jueves, 6 de agosto de 2009

ORACIÓN POR UN PAÍS MÁS JUSTO


Un día, hace tiempo, Juan Gelman labró sobre un papel un bello y profundo poema al que llamó “Oración de un desocupado”.
“Padre, desde los cielos bájate, he olvidado las oraciones que me enseñó la abuela, pobrecita, ella reposa ahora…no tiene que velar la noche, pena y pena, rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente…te digo que no entiendo Padre, bájate. Tócame el alma, mírame el corazón…” Decía Juan.
Era el poeta en el asomo del país de las tristezas y las desesperanzas. Donde vivir y morir de pobre, empezaba a ser la insolente naturaleza de las injusticias.
De esos dolores estamos formados.
Sin cunas de oro ni opulencias misericordiosas. Y así como se agradece respetuosamente cada consejo, hay que recordar que hace apenas seis años la pobreza llegaba al 60 % de la población, la indigencia al 27 % y la desocupación al 28 %.
De allí venimos. De ese calvario social que fue el adelanto del paisaje dramático por el que hoy transita el mundo.
Cacerolazos, piquetes de pobres y excluidos en las calles y las rutas, descreimiento, eran las consecuencias de un sistema neoliberal fatigado pero con la voracidad intacta. Siempre contra los pobres. Corolario de una etapa de demolición social que venía de mucho antes.
Las puertas del Estado cerraron violentamente para el pueblo desde el golpe cívico-militar de Videla, Massera, Martínez de Hoz y compañía. Y esas mismas puertas se abrieron de par en par para los sectores del poder económico que siempre pugnaron por un país agro-ganadero exportador, sin industria nacional, sin consumo masivo, sin inclusión social, sin clase trabajadora, sin mercado interno.
Para poder hacerlo causaron la mayor tragedia contemporánea, con su secuela de muertos y desaparecidos, exiliados y encarcelados.
Y por sobre todo, de aumento brutal de la desocupación y la pobreza.
El país inclusivo, el de una clase media vigorosa, con trabajadores dignos, fue bombardeado tantas veces como quisieron los dictadores.
La democracia del ajuste, culminó tiempo después, la triste faena iniciada con el genocidio.
Se explica así que al comienzo del modelo neoliberal, los pobres no superaban el 5 % del total de la población. Pero en 1980, ya trepaba al 8,7 %.
En 1985, en el primer gobierno de la democracia, subió al 18, 4 %.
En 1991, con el menemismo gobernando, trepó al 21,5 % y siguió creciendo en 1995 al 24,8 % y en el 2000 al 28,9 %
Y la destrucción siguió su inexorable marcha hasta el estallido final en el 2001 y el 2002.
Partiendo de aquel 60 % del índice de pobreza en el 2003, el Presidente Néstor Kirchner embistió frontalmente contra el modelo neoliberal, bajando en el segundo semestre de ese primer año de su gobierno al 47, 8 %.
La tendencia fue desde entonces hacia la baja de la pobreza.
El año 2004 culminó con un índice del 40,2 y el 2005 con el 33,8 %; en el 2006 cayó al 26,9; en el 2007 al 20,6 y en el registro del segundo semestre del 2008 cayó al 15,3 %.
En el mismo lapso, 2003 al 2008, la indigencia fue a su vez desde el 27,7 % inicial al 4,4 % a fines del 2008.
Respecto a la desocupación, este proyecto político arrancó desde una tasa de 22 % para caer al 7,3 % en el último trimestre del 2008.
Este breve repaso de datos objetivos se corresponde con el mayor crecimiento de la economía, en toda su historia moderna.
Allí está el fundamento de la esperanza en los sectores más humildes. Y de eso que llaman autoridad moral.
Es un modelo de país el que debate su suerte.
Por que “ningún viento es favorable si no sabes hacia donde vas”, según el proverbio.
Así como la demolición argentina no fue producto de un fenómeno natural sino de una política de poder, la reconstrucción nacional y popular es también consecuencia de un modelo de país distinto y superador.
Esto es lo que hay que saber valorar, defender, y por sobre todo, profundizar.
Nadie más que los que creen en estos conceptos saben darlo todo de sí, hasta la vida cuando es preciso, por amor a los pobres.
Lo supo Eva Perón, Carlos Mujica, Rodolfo Walsh, lo saben los trabajadores que hicieron grande a esta patria.
Y saben que estamos a mitad del camino. Pero en el justo camino donde los que menos tienen precisan que el Estado pueda redistribuir la riqueza de los poderosos.
Aunque no haya Oración que los conmueva.



Jorge Giles. El Argentino.07.08.09

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