Guardemos en la memoria lo ocurrido ayer en el Club Albariño, en el postergado sur de la ciudad de Buenos Aires.
Allí donde la derecha opositora de Macri, Duhalde, De Narváez, Carrió y algunos radicales, reclamaban en diciembre pasado, palos y balazos para expulsar a los intrusos.
Allí donde esa misma derecha montó el escenario social para ensayar el programa de gobierno represivo que aplicarían, de ganar en las elecciones de octubre próximo.
Allí donde parecía que la vida no valía nada y que la guerra era librada entre los propios vecinos por un pedazo de tierra.
Allí donde el alma de la unidad latinoamericana, forjada por los presidentes de la región desde el 2003, pero muy especialmente por Néstor Kirchner y Lula da Silva, era rasgada y humillada por los insultos de la xenofobia y el racismo más recalcitrante de Macri y compañía.
En ese mismo lugar, ayer, la Presidenta mostró en vivo y en directo la Argentina que estamos construyendo y a la que debemos cuidar entre todos.
En las noticias del día usted encontrará, seguramente, los detalles del acontecimiento basado en la inauguración del Cuartel de Bomberos y la casa de las Madres y el aula para la capacitación de los vecinos y las palabras, tan profundas como emotivas, de Cristina.
Aquí decimos que, además, fue la mejor expresión de una nueva victoria del coraje, la democracia y la inclusión social, sobre la represión despiadada que esa oposición proponía, quizás porque es lo que mejor sabe hacer.
Lo hicieron con Menem, De la Rúa y con Duhalde en cuanta oportunidad tuvieron.
Palazos, gases y balas, en lugar del dialogo de la democracia.
Por eso decimos que hay que guardar estos sucesos en la memoria para saber utilizarlos en el momento oportuno.
El título de nuestra columna de hoy, es el título de un libro escrito por jóvenes de la cultura y el cine, dedicado al dignísimo recorrido artístico de un hombre bueno: Leonardo Favio, Embajador de la cultura argentina por decisión presidencial, el que tiembla cuando habla y sin querer, nos hace temblar de emoción a todos quienes lo queremos.
Favio habla de tal manera, con el corazón a flor de piel, que no puede disimular su latido.
Esta vez, la reparación y el reconocimiento presidencial es como dice el blog “Goliardo”, la forma que eligió Cristina para decirle que “ella, ella no se olvidó”, como aquella musa de una canción de Favio.
No se olvidó de su lealtad y su coherencia, ni de Gatica, ni de Nazareno Cruz, ni de Juan Moreyra.
Ni se olvidó del militante que desde la cultura y esa sensibilidad inigualable, creó “Perón, Sinfonía de un sentimiento”.
Aquel pibe de “Crónica de un niño solo” ya no estará más solo.
Allí donde la derecha opositora de Macri, Duhalde, De Narváez, Carrió y algunos radicales, reclamaban en diciembre pasado, palos y balazos para expulsar a los intrusos.
Allí donde esa misma derecha montó el escenario social para ensayar el programa de gobierno represivo que aplicarían, de ganar en las elecciones de octubre próximo.
Allí donde parecía que la vida no valía nada y que la guerra era librada entre los propios vecinos por un pedazo de tierra.
Allí donde el alma de la unidad latinoamericana, forjada por los presidentes de la región desde el 2003, pero muy especialmente por Néstor Kirchner y Lula da Silva, era rasgada y humillada por los insultos de la xenofobia y el racismo más recalcitrante de Macri y compañía.
En ese mismo lugar, ayer, la Presidenta mostró en vivo y en directo la Argentina que estamos construyendo y a la que debemos cuidar entre todos.
En las noticias del día usted encontrará, seguramente, los detalles del acontecimiento basado en la inauguración del Cuartel de Bomberos y la casa de las Madres y el aula para la capacitación de los vecinos y las palabras, tan profundas como emotivas, de Cristina.
Aquí decimos que, además, fue la mejor expresión de una nueva victoria del coraje, la democracia y la inclusión social, sobre la represión despiadada que esa oposición proponía, quizás porque es lo que mejor sabe hacer.
Lo hicieron con Menem, De la Rúa y con Duhalde en cuanta oportunidad tuvieron.
Palazos, gases y balas, en lugar del dialogo de la democracia.
Por eso decimos que hay que guardar estos sucesos en la memoria para saber utilizarlos en el momento oportuno.
El título de nuestra columna de hoy, es el título de un libro escrito por jóvenes de la cultura y el cine, dedicado al dignísimo recorrido artístico de un hombre bueno: Leonardo Favio, Embajador de la cultura argentina por decisión presidencial, el que tiembla cuando habla y sin querer, nos hace temblar de emoción a todos quienes lo queremos.
Favio habla de tal manera, con el corazón a flor de piel, que no puede disimular su latido.
Esta vez, la reparación y el reconocimiento presidencial es como dice el blog “Goliardo”, la forma que eligió Cristina para decirle que “ella, ella no se olvidó”, como aquella musa de una canción de Favio.
No se olvidó de su lealtad y su coherencia, ni de Gatica, ni de Nazareno Cruz, ni de Juan Moreyra.
Ni se olvidó del militante que desde la cultura y esa sensibilidad inigualable, creó “Perón, Sinfonía de un sentimiento”.
Aquel pibe de “Crónica de un niño solo” ya no estará más solo.
El Argentino, viernes 4 de febrero de 2011
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