero.
Caído el proyecto de Rosas, empieza la constitución de un país oligarca que no tenía otro norte que sus propios intereses de clase.
Decía el ministro de Mitre, Rufino de Elizalde, ante la insistencia de varios países americanos por reconstruir el proyecto bolivariano de la Patria Grande:
“La América independiente es una entidad política que no existe ni es posible constituir por combinaciones diplomáticas. La América, conteniendo naciones independientes, con necesidades y medios de gobiernos propios, no puede nunca formar una sola entidad política”.
Luego de negar cualquier posibilidad de incordio con Europa, resalta: “…puede asegurarse que más vínculos, más interés, más armonía hay entre las repúblicas americanas con algunas naciones europeas, que entre ellas mismas”.
Cipayos también hubo siempre.
Y llegamos al punto al que queríamos llegar.  
El país federal se rompió primero desde adentro y se aniquiló luego desde afuera. El proyecto político de una América Latina fuerte y unida, corrió la misma suerte.
De allí que insistamos en seguir dando la batalla cultural que atravesamos sabiendo que hoy como ayer confrontan intereses antagónicos, más que románticas ideas sobre el impacto del aleteo de las mariposas en el calentamiento global.
Este es un año donde se define nuevamente la solidez del proyecto de país nacional, popular y democrático.
Que no es para flojos la encrucijada lo demostró Macri apaleando a vecinos en Parque Centenario, De la Sota volteando la antena de Paka-Paka y el unitarismo bonaerense cargando contra el Tesoro del país federal.
Vale repasar un fragmento del testamento político de Rosas escrito en la chacra de su destierro final:
“Las circunstancias durante los años de mi administración fueron siempre extraordinarias, y no es justo que durante ellas se me juzgue como en tiempos tranquilos y serenos. Si he podido gobernar 30 años aquel país turbulento, a cuyo frente me puse en plena anarquía y al que dejé en orden perfecto, fue porque observé invariablemente esta regla de conducta: proteger a todo trance a mis amigos, hundir por cualquier medio a mis enemigos”.
Es otro tiempo este y la defensa de la paz es inherente al proyecto de país que hoy nos gobierna.
Pero vale el esfuerzo entender, objetivamente, que los que se oponen al proyecto liderado por Cristina en este siglo XXI tienen la misma carga genética de odio y antipatriotismo de los unitarios del siglo XIX.
Además, ni el insulto de Del Sel ni la represión de Macri ni el antenazo de De la Sota son hechos aislados entre sí.
Por eso la defensa de la democracia inclusiva y participativa requiere de hombres y mujeres con convicciones patrióticas.
El falso “neutralismo”, “el pacifismo bobo”, las “buenas costumbres” del “consensualismo”, son las formas encubiertas que promocionan las filas conservadoras en la “Batalla de Caseros” que siguen librando por otros medios.
Y algunas almas inocentes caen en la trampa.   
Los conservadores llevan las de perder.
Porque Brasil ya no es un imperio sino un país hermano. 
Y porque las fuerzas nacionales y populares no están dispuestas a dejar sus convicciones en la puerta de entrada de la historia. 

Miradas al Sur, domingo 3 de febrero de 2013



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