PANORAMA POLÍTICO
Hubo un tiempo en que mentir y matar no ocasionaban un escándalo, un derrumbe, una estampida, un nada de nada.
Los dictadores, civiles y militares, mataban y mentían al tiempo que dictaban “decretos ley” para seguir vaciando el país.
Y Mirtha Legrand que ya almorzaba en la vidriera, no lo denunciaba. Por el contrario. Sumaba un tenedor y una cuchara de alpaca a la querella de la dictadura contra la campaña “antiargentina”. Se enternecía con Videla, almorzaba con Massera y cenaba con Agosti. ¿Iría de parrandas con Martínez de Hoz? ¿O con Harguindeguy? ¿O con el Tigre Acosta, que por entonces era más joven?
Todo esto es un decir, un toquecito al pasar. No se trata de ofender a una señora tan mayor.
Y sin embargo hoy, la vida sí se escandaliza con los pibes muertos en Bariloche y lo condena a viva voz.
La vida y el verdulero de la esquina y la señora que hace compras ya saben qué cosa es la muerte impune y qué cosa es la mentira.
En buena hora se ha corrido el telón. Aunque encuentre a esa señora sin maquillaje, siendo una señora tan mayor. Confesando que ella supo que era verdad lo que durante tantos años negara. Y no sólo lo negara.
Sermoneó desde el mullido sillón de la pantalla chica todas las veces que le vino en ganas, contra ese zurdaje tan pasado de moda, como le enrostró aquella vez a esa mujer tan bella entre las bellas, Cecilia Rossetto. “Estas muy politizada, querida”. “Basta de revolver el pasado”
Y ahora se despacha sin decir agua va:
“A mi sobrina la secuestraron junto a su pareja y ella se salvó por que era mi sobrina”. Claro, el compañero de la compañera no era ni el chozno de Legrand. Y por lo tanto, alpiste, desapareciste.
Los debates académicos intentan resolver el enigma de las pirámides: “¿Pero por qué lo dice ahora?”.
Todo se entiende en su contexto histórico. Sino, que levante la mano el que se indignó escuchándola en los almuerzos durante la dictadura. De ellos será el reino de los cielos. Una buena parte de esta sociedad que somos la aplaudió, o la escuchó y calló, o se preguntó si no tendría razón la señora que siempre fue mayor.
Que levante la mano los que se escandalizaron con Susana Giménez solidaria con la dictadura en el mismo programa y en el mismo tiempo.
Todo ha cambiado. “Malditos pingüinos”, dirán las divas.
Otros, cada vez son más, hablan como si aplicaran la Ley de Medios de la democracia por mano propia. Ajustician al olvido sin temores. Apedrean la impunidad de los dictadores después de tener las piedras amontonadas en el jardín de la casa.
Como Juan Carlos Clemente que desentierra las listas guardadas en Tucumán desde la prehistoria del terrorismo de estado, va hasta el juez y declara: “estos son los 293 nombres que figuran en el registro oficial que escondí durante 34 años. De ellos, 195 pasaron a Disposición Final. Léase, la muerte”
El error de los genocidas fue haber quebrado la voluntad política de ese hombre, sin prever que le quedaba una porción de alma, muy pequeña por cierto, pero suficiente para volver a traicionar. Esta vez, con mejor puntería.
¿Porqué ahora? Se repite la pregunta como una letanía.
En el Chaco se presenta en el Juicio Oral contra los genocidas, el hermano de uno de los jóvenes asesinados en la Masacre de Margarita Belén y presenta la desgravación de un ex soldado conscripto clase 55, Alfredo Maidana, que lo vio todo, que lo calló primero y después lo confesó.
Escribe el periodista Marcos Salomón de El Diario de la Región:
“Los imputados, Athos Rennes, Losito, Martínez Segón, Carnero Sabol, Reyes, Riquelme, Simoni y Luís Patetta, todos militares, más el policía Chas, permanecían incrédulos ante los testimonios. En medio surgió un dato, durante la declaración de Gustavo Piérola, hermano de Fernando, una de las víctimas, que aporta pruebas desconocidas hasta ahora y que ayudarían a aproximarse a la verdad histórica de la Masacre ocurrida el 13 de diciembre de 1976 a menos de 30 km de Resistencia, sobre la ruta 11, camino a Formosa.
La desgravación de una entrevista hecha años atrás al ex soldado, caló hondo. Maidana cuenta sobre una reunión en la sede militar del barrio La Liguria en la que se habría gestado el operativo “Encubrimiento rojo”, mas conocido como Masacre de Margarita Belén. Participaron: Antonio Serrano, Cristino Nicolaides, Jorge Larrateguy, Carlos Brinzoni, Terrat, Schenone, Patteta, dos cabos de apellido Gómez, los policías Thomas y Ceniquel. Reveló que en lo que hoy es la Base de Apoyo Logístico, en aquel tiempo había detenidos políticos, lo que lo convierte en un posible centro clandestino de detención. Entre los prisioneros había un español, muy torturado, un soldado y dos mujeres. Ya en la madrugada del 13 de diciembre retiran 30 detenidos en tres ambulancias blindadas, diez en cada una. Parten en caravana con autos y seis unimov del Ejército. Más tarde Maidana es conducido al lugar del “enfrentamiento”. Allí ve como Patetta lleva un detenido esposado y vendado, lo ubica en un Peugeot y le vuela la cabeza con una itaka (por otros relatos se sabe que la víctima fue Néstor Sala). “Ya habían matado a algunos, la mayoría estaban vendados y algunos desnudos” señaló Piérola siguiendo el relato de Maidana. Luego, Maidana ve que “abren una de las ambulancias, los detenidos gritaban y una mujer pedía clemencia. Como no querían bajar del vehiculo, los fusilan a los diez”. Camino al cementerio, ya de día, reconoce al español, que gritaba a sus torturadores: “Peguen tío, peguen, que aquí hay un hombre. Tenía tres tiros en la espalda, pedazos de corazón salían por delante y también lo habían castrado. Luego ve otros vehículos con cuerpos, tres hombres y una mujer, que es la misma que antes había visto en la base de La Liguria con los pechos cortados con navaja”
Esas voces están rompiendo definitivamente el cerco de la impunidad en el nuevo país de los argentinos.
Este domingo tan especial reflexionemos juntos y el que sepa algo de estas heridas u otras, permítase la satisfacción de poder contarlo donde corresponda.
Jorge Giles. Miradas al Sur, 20 de junio de 2010
Los dictadores, civiles y militares, mataban y mentían al tiempo que dictaban “decretos ley” para seguir vaciando el país.
Y Mirtha Legrand que ya almorzaba en la vidriera, no lo denunciaba. Por el contrario. Sumaba un tenedor y una cuchara de alpaca a la querella de la dictadura contra la campaña “antiargentina”. Se enternecía con Videla, almorzaba con Massera y cenaba con Agosti. ¿Iría de parrandas con Martínez de Hoz? ¿O con Harguindeguy? ¿O con el Tigre Acosta, que por entonces era más joven?
Todo esto es un decir, un toquecito al pasar. No se trata de ofender a una señora tan mayor.
Y sin embargo hoy, la vida sí se escandaliza con los pibes muertos en Bariloche y lo condena a viva voz.
La vida y el verdulero de la esquina y la señora que hace compras ya saben qué cosa es la muerte impune y qué cosa es la mentira.
En buena hora se ha corrido el telón. Aunque encuentre a esa señora sin maquillaje, siendo una señora tan mayor. Confesando que ella supo que era verdad lo que durante tantos años negara. Y no sólo lo negara.
Sermoneó desde el mullido sillón de la pantalla chica todas las veces que le vino en ganas, contra ese zurdaje tan pasado de moda, como le enrostró aquella vez a esa mujer tan bella entre las bellas, Cecilia Rossetto. “Estas muy politizada, querida”. “Basta de revolver el pasado”
Y ahora se despacha sin decir agua va:
“A mi sobrina la secuestraron junto a su pareja y ella se salvó por que era mi sobrina”. Claro, el compañero de la compañera no era ni el chozno de Legrand. Y por lo tanto, alpiste, desapareciste.
Los debates académicos intentan resolver el enigma de las pirámides: “¿Pero por qué lo dice ahora?”.
Todo se entiende en su contexto histórico. Sino, que levante la mano el que se indignó escuchándola en los almuerzos durante la dictadura. De ellos será el reino de los cielos. Una buena parte de esta sociedad que somos la aplaudió, o la escuchó y calló, o se preguntó si no tendría razón la señora que siempre fue mayor.
Que levante la mano los que se escandalizaron con Susana Giménez solidaria con la dictadura en el mismo programa y en el mismo tiempo.
Todo ha cambiado. “Malditos pingüinos”, dirán las divas.
Otros, cada vez son más, hablan como si aplicaran la Ley de Medios de la democracia por mano propia. Ajustician al olvido sin temores. Apedrean la impunidad de los dictadores después de tener las piedras amontonadas en el jardín de la casa.
Como Juan Carlos Clemente que desentierra las listas guardadas en Tucumán desde la prehistoria del terrorismo de estado, va hasta el juez y declara: “estos son los 293 nombres que figuran en el registro oficial que escondí durante 34 años. De ellos, 195 pasaron a Disposición Final. Léase, la muerte”
El error de los genocidas fue haber quebrado la voluntad política de ese hombre, sin prever que le quedaba una porción de alma, muy pequeña por cierto, pero suficiente para volver a traicionar. Esta vez, con mejor puntería.
¿Porqué ahora? Se repite la pregunta como una letanía.
En el Chaco se presenta en el Juicio Oral contra los genocidas, el hermano de uno de los jóvenes asesinados en la Masacre de Margarita Belén y presenta la desgravación de un ex soldado conscripto clase 55, Alfredo Maidana, que lo vio todo, que lo calló primero y después lo confesó.
Escribe el periodista Marcos Salomón de El Diario de la Región:
“Los imputados, Athos Rennes, Losito, Martínez Segón, Carnero Sabol, Reyes, Riquelme, Simoni y Luís Patetta, todos militares, más el policía Chas, permanecían incrédulos ante los testimonios. En medio surgió un dato, durante la declaración de Gustavo Piérola, hermano de Fernando, una de las víctimas, que aporta pruebas desconocidas hasta ahora y que ayudarían a aproximarse a la verdad histórica de la Masacre ocurrida el 13 de diciembre de 1976 a menos de 30 km de Resistencia, sobre la ruta 11, camino a Formosa.
La desgravación de una entrevista hecha años atrás al ex soldado, caló hondo. Maidana cuenta sobre una reunión en la sede militar del barrio La Liguria en la que se habría gestado el operativo “Encubrimiento rojo”, mas conocido como Masacre de Margarita Belén. Participaron: Antonio Serrano, Cristino Nicolaides, Jorge Larrateguy, Carlos Brinzoni, Terrat, Schenone, Patteta, dos cabos de apellido Gómez, los policías Thomas y Ceniquel. Reveló que en lo que hoy es la Base de Apoyo Logístico, en aquel tiempo había detenidos políticos, lo que lo convierte en un posible centro clandestino de detención. Entre los prisioneros había un español, muy torturado, un soldado y dos mujeres. Ya en la madrugada del 13 de diciembre retiran 30 detenidos en tres ambulancias blindadas, diez en cada una. Parten en caravana con autos y seis unimov del Ejército. Más tarde Maidana es conducido al lugar del “enfrentamiento”. Allí ve como Patetta lleva un detenido esposado y vendado, lo ubica en un Peugeot y le vuela la cabeza con una itaka (por otros relatos se sabe que la víctima fue Néstor Sala). “Ya habían matado a algunos, la mayoría estaban vendados y algunos desnudos” señaló Piérola siguiendo el relato de Maidana. Luego, Maidana ve que “abren una de las ambulancias, los detenidos gritaban y una mujer pedía clemencia. Como no querían bajar del vehiculo, los fusilan a los diez”. Camino al cementerio, ya de día, reconoce al español, que gritaba a sus torturadores: “Peguen tío, peguen, que aquí hay un hombre. Tenía tres tiros en la espalda, pedazos de corazón salían por delante y también lo habían castrado. Luego ve otros vehículos con cuerpos, tres hombres y una mujer, que es la misma que antes había visto en la base de La Liguria con los pechos cortados con navaja”
Esas voces están rompiendo definitivamente el cerco de la impunidad en el nuevo país de los argentinos.
Este domingo tan especial reflexionemos juntos y el que sepa algo de estas heridas u otras, permítase la satisfacción de poder contarlo donde corresponda.
Jorge Giles. Miradas al Sur, 20 de junio de 2010
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