El hombre
de la calle anota en su libreta los frentes de tormenta contra el gobierno
nacional y se conmueve, orgulloso, al repasar la lista.
No hay
enemigos internos a la vista.
Las
preocupaciones de Cristina están puestas en la amenaza cobarde y cínica del
FMI, las acechanzas de los poderosos fondos buitres que secuestraron nuestra
Fragata Libertad y que ahora amenazan con comernos los ojos; en la piratería de
la Gran Bretaña que aumenta su depredación y violencia armada en nuestras Islas
Malvinas; en los que se creen con derecho a dictarle a la Argentina soberana
qué hacer y no hacer con su política interna.
¿Qué se creen
estos cosos?
Pero hay
patrullas locales, células dormidas y despiertas que trabajan para los de
afuera contra los intereses de los argentinos.
El hombre
de la calle gira la mirada al interior del país y se encuentra con los
titulares y editoriales de Clarín, La Nación y asociados los que sin pudor
alguno gatillan sus insultos contra la presidenta a favor de los ingleses, a
favor de los fondos buitres, a favor del oscuro laberinto que impide encontrar
justicia para con los muertos y heridos en el cruel e inhumano atentado terrorista
a la sede de la AMIA.
De los que
disparan por la espalda contra la esperanza de un pueblo, se distinguen por sus
volúmenes institucionales, dos de las gobernaciones de las principales
provincias, Córdoba y Santa Fe, a la que se agrega la Ciudad de Buenos Aires,
gobernada por Mauricio Macri.
Ya se sabe.
Santa Fe
con el narco ametrallando con protección policial y judicial y Buenos Aires
metiendo balas y gases contra los vecinos que defienden el espacio público.
Y se sabe de
Córdoba.
Al disparate
del gobernador De la Sota de no querer pagar impuestos federales y voltear la
antena de la TV pública, se le suman ahora las amenazas de muerte a un testigo
en los juicios por crímenes de lesa humanidad por parte del mismísimo Jefe de
Policía de la provincia y otro hecho que enciende las alarmas de la democracia.
Transcurrió
el pasado 26 de enero con la patoteada cobarde de un control policial contra jóvenes
militantes del Movimiento Evita que regresaban del acto solidario con los
jóvenes baleados en Rosario.
“Nosotros
si queremos los hacemos desaparecer” fue la amenaza.
Esto sí que
hiela la sangre.
Es aquí
donde la democracia, con toda la fuerza de la ley, debe dictar un “¡Alto ahí!”.
Esta vez no
pasarán impunes como lo hicieron con el “Navarrazo” golpista que derrocó al gobernador
Obregón Cano y del que se dice participó el propio De la Sota.
En la
Argentina de Néstor y Cristina el respeto a los derechos humanos es nuestra ley
primera.
Es hora que
lo sepan los gobernantes.
El Argentino, lunes 4 de febrero de 2013
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