Hay vientos de cambio en la Argentina.
Mientras el Gobierno avanza a paso redoblado con iniciativas que refuerzan el trabajo y la equidad social, la oposición en sus variantes mediática, patronal y partidaria, responde con actitudes radicalizadas y nada constructivas.
El notable discurso de la Presidenta anunciando el mayor Plan social de Trabajo para 100 mil argentinos, armonizó como en una sola pieza, con la anunciada presentación del Proyecto de Medios de Comunicación en el Congreso y con la inminente democratización del fútbol.
El Estado participa activamente cuando de intereses populares se trata. Sea para generar empleo, sea para alimentar el corazón de las multitudes.
“En las crisis los reconoceréis”, diría un precepto ecuménico que ayude a conocer mejor a los gobernantes.
Siendo parte indisoluble de un mundo que se desploma económicamente, el Gobierno reafirma su luz de giro hacia la inclusión social y avanza como puede y debe, sin esperar sentado en el umbral de la Rosada, a que estén dadas las condiciones óptimas para hacerlo.
El anuncio de un Plan social que incluye decenas de miles de nuevos empleos para los sectores más humildes, está indicando que el modelo de país se profundiza hacia el mismo lado por dónde siempre transitó.
Lejos de pactar con la pobreza y la inequidad, subsidiando para que nada cambie, la enfrenta con trabajo genuino.
El neoliberalismo no fue sólo un modelo económico descarnado e injusto. Fue una contracultura universal, un soporífero colectivo allí donde pudo inocular sus bacilos de miseria y resignación.
¿Cómo se explica, por ejemplo, que se haya soportado durante años la humillación de la pantalla televisiva de un partido sin partido?
Se observaba a un sector de la tribuna mientras alguien relataba las jugadas; muchos chicos llegaron a creer que ese era el paisaje natural de lo futbolero. Sin goles a la vista. Sin jugadores. Sólo la imagen de los hinchas que miraban como al más allá, a un alma en pena, a espectros que sólo ellos podían ver, impedidos por no haber pagado el maldito cable codificado.
Esa dictadura de la imagen es la que está en jaque.
Desde allí, contraataca maliciosamente con sus titulares y lenguaraces.
¿Y quién la puso en el banquillo de los acusados por sus operaciones nutridas con la mentira y la ofensa?
Se podrá afirmar que fue la democratización de la democracia, el pueblo, el hastío de la sociedad.
Pero habrá que convenir que si la decisión presidencial hubiese estado ausente, si Cristina hubiese mirado desde el maniqueísmo machista con que se pretende retratar grosera e injustamente el gusto femenino por el deporte más nacional y popular de todos los deportes, el final hubiese sido muy distinto.
Las cosas no son como son por que sí. Responden a intereses que se cruzan y producen tal o cual resultado.
Un gobierno, una pasión de multitudes y una posibilidad de profundizar la democracia se dieron la mano con un proyecto de país que apuesta por la redistribución del ingreso, y de allí salió esta instancia que motiva estos primeros renglones.
Los cuatros elementos mencionados constituyen la esencia profunda de lo que está en juego. Todo lo que reprochen por estos días los tristes de siempre, los que tienen el ocio y el vicio asegurado, los que creen que los pueblos no tienen derecho a la alegría, sólo merecen que por una vez, otros les devuelvan: “por algo será”.
Ellos lo dijeron ante el imperio de la muerte. Los otros lo dirán, por una vida más digna.
Vaya con la diferencia.
Este proceso político tiene desde su mismo origen la huella de hacer posible lo que antes parecía imposible. Como si su ADN le permitiera erguirse en la adversidad.
Así fue con el ALCA. Contra las amnistías y las leyes de la impunidad de los genocidas. Contra la perversa quietud y congelamiento de los salarios de los trabajadores.
Con sus contradicciones, impurezas y verdades relativas, es el primer martillo que pacífica y democráticamente, rompe el cristal impune de las injusticias y la desigualdad en una sociedad que aún sigue siendo injusta y desigual.
La dialéctica de la historia enseña que todo salto cualitativo en el proyecto se hará siempre desde sus propias bases y liderazgos representativos.
Resulta patético escuchar a los que hoy se presentan como inquisidores morales, desde el cobijo que le prestan, paradójicamente, las corporaciones mediáticas que expresan los intereses del poder económico.
Estos días de algarabía por el fútbol, en verdad, tienen un valor cultural tan profundo como lo tuvieron en muy distintas circunstancias, la recuperación de la ESMA y la re estatización de la administración de los fondos de los jubilados y el consiguiente fin de las AFJP.
Se podría continuar enumerando avances y retrocesos en el desarrollo del proyecto político liderado por Néstor y Cristina Kirchner, pero alcanza para significar la trascendencia cultural de lo que viene aconteciendo en el país.
En el plano continental, además del acuerdo firmado por la Presidenta con su par venezolano, que posibilitará extraordinarios beneficios para ambos pueblos hermanos, hay que agregar el hondo significado que para la paz en la región tiene y tendrá seguramente, la iniciativa política de Cristina proponiendo una reunión urgente de la UNASUR, evitando se imponga el silbido de la metralla sobre el lenguaje de la paz.
Habrá que seguir muy de cerca la evolución de estos acontecimientos, cuyo detonante inmediato son las bases militares de los EE.UU. en Colombia.
Ningún reduccionismo ni consignismo estéril, podrá superar la exacta dimensión de lo que se pone en juego con estas pretensiones militaristas, que únicamente la historia puede enseñar con tanta certeza y rigor.
Cuando una potencia cae en una crisis tan profunda como la actual, se antagonizan en su interior los intereses contradictorios de quienes buscan un nuevo orden de entendimiento donde seguir prevaleciendo y los que persiguen la expansión de sus fronteras sólo a través del belicismo militar.
Esos guerreros y sus industrias pesadas necesitan de la guerra, como el aire y el agua.
Y como el Amazonas.
De allí que la debacle que incubaron fronteras adentro, intentarán exportarla y resolverla afuera de ellas.
Los países de América Latina deberán evitarlos con más desarrollo, más equidad social y más integración, en la convicción que la paz entre los pueblos será consecuencia de una sólida y paciente construcción de la unidad política de toda la región.
(Jorge Giles. Miradas al Sur. 16.08.09)
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