jueves, 7 de abril de 2011

El valor de la vida



Cada vez que habla la Presidenta uno tiene la sensación que la vida vale la pena, que los años de cárcel, que el destierro, que los sufrimientos pasados, valieron la pena. En lo que va del año, fueron tres los discursos vitales de la Presidenta que marcan la razón de este modelo que gobierna y alumbran el horizonte al que estamos llegando día a día. En la apertura de sesiones en el Congreso, en el estadio de Huracán y el mensaje que brindó ayer desde la ciudad de Córdoba. Ayer habló desde un federalismo en plena acción, con números de la economía nacional que se expresan en una risa más y un llanto menos, un derecho más y un sufrimiento menos, un empleo más y una angustia menos. Así de simple y profundo. Habló desde las tripas. Y desde la misma altura de ese Néstor Kirchner que no se irá jamás. Es el valor de lo colectivo, de la historia, de la democracia, dijo Cristina. Es el valor de la vida, concluimos quienes escuchamos a una mujer que no niega el dolor de tanta ausencia, pero que se sostiene en un “Nosotros” que le da su afecto y sus banderas, su afecto y sus consignas, su afecto y su constancia. La comunión se alcanza en plenitud cuando, como ayer, la nueva conquista de este modelo fue garantizar el agua para la provincia más importante de nuestro amado interior. Córdoba, la heroica, la del Cordobazo, la de la Reforma Universitaria, la de Tosco, Salamanca y Atilio López, podrá llenar sus vasijas con el agua comprometida por Néstor y cumplida por Cristina. “Es preciso vivir con verdad y memoria”, dijo la Presidenta. Y habrá pensado en Néstor bajando los cuadros de los genocidas, pero también en María, la nieta número 103 recuperada ayer por sus familiares y por las Abuelas. Allí está María con sus miedos, dudas y preguntas. Ella es el ejemplo 103 de que también vale la pena seguir buscándolos, porque aún faltan 400 hijos de desaparecidos que no fueron restituidos y hay que seguir haciendo memoria, sin callar, sin olvidar. Sin traicionar. Cuentan que no quería ahondar sobre su pasado. Prefería no leer en su ADN que era hermana de Ana que la buscaba desde que supo que su madre, Cecilia Beatriz Barral, secuestrada por la dictadura, estaba embarazada al momento de su desaparición. Finalmente aceptó la prueba y extendió voluntariamente su brazo para la extracción de sangre. Un ejemplo de humanidad. "Hoy comienza una nueva vida para María", afirmó Estela Carlotto cuando se confirmó la verdad. Es un país distinto al que vivieron sus padres. Pero es un país que honra a sus padres y a todos los que fueron como ellos. Y los honra con un pueblo y un gobierno que lo dan todo en defensa, justamente, de la vida en libertad y en igualdad.


El Argentino, jueves 7 de abril de 2011

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