Profundo, claro y conciso.
Así fue el mensaje presidencial brindado ayer con motivo de la firma entre el Estado Nacional y la provincia del Chaco, para participar en la construcción de la central alimentaria o Mercado Concentrador Regional que, en esta oportunidad, se va a desarrollar en la ciudad de Resistencia.
Alguna vez dijimos en esta misma columna que, para defenderlo o para criticarlo, hay que contextualizar el proyecto de país que gobierna Cristina Fernández de Kirchner, entre aquellas páginas de la historia donde la nación argentina disputa su propio destino.
Se trata de defender una forma de vida apostando a la vida.
Y de esas cosas habló la Presidenta.
Nos permitimos sugerir respetuosamente tener a mano particularmente ese discurso, a modo de candil, para alumbrarnos cada vez que el poder económico concentrado y sus lenguaraces nos llenan de zozobra con sus sirenas de falsas alarmas porque “se acaba el mundo”.
La Presidenta habló del concepto de federalismo que anima a la Constitución Nacional y a su gobierno afirmando que “se habla mucho de federalismo en la República Argentina pero yo siento como Presidenta que siempre se habla de federalismo cuando es la Nación la que tiene que poner cosas, recursos, infraestructura, etcétera; el federalismo es a dos bandas, a dos partes, es gestión del Estado Nacional hacia las provincias y gestión dentro de las provincias, en los ámbitos y marcos de competencia que les son propios a cada gobernador, a cada intendente, para ayudar a gobernar la Argentina. Sería casi unitario pretender que se pueda manejar todo desde la Presidencia”.
La importancia vital del mensaje, creemos, fue desarmar el discurso del cuco, ese que nos venden día a día desde el Grupo Clarín y sus socios pero que muchas veces se hace cruda realidad cuando hunden sus garras inflando los precios de frutas, verduras, harinas y carnes, alimentos de primer orden en nuestra alimentación.
En este país los precios no los pone el gobierno sino los productores, los empresarios, los intermediarios, los comerciantes, los honestos y los vivillos.
¿Cómo romper esa cadena de impunidad que a veces reemplaza una razonable cadena de precios?
El Estado hace su parte, pero depende de todos los ciudadanos cuidar el modelo de país que construimos desde el 2003 hasta el presente.
Una vieja canción popular española se preguntaba resistiendo al fascismo, hace 80 años, “¿Qué culpa tiene el tomate?”
En la Argentina, ninguna.
Que no nos vendan el cuento de la “estacionalidad” en un país donde la primavera y el veranito, duran más que una estación en el calendario.
Así fue el mensaje presidencial brindado ayer con motivo de la firma entre el Estado Nacional y la provincia del Chaco, para participar en la construcción de la central alimentaria o Mercado Concentrador Regional que, en esta oportunidad, se va a desarrollar en la ciudad de Resistencia.
Alguna vez dijimos en esta misma columna que, para defenderlo o para criticarlo, hay que contextualizar el proyecto de país que gobierna Cristina Fernández de Kirchner, entre aquellas páginas de la historia donde la nación argentina disputa su propio destino.
Se trata de defender una forma de vida apostando a la vida.
Y de esas cosas habló la Presidenta.
Nos permitimos sugerir respetuosamente tener a mano particularmente ese discurso, a modo de candil, para alumbrarnos cada vez que el poder económico concentrado y sus lenguaraces nos llenan de zozobra con sus sirenas de falsas alarmas porque “se acaba el mundo”.
La Presidenta habló del concepto de federalismo que anima a la Constitución Nacional y a su gobierno afirmando que “se habla mucho de federalismo en la República Argentina pero yo siento como Presidenta que siempre se habla de federalismo cuando es la Nación la que tiene que poner cosas, recursos, infraestructura, etcétera; el federalismo es a dos bandas, a dos partes, es gestión del Estado Nacional hacia las provincias y gestión dentro de las provincias, en los ámbitos y marcos de competencia que les son propios a cada gobernador, a cada intendente, para ayudar a gobernar la Argentina. Sería casi unitario pretender que se pueda manejar todo desde la Presidencia”.
La importancia vital del mensaje, creemos, fue desarmar el discurso del cuco, ese que nos venden día a día desde el Grupo Clarín y sus socios pero que muchas veces se hace cruda realidad cuando hunden sus garras inflando los precios de frutas, verduras, harinas y carnes, alimentos de primer orden en nuestra alimentación.
En este país los precios no los pone el gobierno sino los productores, los empresarios, los intermediarios, los comerciantes, los honestos y los vivillos.
¿Cómo romper esa cadena de impunidad que a veces reemplaza una razonable cadena de precios?
El Estado hace su parte, pero depende de todos los ciudadanos cuidar el modelo de país que construimos desde el 2003 hasta el presente.
Una vieja canción popular española se preguntaba resistiendo al fascismo, hace 80 años, “¿Qué culpa tiene el tomate?”
En la Argentina, ninguna.
Que no nos vendan el cuento de la “estacionalidad” en un país donde la primavera y el veranito, duran más que una estación en el calendario.
El Argentino, 10 de febrero de 2011
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