PANORAMA POLÍTICO
Así calificó Juan Abal Medina los días por venir en la Argentina: “Plebeyos, populistas y rebeldes”.
Fue durante la jornada convocada días atrás por el CEPES.
Tras la apertura del asesor de Lula, Marco Aurelio García, debatieron en torno a la unidad programática y política, distintos referentes de la centro izquierda argentina.
Allí estuvieron el jefe del bloque oficialista en Diputados, Agustín Rossi junto a Martín Sabatella, Daniel Filmus, Aldo Ferrer, Silvia Vázquez, Horacio González, Carlos Raimundi, Oscar Laborde, Eduardo Sigal y Oscar González, entre otros dirigentes.
No fue un debate de bajas calorías.
Por el contrario, prestos a debatir a fondo sobre el desafío de la construcción política de la izquierda en América Latina, coincidieron en sumar esfuerzos para la conformación de un frente amplio capaz de articular los distintos sectores políticos y sociales decididos a defender y profundizar el rumbo del gobierno argentino.
Son concientes que en el próximo período institucional es necesario consolidar los cambios estructurales para modificar definitivamente la relación de fuerzas entre los sectores populares y los dueños del poder económico mediático.
Rossi fue muy explícito cuando apuntó a construir un espacio plural claramente de izquierda, en condiciones de forzar a que los principales contendientes en la puja electoral, desnuden su expresión de derecha, sin artilugio alguno.
Pareciera ser que la dinámica y la velocidad del proceso político entran en tiempo de descuento, campeonato mundial mediante.
El optimismo social registrado por todas las consultoras, más cercanas o más lejanas del gobierno, es directamente proporcional con el espacio identificado con el progresismo, la izquierda y la cultura nacional y popular.
Y así se demostró en el contenido y en el humor reinante en esta jornada que sembró mejores perspectivas para la unidad del sector.
A diferencia del otro encuentro realizado en un despacho legislativo, el del “pejotismo” de derecha, donde el estado de ánimo fue inversamente proporcional a las esperanzas populares en el actual gobierno y su continuidad después del 2011.
Y esa es una interesante novedad política, por varias razones.
Para ponernos en contexto hay que decir que a medida que transcurra el calendario que nos llevará a las próximas elecciones nacionales, las necesidades de ordenamiento y representación política se irán incrementando dramáticamente para la oposición.
La fragmentación partidaria puede llegar a ser una lápida fatal para los intereses económicos del monopolio mediático; ese poder sirvió para voltear o digitar políticamente a distintos gobiernos; pero lo que no puede hacer es reemplazar electoralmente a los dirigentes partidarios. De allí el apuro que los aflige.
Al monopolio Clarín no podría haberle ido tan mal en su último derrotero.
Empujaron desde el 2008 el “liderazgo” de Julio Cobos como la carta que les aseguraría un triunfo conservador en las próximas elecciones.
Y Cobos acaba de ser derrotado en la interna del radicalismo bonaerense.
Empujaron en simultáneo a Mauricio Macri como la gran “esperanza blanca” de la derecha argentina, capaz de aglutinar detrás suyo a los sectores afines provenientes del peronismo conservador que había entrado en la diáspora después del largo plazo menemista y el corto plazo duhaldista.
Pero Macri hoy está más preocupado por su suerte judicial que por cuestiones electorales.
Impulsaron muy especialmente a Francisco de Narváez como la “cara nueva” de la política criolla. Y ahí está de Narváez entreverado con los rostros de la galería del miedo que es la fotografía sepia en el despacho de Adolfo Rodríguez Saa.
Es importante para la democracia que la derecha se muestre unida y en la vidriera pública. Y si tienen las manos a la vista, mucho mejor, para tranquilidad de todos.
Pero esa fotografía es la prueba de que ninguno de ellos pudo regenerar y fortalecer el tejido con el que están formados.
No hay allí una sola muestra de renovación política. Son más de lo mismo.
Al reencontrarse en una suerte de “Reunión de egresados, promoción 1960” empiezan a incubar una crisis interna, quizás letal para sus aspiraciones: determinar quién será la cabeza política y electoral del espacio conservador.
¿Será Duhalde? ¿Será de Narváez?
¿Podrá ser el huidizo Reuteman acusado por una ex detenida desaparecida de eliminar documentación referida al terrorismo de estado?
El otro dilema a resolver por el sector es determinar si competirán en las internas del Partido Justicialista o si preferirán marchar por afuera de sus estructuras.
Si eligieran esta última opción, entrarían perdiendo a la puja nacional.
Desertar de la interna es reconocer un fuerte temor al fracaso.
Mucho más cuando desde el oficialismo partidario se brindan todas las garantías para efectuar comicios limpios y transparentes.
¿O será justamente ese el motivo del temor?
Y por si todo esto fuera poco: ¿qué harán con Mauricio Macri? ¿Lo aceptarán luego en un frente común pese a su caída vertical en términos políticos?
Las causas judiciales sobre espionaje utilizando la estructura del estado no deberían ser un motivo de preocupación para algunos de estos dirigentes, como Miguel Ángel Toma, por ejemplo. Pero la perdida de votos, sí.
Con el radicalismo pasa otro tanto, en orden al reordenamiento interno.
El efecto burbuja del triunfo de Ricardo Alfonsín se diluirá rápidamente si el partido no logra unificar personería en su representatividad. Hasta ahora ese resultado tuvo paradójicamente un voto no positivo para Julio Cobos.
Justamente a él le tenía que pasar.
La militancia radical le bajó el pulgar al mendocino desleal, pero sigue en dificultades para construir un liderazgo capaz de aglutinar al conjunto.
En esas dos vertientes partidarias, el poder económico seguirá frotando la lámpara en su intento de despertar al “genio” con el que enfrentarán al tonificado proyecto nacional y popular liderado, sin dudas, por Cristina y Néstor Kirchner.
La vida es bella. Sigan participando.
Jorge Giles. Miradas al Sur, 13 de junio de 2010
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