La
presidenta y su comitiva culminan exitosamente en estas horas con el último
punto de la hoja de ruta que los llevó a Emiratos Árabes Unidos, Indonesia y la
República Socialista de Vietnam.
Vuelven con
las alforjas llenas de convenios de intercambio y cooperación económica y comercial;
con acuerdos de inversión por miles de millones de dólares y con encuentros
presidenciales, ministeriales y empresariales comprometidos.
Cuando Cristina
emprende estas giras se tiene la percepción que es la Argentina la que sale con
ella a ampliar sus fronteras en el mundo. A diferencia de aquellas otras que
los funcionarios realizaban antes del derrumbe del 2001 y 2002.
Comparemos
esta gira presidencial con el pasa sombrero de Rajoy ante Ángela Merkel y el
FMI y el hurto a los bolsillos de los pasajeros
del subte de su correligionario local, Mauricio Macri.
Son
expresiones de dos modelos y actitudes tan antagónicas que ayudan a dimensionar
el volumen y la calidad de la presencia argentina allí donde el mundo está
apostando al trabajo, a la producción y al consumo masivo como fuentes de
reactivación de la economía global.
Unos salen
a mendigar más leña para el fuego que incinera a sus pueblos.
La Argentina,
en cambio, sale a ofrecer sus productos, a venderlos e intercambiarlos y a
consolidar las relaciones de respeto mutuo y soberano con los países que hoy
constituyen la locomotora de la economía mundial.
Este sur
del mundo, tan lejano y tan cercano, no atraviesa por la misma crisis que azota
a Europa, sino que está en franco desarrollo y crecimiento, si se analiza el largo
plazo. Es así como se deben analizar las cosas y no en el vaivén de las bolsas
diarias y el “riesgo país” que imponen las “consultoras de riesgo” que,
sabemos, no son más que la fachada del capitalismo parasitario y financiero que
empujó al viejo mundo a esta situación caótica que atraviesan.
Como en
todo desarrollo, desigual y combinado, los aciertos del proyecto de país que
lidera Cristina desnudan la mediocridad del abanico opositor.
Cristina
está en el siglo XXI mientras que los
sujetos políticos que encarnan ese arco viven, piensan y hablan como si
estuvieran aún en el siglo pasado. Han renunciado a hacer política desde que estalló
el sistema político en el 2001 y siguen abrazados a los leños del naufragio del
país que fue. Por eso la crisis que sufren es terminal.
Como en una
noria de ficción dan vueltas y vueltas sobre ejes falsos que nada tienen que
ver con la realidad de la gente. Si el capitalismo europeo no tiene salida
apostando a los mismos remedios financieros que los llevó a este trance, los
opositores locales corren igual suerte si siguen creyendo que el jabón no es
jabón, sino queso.
Los días de
enero fueron testigos de los peores dislates cometidos por el estado mayor de
esa oposición, o sea, por el Grupo Clarín.
“Se fueron
de mambo” dicen en el barrio.
Ya no multiplican
un mismo crimen durante cinco días seguidos. No les alcanza. Entonces instalan
un crimen de hace cinco años como si fuese hoy, faltando no sólo a las más
mínimas normas éticas del periodismo, sino lo que es peor, al elemental deber humano
de respetar el dolor ajeno. Lo mismo sucedió con una fotografía en el Chaco, tomada
y publicada hace tres años y mágicamente, repetida hoy.
Son capaces
de todo. En un año donde las urnas decidirán democráticamente la marcha de los
argentinos, habrá que estar atentos con lo que hagan y dejen de hacer.
La
desesperación es mala consejera, siempre. La oposición, colonizada por el poder
económico mediático, seguirá el mismo derrotero.
Es
necesario analizar en profundidad esta coyuntura donde el mundo y una época
están cambiando.
Cuando el neoliberalismo
secuestró la política y el concepto de Geopolítica tan valorado en otros años, sólo
se habló de manera playa de “las relaciones internacionales” y de “la inserción
en el mundo”. Y el mundo eran ellos, los que ejecutaban el sometimiento
impuesto desde el Consenso de Washington.
Así, la
tierra volvió a ser plana y los del norte mandaban a los del sur y los del sur
no podían comunicarse entre ellos sin pedir permiso al norte.
Al colapso
del equilibrio bipolar le sucedió el mundo unipolar; y a la crisis unipolar que
perdura, le sucede esta búsqueda multipolar que estamos transitando.
La Geopolítica
volvió porque el cambio sucedió, la tierra volvió a ser redonda y los países
del sur se empiezan a encontrar entre ellos.
Este es un
signo vital del cambio de época que habrá que entender en toda su dimensión
para advertir hacia dónde va el mundo en el siglo XXI.
Cuando Cristina
dice en Indonesia que la crisis global continuará y que algunos líderes de los
llamados países centrales no entienden esta encrucijada de la historia, está señalando
dos aspectos constitutivos de una crisis estructural: su permanencia en el
tiempo y el vasto alcance de la incertidumbre en esos países.
La crisis
estructural se identifica por su síntoma más elocuente: la bifurcación del
sistema-mundo, afirma Immanuel Wallerstein. Toda la estructura social,
económica, política, cultural entra en crisis. Y es esa situación la que impacta
sobre las instituciones y los Estados y también en el microcosmos de las
personas.
No es que
la democracia sea sinónimo de conflictividad, como a veces se escucha decir. Es
la crisis estructural de la sociedad la que genera, cuando llega a su punto de
bifurcación, dos opciones para definir el mundo que vendrá.
Esas
opciones responden a su vez a bloques de poder que disputan la dirección de los
vientos: o nos alineamos con un mundo que está naciendo desde el sur del
planeta, desde América Latina y el Caribe, China, India, Indonesia y los países
africanos o volvemos al viejo esquema colonial del centro
y la periferia, del norte que manda y crece y el sur que obedece y empobrece.
O tenemos
Estado para el conjunto de la sociedad o Estado para las minorías del
privilegio.
El momento
es apasionante.
Tranquilos.
La Argentina ya eligió su lugar en el mundo.
Miradas al Sur, domingo 20 de enero de 2013
foto: La Presidenta Cristina Fernández de Kirchner exhibe una de las cerezas exportadas desde la Patagonia a Abu Dhabi y que se sirvieron como uno de los postres en el almuerzo que el Presidente de los Emiratos, Khalifa Bin Zayed Al Nahyan, ofreció en honor de la mandataria Argentina
foto: La Presidenta Cristina Fernández de Kirchner exhibe una de las cerezas exportadas desde la Patagonia a Abu Dhabi y que se sirvieron como uno de los postres en el almuerzo que el Presidente de los Emiratos, Khalifa Bin Zayed Al Nahyan, ofreció en honor de la mandataria Argentina
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