lunes, 14 de junio de 2010

El abrazo de los dioses

La fotografía que recorre el mundo es elocuente.
Diego Maradona abraza con alma y vida a Lionel Messi al final del partido frente a Nigeria.
El viejo y eterno Capitán levanta hasta el cielo al nuevo 10 de la Selección.
Es el abrazo de los dioses que, aunque lo nieguen por cábala y prudencia, quieren cumplir el sueño del campeón.
Hay una seguridad: estos jugadores van a dar pelea hasta el final.
Y si alguien sonríe mordazmente por esta afirmación, es porque profesa la petulancia de quienes intelectualizan la pasión a la hora de las sábanas.
Pobrecitos, perdónalos Señor, ellos no saben lo que es el amor. Y menos saben de esa metáfora del amor que es el fútbol.
Por esos dos petisos gigantes de la foto transcurre la historia del fútbol nuestro.
Por la gambeta y el quiebre de cintura y el enganche y la diagonal filosa de Lionel perforando la defensa del adversario.
Hay equipo, faltan más goles.
No podemos permitirnos ese lujo de no mandarla hasta el fondo de la red, les dijo el Diego en los camarines.
Pero estamos en carrera.
Pese a los agoreros, a las malas ondas, a los pesimistas del Clarín y el canal 13, Argentina ganó y ahora va por la gloria frente a Corea.
Todas serán finales para la Selección argentina. No habrá partidos fáciles y difíciles. Todos serán partidos bravos. Y hay que ganarlos, caiga quien caiga, cueste lo que cueste. La filosofía está a la vista: no sólo hay que jugar bien, hay que ganar. Y viceversa: no sólo hay que ganar, hay que jugar bien.
Mientras tanto aquí los melones vuelven a desacomodarse en el carro de la derecha pejotista.
A poco de sacarse juntos otro tipo de fotografía, más añeja y sombría, a minutos que De Narváez le ofrezca la candidatura a vicegobernadora a Chiche Duhalde, la esposa del ex senador le respondió algo así: “muchas gracias, pero con usted no voy a ningún lado”
A escasas horas de debatir sobre el “qué hacer” desde esa derecha pejotista con Mauricio Macri, que sí o que no, mientras el macrismo ponía la cara para señalar amablemente que estaban dispuestos a conversar con ellos, el Colorado De Narváez metió una zancadilla que lo sacó de la cancha al jefe de la ciudad.
Lo trató de “derechoso y bipolar”. Así nomás.
Del lado de Macri habrán pensado estupefactos “pero mira quién habla”
Ellos son así. Se sacan los ojos cuando es necesario.
Glamorosos y perfumados cuando se creen ganadores.
Feos, sucios y malos, cuando caen en desgracia.
¿Cuánto tiempo pasó desde aquella otra foto en pose de nuevos ricos y famosos, con Macri, De Narváez y Solá?
Entonces se tiraban con flores. Hoy se tiran con huevos podridos.
¿O De Narváez conocerá algo más de la suerte judicial de Macri por ese asunto de los espionajes? ¿Alguien le habrá soplado que Macri está a punto caramelo de caer en un grave revés judicial con todas las pruebas acumuladas en su contra?
Quizás por eso se despegue tan brutalmente de los muchachos del Pro.
Ya se sabe que en esos círculos no existe la palabra “lealtad”.
Y aunque luego quisieran los dueños de los piolines: ¿Cómo recompondrán relaciones después de tamaña bofetada?
Quizá estas declaraciones son parte del “efecto Bicentenario” y hasta De Narváez le descubre cierto encanto al progresismo.
Macri debería poner las barbas en remojo con tanto barullo en su frente interno y con las deserciones legislativas que viene sufriendo.
El campo popular, en tanto, no baja la guardia, sigue gobernando con una economía que no para de crecer, mientras los niveles de consumo interno, recuperación del empleo y de la autoestima nacional le dan el mejor contexto social.
Ojala la política se identifique con el fútbol de la Selección.
“Nosotros estamos en la lucha y eso es lo que me pone tranquilo y feliz”, dijo Maradona ayer.
“El rival somos nosotros y por eso dependemos de nosotros mismos”, señaló Messi.
“A veces el destino no está a tu favor; la clave es crearlo”, afirmó el Pipita Higuaín.
En esa filosofía de potrero se nutren las mejores causas colectivas.



Jorge Giles. El Argentino, 14 de junio de 2010

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