jueves, 28 de octubre de 2010

Néstor Kirchner, un imprescindible




Nunca estuve tan triste, tan solo, tan despojado de mi mismo.
Como si en un solo momento se me vinieran todos los muertos encima.
Toda la tristeza del mundo no me cabe en mi condición humana.
La tristeza es la que habla por nosotros, la que nos desborda, la que se mueve a su antojo por nuestros rincones más íntimos y profundos.
Hoy la tristeza hace lo que quiere con nosotros.
Pero son los pobres, los trabajadores, los más humildes los que están más tristes.
Saben como nadie lo que perdemos con Néstor.
Desde la razón y el dolor, me animo a decir que con la muerte de Néstor nació el Kirchnerismo, como etapa superior del Peronismo, como punto de unión del campo popular, como síntesis de lo que está llamado a unirse para sostener y profundizar una idea de nación, más justa, inclusiva, democrática y soberana.
El Kirchnerismo, como homenaje a quien no vino a la Rosada para durar, sino para cambiar la historia.
Y la cambió.
Fue Néstor Kirchner el que recuperó la política y los sueños al mismo tiempo. Y en ese trance nos recuperó a todos. A los que venían con sus viejas heridas y a esa juventud que es más maravillosa que nunca.
Con Néstor fuimos nuevamente América Latina. Y fue sabernos dignos, enteros, tan militantes como él nos enseñó.
Me sale retomar algo de aquello que escribimos el 12 de setiembre pasado cuando la muerte mandó un último aviso y en esta misma columna escribimos:
“El militante Néstor Kirchner no sabe de descansos ni de glorias vanas.
El es la voluntad al borde del abismo, así en la triste derrota de una noche de invierno como en el cielo de las victorias.
Lo lancean por el flanco izquierdo y lo hieren por su costado derecho y sin embargo avanza igual con la frente en alto.
Si siente algún dolor o miedo en el centro del pecho, lo disimula ante el enemigo y se larga a llorar, si es preciso, con sus compañeros.
Siente miedo no por su propia vida sino por la del pueblo que ama y defiende.
Pasajero de la historia, sabe que algo quedará de su andar cansino, de sus palabras al viento, de la modesta muestra de coraje que mostró las veces que hizo falta demostrarlo.
El militante es el último eslabón de la cadena humana, el más perfecto e imperfecto de todos, al mismo tiempo, el más humilde, el que más se entrega por el prójimo.
Tiene algo de Pedro en las catacumbas, compartiendo el pan y el aliento con sus compañeros, pero también de Miguel Hernández y de Paco Urondo en el instante final. Se mira en el espejo del Ché con sus aciertos y errores, porque todo militante del pueblo tiene un poco del Che y esa condición humana, más humana que todas.
Es la Evita que no descansa cuando debe hacerlo porque siente que las otras Evas del pueblo, están más cansadas que ella, con siglos y siglos de tristezas, de llagas en el cuerpo, de hambre, de torturas, de mordazas, de hambre nuevamente.
El militante se enferma un día y se levanta al otro. Y se vuelve a enfermar y dice “vamos que ya falta poco” y sabe que el aliento de los suyos es su propio aliento.
El enemigo sobrevuela sobre su lecho de enfermo, espera, desespera y aletean sus alas negras mientras de su pico salen los proverbios que invitan a un descanso eterno.
“Rendíte de una vez”, dicen los carroñeros con un texto maloliente.
Pero el hombre, el militante, el que comparte el pan y el paño, sabe que él se muere sólo en la desigualdad, en la desesperanza del que no tiene nada que ganar ni que perder, en la entrega infame a los poderosos, en la desaparición de la palabra vida, en la capucha del torturador y su mandante.
El militante descuelga los cuadros de los genocidas y sabe que está saltando sobre el filo de la historia y que de ahora en más no hay ni puede haber vuelta atrás.
Pero mucho más que eso, vino a honrar la vida de los que reclaman con sus bocas desdentadas y de sus madres y del futuro que nos hermana a todos”
En el amor del pueblo con Cristina, este dolor se irá calmando de a poco hasta volverse una eterna canción en las miles de voces que hoy lo despiden, sin resignarse a perderlo.


El Argentino, 28 de octubre de 2010


1 comentario:

Nando Bonatto dijo...

Hoy –luego del golpe-se me escamotean las palabras
se escabullen las banderas
¿Cómo era aquello? Justa Libre Soberana
Patria o Colonia
Liberación o Dependencia
Como era, como sonaba ¿Libres o…como era?
Hasta la victoria
Y más acá / Memoria Verdad Justicia
Nunca Más en vano dicho tantas veces
¿Cómo eran las palabras convocantes?
las que juntan patria y pueblo


y hoy luego del golpe –después del desconcierto-
cuando asoma el odio de los necios
cuando el dolor cimienta la mañana
y sabemos que ya no está el compañero
me siguen las palabras en el duelo