¿Pero a favor de quién falló la Corte?
Convencidos que, como afirmó Néstor Kichner, los monopolios se acercan a su fin, digamos como introducción que ninguna transformación social es lineal. El que así lo piensa, será mejor que se acostumbre a la idea de una Argentina que vive una épica histórica y donde los cambios se pueden demorar, pero no evitarlos.
La Corte Suprema de Justicia ratificó ayer en su fallo la plena vigencia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, quedando, por ahora, el artículo 161 suspendido exclusivamente para el Grupo Clarín, hasta tanto el juez que libró la medida cautelar falle de manera perentoria sobre el fondo de la cuestión.
Esta sería la síntesis de lo establecido ayer por el máximo Tribunal de Justicia.
Por apuro, por ignorancia, por oportunismo, o por las tres cosas juntas, las plumas editoriales del Grupo y el diario La Nación, salieron tempranamente a festejar cual si fuera una victoria pírrica.
Si se aprecia el panorama completo es más fácil entender que no es caprichoso ni puro voluntarismo calificar como una victoria de la democracia participativa en general y del gobierno nacional en particular, que la Corte reafirme categóricamente la vigencia de la Ley, salvo el artículo mencionado, que le ponga un límite temporal al juez para que se expida y en consecuencia, imponga un corte a la maniobra dilatoria de la medida cautelar, advirtiéndole que si no lo hace, el Estado tendrá el derecho a exigirlo.
¿Fue acaso lo mejor o lo deseable?
Es absolutamente legítimo creer que hubiese sido un camino más llano y transparente que la Corte rechace la cautelar y punto. De esa manera la aplicación del artículo 161 estaría vigente para todo el mundo, incluido Clarín. Pero esta pretensión de máxima no fue la que adoptó la Corte. Por lo tanto será la democracia movilizada la que deberá continuar construyendo las condiciones que permitan, más pronto que tarde, alcanzar la victoria definitiva sobre la ley de medios.
Los que transforman la realidad a favor de los intereses del pueblo y no de las corporaciones, siempre supieron que esto es así.
Del lado de los intereses monopólicos, en verdad, el Grupo Clarín enfrentó con toda su artillería mediática y legislativa al texto completo de la ley; y fueron perdiendo posiciones hasta abroquelarse en un solo artículo, el que atañe al plazo de un año para la transformación del monopolio. Encerrados en su propia ciudadela, presionaron ahora a favor de la inconstitucionalidad de una parte sustancial de la legislación vigente.
Si no lo lograron ¿qué festejan entonces? Que ganaron nuevamente tiempo y lograron, paradójicamente, imponer explícitamente por adelantado el núcleo duro de la plataforma electoral para el 2011 de toda la oposición política.
Ahora queda claro lo que se juega en las próximas elecciones.
Un modelo de país libre y justo o un modelo de democracia tutelada.
En la hipótesis del Grupo Clarín y sus instrumentos políticos del Grupo A, barajan ganar tiempo a la espera de una derrota electoral del gobierno nacional, donde el artículo 161 apenas será un anécdota, porque la que caerá irremediablemente será la propia ley de medios.
En cambio, si triunfa el Frente para Victoria, la consolidación de la ley empezará a hacer historia en la Argentina.
El buen vino está servido y ya no vuelve a la botella.
La aplicación de todos los artículos de la ley de acá en más deberá hacerse con la mayor eficiencia y celeridad necesaria y posible.
El Grupo quedó colgado de la brocha de un solo artículo. Es una cuestión de tiempos. Decía Woody Allen: “Me interesa el futuro, porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida”
De eso se trata. Es entendible el enojo de aquellos que prefieren que la justicia se parezca más a aquello tan simple de “al pan, pan y al vino, vino”. Pero creemos que el fallo de la Corte no debería motivar ni el festejo del monopolio ni mucho menos, la sensación de derrota de la democracia.
La lucha por la palabra es también bicentenaria.
El Argentino, 6 de octubre de 2010
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