jueves, 3 de marzo de 2011

Con un pan bajo el brazo



La Presidenta sigue reparando sueños, como canta Silvio en una de sus más bellas canciones.
Ayer fue el turno de San Nicolás y los trabajadores de Somisa.
El martes fue en el Congreso, anunciando frente al mismo Judas, la extensión de la Asignación Universal por Hijo a las mujeres embarazadas.
¿Nos damos cuenta de la dimensión del anuncio?
El decreto debería llamarse: La condición humana.
¿O acaso no nos hizo más libres y más justos a quienes habitamos esta bendita tierra?
Se desatan los sueños y se espantan los peores fantasmas del desamparo.
Si los opositores, con su egoísmo, criticaron por que “la Presidenta no habló de otras cosas”, habrá que darles la razón. No habló de la luna, ni del ratón Pérez, ni de Mongo Aurelio.
Habló de las madres y de sus hijos. Es decir, habló del sentido universal de la vida.
No entienden lo que está pasando.
¿O creen que la vida de los más humildes también se va “por la canaleta del juego y de la droga”, como dijo el senador Sanz?
El desamparo se achica porque se agranda la inclusión social.
Entiéndalo senador.
Y guárdense el odio, al menos un momento y escuchen:
“La cebolla es escarcha cerrada y pobre. Escarcha de tus días y de mis noches…
En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba…Una mujer morena resuelta en lunas, se derrama hilo a hilo sobre la cuna. Ríete niño que te traigo la luna cuando es preciso”.
Así escribía Miguel Hernández pensando en el hijo por venir, desde el centro del dolor de su prisión, en plena represión franquista, allá en España.
“Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios, relampaguea. Es tu risa la espada más victoriosa, vencedor de las flores y las alondras. Rival del sol. Porvenir de mis huesos y de mi amor. Desperté de ser niño: nunca despiertes. Triste llevo la boca: ríete siempre. Siempre en la cuna defendiendo la risa, pluma por pluma…Vuela niño en la doble luna del pecho: él, triste de cebolla, tú satisfecho. No te derrumbes. No sepas lo que pasa, ni lo que ocurre”.
También aquí hubo una madre que en plena dictadura, atravesó los muros para llegar hasta su hijo preso y decirle a la distancia: “Te traje un pan hecho con mis manos, pero los guardias, ay, no me lo permitieron”.
¿A quién se le ocurría andar así por el mundo y sus tormentos, si no a una madre?
Hay otras Madres que siguen de ronda por la Plaza con un pan bajo el brazo.
Y en ese pan va la vida. Y un horizonte de justicia y dignidad para todos.
Gobernar es dar trabajo. Y es cuidar la vida allí donde florezca, para poder honrarla como se merece.
¿No es lo que hace la Presidenta?


El Argentino, jueves 3 de marzo de 2011

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