Alguna vez fuimos plenamente felices en este país.
Y ese dato histórico es el verdadero hecho maldito para los injustos que buscan atrasar todos los relojes. Porque en algún lugar de la memoria colectiva quedó impregnado para siempre el valor del trabajo, de las vacaciones pagas, del salario familiar, de las Convenciones Colectivas, de la Salud y la Educación Pública.
Fuimos tan felices que el ingreso se repartía por partes iguales entre trabajadores y empresarios y por si fuera poco, fuimos plenamente soberanos como Nación.
No es un dato menor. Porque ese pasado nos remite al futuro que queremos construir.
Si alguna vez fuimos felices, podemos volver a serlo.
¿Cuál es la clave para lograrlo nuevamente? Son muchas, pero sin dudas que la voluntad política de los gobernantes de fundar por segunda vez la matriz de un país industrial, inclusivo, desarrollado, integrado, es la primera de esas claves.
Es la voluntad del proyecto político gobernante la que define el rumbo. El que gobierna es el que hace y guía la nave hacia buen puerto.
O como ya nos pasó, la encalla en aguas peligrosas, hasta que se hunda.
Una segunda clave es el rol que se le asigna al Estado y una tercera, es la voluntad del pueblo.
Las condiciones para cambiar la historia de desencuentros están.
Superar, como lo hicimos, la crisis del 2001 y 2002, la crisis más grave que hayamos sufrido, y emprender una ruta de navegación favorable al desarrollo nacional, es algo para compartir entre todos los argentinos, piensen como piensen políticamente.
Pero lamentablemente no ocurre así.
No todos sienten orgullo nacional por tener un gobierno que, mucho antes que Barack Obama, planteara que de la crisis causada por el neoliberalismo sólo se salía con más trabajo, más producción, más consumo.
No es un burdo chauvinismo aceptar como posible al menos, lo que dicen otros políticos y gobernantes extranjeros, de que la Argentina va camino a volver a ser uno de los diez países más desarrollados del mundo.
Si este modelo prospera, no tendrá techo en su expansión, porque precisamente su meta es el pleno empleo, la redistribución equitativa del ingreso, la sustitución de importaciones, la producción nacional.
Al contrario, otros modelos se identifican, por el corsé que imponen al crecimiento.
Por eso los opositores hablan de “enfriar la economía”, como reclamó hace un tiempo Prat Gay y Carrió. Es coherente con su mirada del mundo. La misma visión que tiene Francisco De Narváez, el candidato que fuera principal asesor de Carlos Menem en las presidenciales del 2003.
Es parte de la política de siempre, dicho con total objetividad.
La memoria les juega en contra.
Es increíble cómo malgastan sus días de campaña con ese bochorno de las impugnaciones, sin presentar propuesta alguna para poder analizarlas, compararlas, valorarlas.
¿Se habrá enterado la oposición que la Presidenta inauguró ayer la firma del Contrato de Construcción de la línea eléctrica Comahue-Cuyo, que constituye una de las obras estructurales más importantes de las últimas décadas?
Sume usted, una línea de alta tensión que lleva energía a los pueblos más lejanos a un sueño colectivo y le dará un país.
Sume además el dato que revela que las ventas en los supermercados crecieron en el último año, el 20, 6 % y agréguele una pizca de esperanzas, y tendrá una sociedad que está viva.
Sume ahora la incorporación de más de 4 millones de nuevos empleos y la incorporación de más de dos millones de nuevos jubilados con el crecimiento del turismo nacional y ahí apreciará usted que este país se ha puesto de pie nuevamente.
El contexto no es un lecho de rosas. Somos parte indisoluble de un mundo que se desploma. Y seguimos sufriendo las ondas expansivas de la crisis que dejó sin tonicidad ni representación social a muchos de los partidos políticos tradicionales.
En ese contexto, hay un proyecto político nacional, hay un modelo de desarrollo con inclusión social y hay un Estado que se puso nuevamente del lado de los humildes y de los que apuestan al mercado interno.
Ahora viene usted. Y usted. Y usted. Porque no hay magia en los asuntos del destino de una nación. Es el pueblo el que en definitiva valora lo que sus gobernantes hacen o dejaron de hacer a su debido tiempo.
En apenas cinco domingos, este pueblo que somos hablará a través de su voto.
Esa será la palabra definitiva.
Y ese dato histórico es el verdadero hecho maldito para los injustos que buscan atrasar todos los relojes. Porque en algún lugar de la memoria colectiva quedó impregnado para siempre el valor del trabajo, de las vacaciones pagas, del salario familiar, de las Convenciones Colectivas, de la Salud y la Educación Pública.
Fuimos tan felices que el ingreso se repartía por partes iguales entre trabajadores y empresarios y por si fuera poco, fuimos plenamente soberanos como Nación.
No es un dato menor. Porque ese pasado nos remite al futuro que queremos construir.
Si alguna vez fuimos felices, podemos volver a serlo.
¿Cuál es la clave para lograrlo nuevamente? Son muchas, pero sin dudas que la voluntad política de los gobernantes de fundar por segunda vez la matriz de un país industrial, inclusivo, desarrollado, integrado, es la primera de esas claves.
Es la voluntad del proyecto político gobernante la que define el rumbo. El que gobierna es el que hace y guía la nave hacia buen puerto.
O como ya nos pasó, la encalla en aguas peligrosas, hasta que se hunda.
Una segunda clave es el rol que se le asigna al Estado y una tercera, es la voluntad del pueblo.
Las condiciones para cambiar la historia de desencuentros están.
Superar, como lo hicimos, la crisis del 2001 y 2002, la crisis más grave que hayamos sufrido, y emprender una ruta de navegación favorable al desarrollo nacional, es algo para compartir entre todos los argentinos, piensen como piensen políticamente.
Pero lamentablemente no ocurre así.
No todos sienten orgullo nacional por tener un gobierno que, mucho antes que Barack Obama, planteara que de la crisis causada por el neoliberalismo sólo se salía con más trabajo, más producción, más consumo.
No es un burdo chauvinismo aceptar como posible al menos, lo que dicen otros políticos y gobernantes extranjeros, de que la Argentina va camino a volver a ser uno de los diez países más desarrollados del mundo.
Si este modelo prospera, no tendrá techo en su expansión, porque precisamente su meta es el pleno empleo, la redistribución equitativa del ingreso, la sustitución de importaciones, la producción nacional.
Al contrario, otros modelos se identifican, por el corsé que imponen al crecimiento.
Por eso los opositores hablan de “enfriar la economía”, como reclamó hace un tiempo Prat Gay y Carrió. Es coherente con su mirada del mundo. La misma visión que tiene Francisco De Narváez, el candidato que fuera principal asesor de Carlos Menem en las presidenciales del 2003.
Es parte de la política de siempre, dicho con total objetividad.
La memoria les juega en contra.
Es increíble cómo malgastan sus días de campaña con ese bochorno de las impugnaciones, sin presentar propuesta alguna para poder analizarlas, compararlas, valorarlas.
¿Se habrá enterado la oposición que la Presidenta inauguró ayer la firma del Contrato de Construcción de la línea eléctrica Comahue-Cuyo, que constituye una de las obras estructurales más importantes de las últimas décadas?
Sume usted, una línea de alta tensión que lleva energía a los pueblos más lejanos a un sueño colectivo y le dará un país.
Sume además el dato que revela que las ventas en los supermercados crecieron en el último año, el 20, 6 % y agréguele una pizca de esperanzas, y tendrá una sociedad que está viva.
Sume ahora la incorporación de más de 4 millones de nuevos empleos y la incorporación de más de dos millones de nuevos jubilados con el crecimiento del turismo nacional y ahí apreciará usted que este país se ha puesto de pie nuevamente.
El contexto no es un lecho de rosas. Somos parte indisoluble de un mundo que se desploma. Y seguimos sufriendo las ondas expansivas de la crisis que dejó sin tonicidad ni representación social a muchos de los partidos políticos tradicionales.
En ese contexto, hay un proyecto político nacional, hay un modelo de desarrollo con inclusión social y hay un Estado que se puso nuevamente del lado de los humildes y de los que apuestan al mercado interno.
Ahora viene usted. Y usted. Y usted. Porque no hay magia en los asuntos del destino de una nación. Es el pueblo el que en definitiva valora lo que sus gobernantes hacen o dejaron de hacer a su debido tiempo.
En apenas cinco domingos, este pueblo que somos hablará a través de su voto.
Esa será la palabra definitiva.
(Jorge Giles- El Argentino, 28.05.09)
2 comentarios:
JORGE:
Te felicito por el impecable post que escribiste. Hace tiempo que sigo tu blog, me siento totalmente identificada con tus escritos, los cuales comparto con mi gente. Algo similar te escribi en tu nota de El Argentino, pero alli tuve varias discusiones por defender lo que pienso. Y despues nos tratan de autoritarios...
Gracias por el espacio de reflexion que nos brindas y por darnos palabras para defender este modelo de pais a los que a veces nos agobian las criticas malintencionadas.
Un Abrazo
ELENA
Y hablará muy alto. Hablará con la memoria; la que está a flor de piel, la que se vive todos los días, y la profunda, la de nuestros abuelos, la de nuestos padres, la de nuestros hermanos que dieron la vida por esta sociedad que hoy, de a poco, de a muy poco, pero estamos construyendo.
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