Cuando ayer por la tarde nos enterábamos que algunas familias empezaban a embanderar sus casas luego de escuchar el mensaje de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner y que muchos compatriotas marchaban alegres hacia Plaza de Mayo y las plazas de los pueblos, creíamos sentir que un temblor imperceptible nos recorría el cuerpo.
Desde General Mosconi, en el norte salteño, hasta Cutral-Có, en el sur patagónico. Y desde Mendoza, en la Cordillera, hasta ese mar que baña nuestras Islas Malvinas.
No parábamos de llorar y reír al mismo tiempo. Sabíamos que no era una mera decisión económica la que se tomaba.
Era sentir la patria en su estado más puro.
Volvimos a ser un país soberano. Volvimos a sentir el goce de ese sentimiento que en el barrio llamamos: “orgullo nacional”. Volvimos a sentirnos parte de un todo y ese todo es la patria y es la nación y es el pueblo. Volvimos a protagonizar de cerca o de lejos, pero en vivo y en directo, la escritura gruesa y fina de la historia.
Es que volvimos a recuperar YPF; de eso se trata.
Ahora vendrán los economistas y los especialistas y nos desasnarán de todo lo que perdimos y todo lo que ganaremos de ahora en más.
Y vendrán los agoreros que pronosticarán los “costos” que pagaremos por tamaña osadía liberadora.
Y vendrán los titulares y las editoriales de los diarios cipayos, más cipayos que nunca.
Pero también y por sobre todo, vendrán los pibes y los hijos de los pibes que sabrán de ahora en más que, definitivamente, tenemos patria para rato. O para siempre, si así lo decidimos entre todos.
Y a galope de esos pibes que son el presente y el futuro entre nosotros, vendrá la historia de lo mejor que tenemos en esta tierra nuestra.
Que sepan todos, de este lado del mar y del otro lado, que la decisión de Cristina representa como mínimo la voluntad de 39 de los 40 millones de argentinos que hoy somos. Porque no es una medida cualquiera la que tomó nuestra Presidenta, la Presidenta coraje como la llamaba Néstor Kirchner.
Es una decisión que tiene el tamaño y la altura de la patria. Y nos animamos a decir que es tan trascendente, como la propia fundación de la empresa YPF.
Aquella vez, don Hipólito Yrigoyen la imaginó, con Mosconi y con Savio, en medio de la nada. Y escribieron la historia con letras de molde.
Pero esta vez, Cristina la soñó después del gran saqueo, después de la guadaña del neoliberalismo y lo que es más importante y más osado, la soñó y la despertó en el preciso instante que aquellos mismos saqueadores y gente de igual calaña, sus bancos, sus financieras, sus ladrones de guantes blancos, deciden en Europa qué hacer con otros pueblos hermanos.
Celebremos: YPF vuelve a casa.
El Argentino, martes 17 de abril de 2012
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