Que sigan militando y comprometiéndose con la Argentina, fue el pedido final de Cristina Fernández de Kirchner a los miles de jóvenes que ayer participaron del acto inaugural de la autopista que une las ciudades de Santa Fe y Paraná.
En un acto cargado de emotividad, de memoria viva con Néstor Kirchner y de reafirmación de un modelo que permitió el mayor período de crecimiento de la historia argentina, la Presidenta reafirmó el rumbo gobernante a fuerza de convicciones políticas pero también de resultados concretos que son, a todas luces, extraordinariamente beneficiosos para los trabajadores y la sociedad toda.
La participación de los jóvenes como protagonistas centrales en los procesos de cambio que se desarrollan en la región, es el signo distintivo de la etapa.
Y más aún, es el que revitaliza y llena de esperanzas a un pueblo y un país que debe juntar fuerzas para enfrentar tanto miserable con poder, como los que esclavizan a trabajadores rurales y los lenguaraces y escribas del bunker de Magneto y Herrera de Noble.
Antes, en la ceremonia de juramento de los egresados del Instituto de Servicio Exterior de la Nación, la Presidenta resaltó el rol histórico que hoy le cabe a la juventud.
Lejos de acá, la rebelión del pueblo egipcio conmueve al mundo entero.
Pareciera que el tan temido calentamiento global traspusiera la naturaleza para abarcar decididamente al reino de lo humano.
Los cambios se suceden con una velocidad que asombra en la llamada “revolución de los jóvenes”.
Que sea Egipto, la más populosa de las naciones árabes, con su tradición milenaria, con su influencia cultural y religiosa, la nación que hoy está reescribiendo su propia historia, es un signo mayor del cambio de época.
Usted se preguntará legítimamente: “¿Y qué me importa a mi lo que suceda en un lugar tan lejano?”
Es que ahora sí, el mundo es un pañuelo.
O como dice la Presidenta: “Todo tiene que ver con todo”.
El mundo ya no será el mismo después de esta rebelión.
Es necesario tener una dimensión objetiva y profunda de lo que está ocurriendo en la tierra de los faraones para, de paso cañazo, valorar lo que construimos en esta nueva Argentina.
Si las multitudinarias movilizaciones que se realizaron en la eurozona fueron la expresión vital del rechazo social a la repetición de las mismas fórmulas financieras que causaron el derrumbe de las economías neoliberales, deberíamos afirmar que en Egipto las principales banderas son por más y mejor democracia y en contra de toda forma de autoritarismo.
Egipto está hoy más cerca de Latinoamérica, en tanto es un pueblo que se alza porque quiere ser libre de toda opresión.
Así nomás.
En un acto cargado de emotividad, de memoria viva con Néstor Kirchner y de reafirmación de un modelo que permitió el mayor período de crecimiento de la historia argentina, la Presidenta reafirmó el rumbo gobernante a fuerza de convicciones políticas pero también de resultados concretos que son, a todas luces, extraordinariamente beneficiosos para los trabajadores y la sociedad toda.
La participación de los jóvenes como protagonistas centrales en los procesos de cambio que se desarrollan en la región, es el signo distintivo de la etapa.
Y más aún, es el que revitaliza y llena de esperanzas a un pueblo y un país que debe juntar fuerzas para enfrentar tanto miserable con poder, como los que esclavizan a trabajadores rurales y los lenguaraces y escribas del bunker de Magneto y Herrera de Noble.
Antes, en la ceremonia de juramento de los egresados del Instituto de Servicio Exterior de la Nación, la Presidenta resaltó el rol histórico que hoy le cabe a la juventud.
Lejos de acá, la rebelión del pueblo egipcio conmueve al mundo entero.
Pareciera que el tan temido calentamiento global traspusiera la naturaleza para abarcar decididamente al reino de lo humano.
Los cambios se suceden con una velocidad que asombra en la llamada “revolución de los jóvenes”.
Que sea Egipto, la más populosa de las naciones árabes, con su tradición milenaria, con su influencia cultural y religiosa, la nación que hoy está reescribiendo su propia historia, es un signo mayor del cambio de época.
Usted se preguntará legítimamente: “¿Y qué me importa a mi lo que suceda en un lugar tan lejano?”
Es que ahora sí, el mundo es un pañuelo.
O como dice la Presidenta: “Todo tiene que ver con todo”.
El mundo ya no será el mismo después de esta rebelión.
Es necesario tener una dimensión objetiva y profunda de lo que está ocurriendo en la tierra de los faraones para, de paso cañazo, valorar lo que construimos en esta nueva Argentina.
Si las multitudinarias movilizaciones que se realizaron en la eurozona fueron la expresión vital del rechazo social a la repetición de las mismas fórmulas financieras que causaron el derrumbe de las economías neoliberales, deberíamos afirmar que en Egipto las principales banderas son por más y mejor democracia y en contra de toda forma de autoritarismo.
Egipto está hoy más cerca de Latinoamérica, en tanto es un pueblo que se alza porque quiere ser libre de toda opresión.
Así nomás.
El Argentino, 2 de febrero de 2011
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