domingo, 17 de octubre de 2010

Aquel Octubre sobre el Riachuelo



Octubre es el mes de la épica popular.

Se reafirmó con creces el pasado viernes con un estadio vibrando al compás de los bombos y las voces de decenas de miles de trabajadores que cantaban su lealtad de ida y vuelta con el gobierno de Cristina.

Como si necesitaran sacarse de encima la última traición de Cobos, la muchedumbre devolvió gentilezas con cantos de alegría y compromiso con su identidad de pueblo.

El 17 de Octubre de 1945 es el antecedente histórico más íntegro para conocer y comprender el valor de una gesta colectiva.

Esos trabajadores que se lanzaron sin dudar sobre el Riachuelo para llegar hasta la Plaza de Mayo reclamando la libertad de Perón, no se detuvieron ni ante el puente levantado para impedirlo.

Es más, si el puente hubiese estado tendido normalmente como todos los días, la hazaña no hubiese sido completa. Había que llegar de cualquier manera, a pie o nadando, pero llegar al fin.

Así se construyó el hecho maldito que aún perdura: los trabajadores suplieron la ausencia de representación popular con su presencia en las calles y el liderazgo de Perón.

Era la política en manos del pueblo colmando las plazas aquel día de Octubre. En un solo instante fue como si el poder se repartiera entre los más humildes.

Las condiciones habían madurado hasta un punto sin retorno y la gesta se produjo. Por eso el peronismo fue visto, desde la vereda opuesta al pueblo real, como un movimiento aluvional. Y sin embargo, los trabajadores no tomaron por asalto ningún palacio de invierno. Crearon las condiciones liberando a su líder para llamar luego a elecciones libres y sin proscripciones, apenas cuatro meses después.

Hicieron la historia de prepo, con las patas en la fuente, pero construyeron el camino hacia un país más justo, llenando de pueblo la joven democracia.

Allí está un rasgo esencial en la génesis del movimiento nacional y popular que explica su rumbo posterior.

Esa es la civilización y sus formas. Los bárbaros son los de enfrente, los que no tienen pueblo.

De ese vientre de la historia surgiría casi 60 años después una nueva experiencia política que también vino a resolver una vacancia política. Esta vez los cambios sucedieron sin decir agua va desde la misma presidencia de la nación, consciente Néstor Kirchner que una época había terminado con la gran crisis del 2001. Y era necesario atreverse a liderar otra época donde la política volviera a estar en manos del pueblo y el Estado al servicio de los intereses de la nación.

La militancia identificada con los sectores populares, del signo partidario que fuese pero del centro a la izquierda del dial, siempre se propuso una consigna a lo largo de su propia historia: crear las condiciones propicias para el cambio. En horas de auge y en horas de derrotas, en muchedumbre o en soledad, el desafío era y es “crear las condiciones”.

Es lo que hizo Kirchner desde un primer momento y es lo que hace Cristina en los días que corren. Por eso este proceso político debe entenderse en su propia dinámica, en su naturaleza “aluvional”, en su concepción transformadora.

Siempre está todo por hacerse, siempre. Aferrados a la colina que se alcance cada día, se descubrirá una nueva cima para alcanzar. Es la filosofía que mueve este proyecto cual si fuese la rueda que posibilitó rescatar a cada uno de los 33 mineros en Chile. Todo lo demás, la cápsula, las luces, el campamento, tendrán existencia si la rueda se mueve.

Las condiciones vuelven a estar presentes para profundizar el cambio.

Aunque ocurre otra paradoja de la historia: esta vez la que sufre el rigor de la vacancia y el temor al vacío, es la oposición política al proyecto popular.

Así como el estadio de River repleto de trabajadores convocados por la CGT liderada por Hugo Moyano, vivando de pie a Néstor y Cristina Kirchner, fue la mejor demostración que hay una expresión orgánica nítida de la representación popular, del otro lado, sólo queda el lamento de algunos empresarios en el Coloquio de “Ideas” por la ausencia de liderazgos opositores que posibiliten la derrota del gobierno.

Es parte del rasgo alienado de una clase social que no atina a verse en su propia historia; si lo hicieran podrían comprobar que ninguna de las representaciones que en otros tiempos decían expresarla, les permitió invertir y producir en un país para todos. Esas minorías, con distinto pelaje, siguen ancladas en el país de la crisis. La frustración que experimentaron con Menem y De la Rúa no les sirvió de nada. Si no tienen apego a sus propios intereses de clase, será de ilusos esperar de ellos que tengan apego al país. Actúan a contramano no sólo de los intereses populares, sino también de los suyos. Están desconectados de la realidad. Por estas razones de la sinrazón se explica lo de Cobos y esa obtusa mirada y esa voz agriada de Macri, Pino Solanas, Elisa Carrió, Felipe Solá o Gerardo Morales solidarizándose con la conducta de lesa traición del vicepresidente.

La colonización mental no les permite a unos y a otros, apreciar los cambios estructurales que atraviesan a toda América Latina. Y aunque les cueste entender, hay que enseñarles que Argentina es parte del mismo continente.

Si se pudiera medir la distancia que media entre los valores que involucran a las fuerzas oficialistas y los que identifican a las fuerzas opositoras diríamos que, mientras las primeras están en un estadio donde se debaten políticas de redistribución de la riqueza y el ingreso y las calidades institucionales de una nueva democracia, las segundas todavía andan husmeando entre los escombros del Estado dinamitado en el 2001 y 2002. Resignados y sin horizontes. En lugar de compartir siquiera una décima de las victorias conseguidas por la sociedad en estos últimos 7 años, prefieren aferrarse a las viejas y las nuevas derrotas que los cubren de ese gris tan propio de los opositores.

Por eso mismo es imprescindible advertir la necesidad de hacer docencia día a día.

Porque la experiencia indica que no somos siempre inmunes a los aventureros que agitan el olvido y la desesperanza.


Miradas al Sur, 17 de octubre de 2010

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