La frase de Manuel Belgrano iluminaba la noche en el Paseo del Bicentenario.
Leerla en la multitud era sentir que ya no estábamos solos.
Después de la larga noche del autoritarismo y la palabra amordazada, crece en estos días la sensación de haber nacido de nuevo.
Como patria. Como simples mortales. Como militantes de la vida, de las causas justas y de la belleza, allí donde se exprese.
Hoy, 20 de Junio, el calendario dice que es el Día de la Bandera y también, el ocasional Día del Padre.
Don Manuel habría sonreído si alguien celebrara la coincidencia.
“Mucho me falta para ser un verdadero padre de la Patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella”, dijo alguna vez.
Los días que nos toca vivir son una permanente travesía en busca de nuestra identidad. La memoria edifica sólidamente a una nación. Y hace feliz a los pueblos.
Todo sale a la luz en este tiempo histórico.
Los que nunca mostraron sus dolores, salen a las calles y los comparten esperanzados.
Los juicios orales contra los genocidas son esa oportunidad histórica para saber qué pasó, cómo fue, dónde están, quiénes son todos los culpables.
Juicio y castigo, pero sin revanchas.
El odio no es patrimonio de los pueblos, sino de sus enemigos.
En ese mismo impulso de vida hay que ir al rescate de Manuel Belgrano.
Porque no sólo de la bandera que creó se compone su historia.
Belgrano es mucho más. Es el defensor de la industria nacional, de la soberanía, de la igualdad entre hombres y mujeres y entre criollos y pueblos originarios, precursor del periodismo, Belgrano es el que dijo un día hablando de la libertad de prensa:
“Es tan justa dicha facultad como lo es la de pensar y de hablar y es tan injusto oprimirla, como lo sería el tener atado los entendimientos, las lenguas, las manos o los pies a todos los ciudadanos…Sólo pueden oponerse a la libertad de la prensa los que gusten mandar despóticamente…Pero quitarnos las utilidades de la pluma y de la prensa, porque de ellas se puede abusar, es una contradicción notoria y un abuso imperdonable de la autoridad y es querer mantener a la nación en la ignorancia, origen de todos los males que sufrimos y el arma en que el tirano confía más para sojuzgar…Sin esa libertad no pensemos haber conseguido ningún bien después de tanta sangre vertida y tantos trabajos”.
Rescatar a Belgrano en este día y para siempre, es nombrarlo en su estatura de creador de la Educación pública.
Y no sólo porque donó sus bienes para construir escuelas y creó la escuela técnica y la de matemáticas como precursor de la ciencia y la técnica de su tiempo. Sino por su pensamiento adelantado a Piaget y a Paulo Freyre en mas de un siglo y medio.
Decía Belgrano: “Los niños miran con fastidio las escuelas, es verdad, pero es porque en ellas no se varía jamás su ocupación; no se trata de otra cosa de enseñarles a leer y escribir, pero con un tesón de siete horas al día que hace a los niños detestable la memoria de la escuela, que a no ser alimentados por la esperanza del domingo, se les haría mucho más aborrecible este funesto teatro de la opresión de su espíritu inquieto y siempre amigo de la verdad. ¡Triste y lamentable estado el de nuestra pasada y presente educación! Al niño se lo abate y castiga en las aulas, se le desprecia en las calles y se le engaña en el seno mismo de su casa paternal. Si deseoso de satisfacer su curiosidad natural pregunta alguna cosa, se le desprecia o se le engaña haciéndole concebir dos mil absurdos que convivirán con él hasta su última vejez”.
Tanbien llamó a “estudiar la historia para conocer como manejarse en el presente y el porvenir”
Por eso nos emociona la Presidenta cuando va a su rescate integral.
Y pensar que Bernardino Rivadavia prohibió a Belgrano izar “esa bandera”.
Hoy, doscientos años después, la generación del Bicentenario la pone allá, alta en el cielo, como él quería.
Ese maestro, economista y abogado, es el mismo Belgrano que calzó sus botas, vistió de soldado y desenvainó su sable cuando la patria llamaba.
Jorge Giles. El Argentino, 20 de junio de 2010
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