"La casa se reserva el derecho de admisión”, dice el cartel de entrada. Mientras Magnetto empuña la batuta opositora, la democracia hace lo propio con los políticos de honor. La oposición se compone de un núcleo duro formado por políticos miserables y empresarios poderosos y aquellos “iluminados” que hacen de extras del poder dominante, con las viejas mañas del infantilismo. No hay más lugar para el equívoco. O compartís un almuerzo con los Kirchner. O amaneces mojado en la alcoba de Magnetto. Después de la cena con Mauricio Macri y la derecha pejotista, Héctor Magnetto, el capanga de Clarín, no hay ninguna excusa para seguir dudando. Se trata de elegir el país en el que queremos vivir. La oposición partidaria y parlamentaria del Grupo A ya eligió su lugar en el mundo. Quisieron voltear el modelo nacional, popular y progresista, atacando el uso de las reservas, proponiendo el salariazo del 82 %, asaltando las comisiones legislativas, pero quedaron empantanados. La ofensiva del verano se desvaneció con sus propios gases. Creyeron que enfrentaban a un gobierno, cuando enfrentaban un cambio de época. Por eso no entienden que la ley de medios es hija de la época, no de una gestión. En la desesperación mueven las piezas que les quedan en pie. La cena con Magnetto es una muestra de impotencia. El rey está desnudo. Sin alfiles ni caballos para defenderlo. Esos opositores vendieron su alma al diablo. Con ellos, se perdió la posibilidad de una confrontación legítima entre pares democráticos. De aquí en más, la política se remitirá al proyecto y a los candidatos del gobierno nacional. Del lado opositor, serán las corporaciones empresarias las que arbitrarán en su nombre. La política vuelve a dirimirse entre quienes navegan a mar abierto y quienes bracean en una pecera. No hay proporción. La Cumbre del Mercosur, por ejemplo, fue un mar bravío y profundo. Es la medida justa de los tiempos que corren, con el comercio hacia adentro y hacia afuera de la Patria Grande. Cristina hace política desde allí, pero le responden desde el bunker de Magnetto. Semejante desproporción antes se rompía a cañonazos a favor del bunker. Y el pueblo quedaba a la intemperie, cargando sus heridas. En cambio hoy los pueblos encuentran cauces para seguir andando. Los presidentes ya no están aislados ni fragmentados entre sí. No vacilan a la hora de decidir el futuro común de América. El Código Aduanero del Mercosur, el Instituto de los Derechos Humanos, el abanico de gobiernos y sociedad civil presidido por Alicia Kirchner para el desarrollo de las políticas sociales, son el programa político de un nuevo tiempo en América del Sur. En tanto la Unasur, encabezado por Néstor Kirchner, el “presidente de América del Sur” como lo llamó Evo, logra la reconciliación definitiva entre los pueblos. La derecha se esfuerza por concentrar sus energías para no perder capacidad de daño. Pero su fragmentación, su falta de liderazgo, de programas creíbles, su tronco dictatorial, menemista y aliancista como pesada carga, choca contra un modelo de desarrollo inclusivo y democrático que es por sobre todo eficiente a la hora de dinamizar la economía nacional, de hacer crecer el consumo interno, desarrollar su industria, construir la igualdad social. Lo que incomoda a Magnetto y Biolcati es paradójicamente, una economía que funciona, que construye, que crece con justicia social, pero que no respeta ningún patrón que no sea la voluntad popular. Las corporaciones se sienten afuera del juego de la dominación política al que jugaron siempre con políticos dóciles y se ven perdidos porque no guardan memoria de una fragmentación igual. Intentan disciplinar a una sociedad madura con fusiles de papel de diario, mientras la democracia avanza armada con computadoras y libros. No se quejan por la renta, sino por su timón. Es que en el fondo saben que la única seguridad jurídica, es la participación del pueblo. Por eso ladran.
El Argentino, 9 de agosto de 2010
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