El diccionario filosófico dice que un hombre de paja es un testaferro, alguien que pone su firma y su voz en nombre de otros intereses, económicos o ideológicos, a los que representa.
En una segunda acepción, un hombre de paja es el nombre del recurso dialéctico y discursivo de aquel que “responde” a su contrincante sobre algo que el contrincante no dijo jamás. Lo que se dice, una trampa argumentativa.
Analicemos dos ejemplos candentes en estos días, aunque de distinta valía y significado.
Lo hacemos para ilustrar el modus operandi de los criminales de la verdad.
*Mauricio Macri es un hombre de paja. Fundamentó su prohibición a la mega muestra Tecnópolis planificada por el gobierno nacional diciendo que lo hizo por que le informaron que “se cortará durante 40 días la Avenida Figueroa Alcorta y que la ciudad se convertiría en un caos de tránsito absoluto”
Sin embargo, nada de lo que dice Macri es verdad. La Avenida en cuestión se cortaría solo dos fines de semana y estaba prevista la circulación alternativa que facilitaría el tránsito sin problema alguno. ¿No sabrá el jefe del Pro que durante cuatro días más de seis millones de personas pasearon en mayo pasado por la fiesta del Bicentenario en la Av. 9 de Julio en paz y absoluto orden? ¿Desconoce el ingeniero Macri que parte de su gabinete venía colaborando con funcionarios nacionales en una clara manifestación de aprobación del gobierno porteño a un evento de ciencia y tecnología jamás visto en América Latina?
*La derecha necesita ensuciar este proyecto de país que gobierna. El tratamiento que se hizo y hace del horrendo crimen que le costó la vida a Mariano Ferreyra convierte a esa derecha del poder en un gran hombre de paja en su doble acepción.
En primer lugar utiliza como testaferros políticos a la manga de adulones que rápidamente salieron a repetir los argumentos del Grupo Clarín y sus repetidoras de Perfil y La Nación. Apuntan al gobierno y a la CGT como una forma explícita de salpicarlo con esta muerte. Esta vez fueron muy lejos con “la teoría de la crispación” que implementaron desde el 2008 en adelante.
Pero donde se demuestran hombres de paja en plena operación de engaño es en el argumento de sus plumas editoriales atacando al gobierno por algo que jamás se dijo. Ningún hombre de gobierno inculpó irresponsablemente a hombre alguno de la política o del sindicalismo. Cuando el apellido Duhalde apareció en boca del jefe de gabinete, Aníbal Fernández, fue para afirmar exactamente lo contrario, que no creía que el ex senador bonaerense estuviera implicado en el crimen. A tal punto fue así que le mereció “la medalla de oro” por parte de los alegres lenguaraces del Grupo Clarín, Van der Kooy y Blanck.
Hace rato que perdieron el pudor y la vergüenza, pero lo que hicieron publicando la fotografía de uno de los acusados por el crimen junto a los ministros Boudou y Sileoni y la periodista Sandra Russo en un acto público, de esos donde muchos hacen cola para llevarse el recuerdo de una figura reconocida, es de tanta mala leche que sólo cabe presumir y quizás confirmar, desde el sólo análisis político de cualquier ciudadano de buena fe, que la derecha mediática está en plena maniobra de una operación política de vastos alcances. La inocencia no está en el vademecum de las corporaciones, como para que pensemos lo contrario.
Quizá razonaron que, como Ernestina Herrera de Noble posó junto al asesino de 30 mil personas y jefe de los genocidas y del terrorismo de estado, el contraataque era difundir en la tapa de Clarín y La Nación a un “negro de mierda” careteando junto a funcionarios nacionales de la democracia.
A esa derecha se le hace difícil condenar mediáticamente a los cinco millones de personas que recuperaron el empleo, a los millones de pibes que reciben la Asignación Universal por Hijo, a los dos millones y medios de nuevos jubilados que estaban a la intemperie; por eso desempolvaron la falacia del hombre de paja, para desvirtuar la escena del crimen, la misma que intentan seguir “construyendo”.
El Argentino, lunes 25 de octubre de 2010
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