domingo, 20 de diciembre de 2009

EL DESAFÍO DE CONSTRUIR UN NUEVO PAÍS

A fines de noviembre, durante un Seminario de Políticas Públicas, Néstor Kirchner advirtió la posibilidad de una nueva oleada de amenazas y presiones contra el gobierno nacional a partir del juicio contra los genocidas de la ESMA.
Dicho y hecho. Las interferencias al helicóptero presidencial son apenas un botón de muestra de la ofensiva restauradora.
En más de una oportunidad Kirchner habló también de la intima relación que unía los crímenes de lesa humanidad con el proceso de concentración de la riqueza y el vaciamiento de la idea de nación.
Cierra todo.
La inquina antioficial, ya patológica, de Clarín, La Nación y sus versiones radiales y televisivas, no hacen más que certificar estas maniobras
La derecha ataca por todos los flancos, de diestra a siniestra.
A las estratagemas ejecutadas desde el inicio del mandato presidencial de Cristina Fernández, sumó ahora el encuentro de Arturo Valenzuela, funcionario imperial de nuevo cuño, con el vicepresidente Cobos, uno de los jefes opositores “en la clandestinidad”.
La viscosidad y gravedad institucional de esta operación política constituye un dato mucho más grave que las manifestaciones del funcionario luego de reunirse con empresarios, en su reciente visita a Buenos Aires.
Si se comparan las declaraciones contra nuestro país realizadas por Valenzuela con las que en 1996 y hasta el 2002 inclusive, realizaban funcionarios norteamericanos y directivos del FMI y el Banco Mundial, podríamos concluir que el enviado de Obama apenas esbozó el libreto que por aquellos años formaba parte del paisaje natural de la Argentina.
El menemismo primero y la breve Alianza después, contaron con voceros que respondían gentil y dócilmente al mandato que imponían esos poderes del hemisferio norte.
Menem y De la Rúa y ambos con Cavallo, verbalizaban sin vergüenza alguna la necesidad de acatar las "recomendaciones" que aplaudían la convertibilidad, exigían bajar el déficit fiscal, ajustar el gasto público, imponer impuestazos a trocha y mocha contra la población, y otras "cirugías sin anestesia" como decían con impúdica crueldad.
¿Qué pasa entonces para que hoy se produzca esta reacción dispar ante las afirmaciones, entrometidas, sobre la presunta “falta de seguridad jurídica para la inversión”?
Pasa que el país cambió.
Hay un cambio de cultura y de época quizás todavía imperceptible, pero que se manifiesta con toda contundencia en la postura firme del gobierno nacional rechazando aquella frustrada bajada de línea.
Cuando el ex presidente Kirchner cortó la atadura condicionante del país con el FMI y presidió la Cumbre de Mar del Plata que le dijo "No al ALCA", estaba sentando las bases de una conducta soberana que le devolvía la dignidad a este pueblo.
La política de afianzar los lazos de amistad y cooperación con los países de la región, fueron desde ese momento en igual sentido.
Se equivocan los escribas de los monopolios cuando analizan estos hechos como disociados entre sí. Argentina se siente América latina y desde esta pertenencia quiere tener muy buenas relaciones con todos los países del mundo, pero a condición del mutuo respeto.
Es francamente vergonzosa la persistente actitud de servidumbre que expresaron algunos dirigentes que, como Cobos, Macri, Biolcatti y las plumas editoriales del poder mediático, salieron a brindar su solidaridad al visitante entrometido antes que cerrar filas al lado de la Presidenta de la Nación.
En la semana que pasó hubo otros hechos que también demuestran que el país es otro, con otras condiciones objetivas y subjetivas.
Que el otrora poderoso pejotismo duhaldista ofrezca a Duhalde como candidato presidencial sin que nadie se lo pida, está indicando la orfandad final de una derecha que se quedó sin recambios.
La implosión del proyecto de Macri y Reutemann dejó a este sector sin juego político.
Que una parte de la progresía sostenga el mismo discurso opositor de la derecha, condenando al Gobierno por utilizar “los recursos del Estado para garantizar la Asignación Universal por Hijo”, habla también de una decadencia del pensamiento y la acción de estas franjas opositoras.
El modelo gobernante es intransigente con el principio de recuperar el valor del trabajo, desterrando el concepto clientelista de los planes de subsidio sin prestación alguna.
Si bien es cierto que toda literatura política empieza a envejecer con su publicación, no es menos verdad que algunos principios se mantienen perennes al paso del tiempo.
Uno de ellos es que la militancia del campo popular empujará siempre hacia el avance en los niveles de conciencia de los trabajadores. Y nunca por su contrario.
Los hechos y algunas declaraciones macartistas y sectarias de una oposición a contramano y a destiempo, parecen darle la razón a los escribas de los monopolios. Terminan siendo funcionales a la derecha, al prestarse a ser parte del cuadro escénico montado desde los poderes más concentrados.
Si la derecha reivindica a los años noventa, esa progresía corre a ofrecerse como la oposición en los noventa. Pero estamos en el 2009 y no advierten que el eje de rotación política ha cambiado.
Un liberal, Santiago Kovadloff, tira flores a esa “centroizquierda” invitándola a entender que los acuerdos fundamentales deberían lograrlos con el centro derecho y no con el partido gobernante, en un Bicentenario que “encontrará al país embarcado en una disputa sustancial entre el pasado y el porvenir”
La derecha es el pasado.
Este presente de medidas transformadoras, augura un porvenir más justo e inclusivo. Cuando Perón escuchó las condiciones que pretendía imponer Braden para no seguir atacándolo por la prensa local e internacional, esbozó una sonrisa y le respondió: “¿Sabe cómo llamamos en la Argentina a los que se someten a los poderosos como usted?” Y sin esperar una respuesta, Perón agregó: “Hijos de puta”.
El Valenzuela de entonces se levantó y se fue intempestivamente, olvidándose el sombrerito con que cubría su testa rosa.



Jorge Giles. Miradas al Sur. 20.12.09

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