jueves, 16 de abril de 2009

EL MODELO DE MARÍA Y DE JUAN CRUZ

La noticia no saldrá en los titulares de los grandes medios.
Pero vamos a contar que María, es la cartonera María. La bella mujer que con su carro y su dignidad a cuestas, un día ganó las calles del oeste y de Mataderos, de Liniers y de Lugano, alzando y clasificando residuos para llevar el pan a su familia, cuando parecía que la habían echado al olvido en el país del neoliberalismo. Ella salió por las casas a juntar coraje en medio de la desesperación y la tristeza que, como un azote del infierno, cayó sobre los pobres y los trabajadores en el incendio del 2001 y el 2002.

“No hay que rendirse nunca”, decía María a sus vecinos y compañeros. Y allá fueron, con la frente en alto, reciclando esperanzas que parecían perderse en la memoria. Lograron conformar hace un tiempo, la Cooperativa de Trabajadores Recicladores del Oeste, con tanto esfuerzo como el que insumían pateando las calles para inventar el trabajo diario.

Pero los carros no alcanzaban para liberarse de quienes se valían de su desamparo, imponiendo los precios del cartón y del papel. Hasta que finalmente ayer, en un Club de Mataderos-Liniers, Patricio Griffin y Alicia Kirchner les entregaron en nombre del Estado, un camión de gran porte para el trabajo diario de la Cooperativa.

Daban vuelta así, una página en la historia de la organización solidaria que sólo a ellos les pertenece.

“Me emociono porque volvimos a ser lo que nunca dejamos de sentir que somos: trabajadores”, decía María mientras acunaba las llaves del vehículo como si fuera un niño recién nacido.

Estaban alegres y emocionados, con esa alegría que tienen los humildes cuando se saben dignos de su condición social.

Nadie les pidió un voto de confianza para sí. Pero todos coincidieron en la decisión de juntar fuerzas para defender el modelo de inclusión social que protagonizan.

Griffin dijo que en las crisis los pueblos siempre organizan la solidaridad cooperativa. Y el legislador Juan Cabandié agregó que los sectores del poder, en cambio, se valen de las crisis para hambrear y reprimir a los trabajadores.

En la otra punta de la ciudad, sobre el puente Pueyrredón, ocurría otra historia semejante, la del Movimiento que camina Juan Cruz con sus vecinos.

Delgado y desgarbado, recorre las calles de su barrio cuando el trabajo le da un changüí de tiempo para visitar a sus compañeros. Lo hace desde antes que la muerte asesina se llevara a sus amigos Kosteki y Santillán.

Andaban juntos de aquí para allá reclamando trabajo y comida para los más chicos, para los ancianos, para las compañeras encinta. Y para ellos mismos, aunque más de una vez se les cayera una lágrima de indignación en una olla popular, en un corte del puente, en una movilización.

Vienen del hambre y del frío de la desocupación salvaje del neoliberalismo. Aprendieron a poner el cuero cuando la calle quemaba con la represión que les mandó Menem, De la Rúa y Duhalde.

Sabios, como hijos de este pueblo, saben esperar que llegue el día atizando el rescoldo que los acompaña en algunas noches de vigilia.

Ahora volvieron al Puente Pueyrredón con sus hijos en brazos, con sus pancartas, con sus bombos. Pero por sobre todo, con la memoria en alto.

“Por acá pasó Maximiliano, por allá corrió Darío”, los recuerdos iban y venían cuando empezó la asamblea para debatir la posición del Movimiento Anibal Verón en esta coyuntura política. Justamente ellos, que dieron cátedra a muchos políticos y revolucionarios de café; ellos, que sin ser oficialistas, hace unos años dijeron “no queremos vivir en el puente, pero nos obligan”
Y Juan Cruz habló ayer para decir que “no queremos volver a ser parte de una Argentina piquetera, si salíamos a los caminos era porque nuestras familias no tenían nada para comer en sus casas. No queremos volver al viejo modelo neoliberal. Y nos preocupa que hoy sean los dueños de los campos los que cortan las rutas. Por eso hay que tener memoria, saber de dónde venimos y todo lo que conquistamos en estos últimos años, aunque falta mucho todavía”.
Los trabajadores, aún con sus legítimas diferencias, saben decidir su rumbo, valorando lo conquistado.
Allí esta el modelo de Maria y Juan Cruz, el de Luís, el de Emilio, el de Edgardo y otros miles. Es la Argentina que aún nos duele y mucho, pero que camina hacia el destino de justicia que ellos supieron cuidar, en aquellas otras noches, de frío y desamparo.


(El Argentino. 16.04.09)

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