domingo, 9 de octubre de 2011

Ejercicio plástico para la victoria


Algo profundo bulle por abajo. El pueblo lo percibe. Sabe que esta vez es dueño de su destino. Y no importa que no lo entiendan los opositores y sus patrones mediáticos.

A dos semanas de ese instante decisorio de las elecciones, el análisis calla, respetuoso, ante la poesía desplegada en cada acción de Cristina con su pueblo.

Si ya es difícil decir algo más bello que el silencio, es más arduo describir la realidad como lo hace ella.

Es hora de pensar profundo y allá lejos.

¿Qué sentiría la piel de un hombre, mojada de lluvia, cuando la palabra lluvia aún no existía?

¿Qué sentiría la muchacha que descalza caminaba sobre la orilla del mar y el viento alborotaba sus cabellos y la palabra viento no existía?

¿Qué sentiría el pueblo cuando aún no se sabía pueblo y andaban los unos y los otros desolados, abandonados, olvidados, a la intemperie del puro amor no correspondido?

Ni la lluvia ni el viento valdrían un soneto de amor si no tuvieran nombre.

Así, el pueblo anduvo disperso mucho tiempo y lo llamaban “gente”.

Sólo cuando se juntó con sus banderas, cruzó el Riachuelo y mojó las patas en la fuente de la Plaza, empezó a ser pueblo de veras.

La Argentina sabe desde el primer día de Kirchner, qué cosa es la lluvia, qué cosa es el viento y sobre todo sabe, que es un pueblo el que la habita en su ancha y larga geografía.

De eso se trata el nombre de las cosas.

De la identidad de un pueblo, en tanto sentimiento y categoría política; el mismo pueblo que desde hace doscientos años desvela el sueño de los justos.

A escasas dos semanas de la elección presidencial, la historia no toca retirada.

Ni hace sonar el clarinete de silencio para nadie.

Ni llama al tambor mayor para que alegre la alborada en plena noche.

La historia, como la poesía, se guían por las agujas de su propio reloj: la vida plena.

Por eso la Presidenta trajina cada jornada como si fuese la primera de su primer gobierno. Se sabe un instrumento de esta gesta.

Como lo fueron nuestros primeros padres en su intento por tallar en tierra firme el rumbo de una nación decidida a nacer en nombre de una revolución.

De mayo a octubre. De 1810 a 1945.

Equivocado aquel que crea que todo ya está dicho. O el que confíe en la amable redención de los injustos. Equivocado quien crea que esta oposición tan llena de agachadas y tan vacía de ideas, es el único adversario a batir en la batalla del cuarto oscuro. O el que crea que este proyecto político es hijo de la vaga suerte.

El 23 de octubre no se alinearán los planetas ni Cupido lanzará sus flechas al corazón de nadie.

Ese día el pueblo dirá “presente” con su voto, mirándose al espejo de su propia memoria.

Nos desprenderemos de la vieja piel que nos quedaba para alumbrar una nueva y victoriosa piel más parecida a lo que somos desde siempre.

Nos hemos reencontrado con nuestro destino americano, con los pies mojados en aquella fuente de los descamisados.

Si ha vuelto la belleza, es porque volvió el sentido de justicia para todos.

Estamos en ese preciso instante que decidimos de a uno y colectivamente, ser nosotros mismos.

El ejercicio plástico de esta victoria requiere la destreza ondulante y envolvente del mexicano Siqueiros pintando a su amada con el ocre nostalgioso del destierro.

Lo pintó en un sótano. A escondidas de los dictadores. Por allí pasaron Neruda, Borges, Alfonsina Storni y García Lorca. Algunos dicen que pasó Perón. Sus figuras son criaturas del mar en movimiento. Fueron tapadas y negadas una y mil veces. Pero resistió. Y allí está, rescatada por Cristina, en el Museo del Bicentenario.

Una metáfora perfecta de la victoria nacional y popular.

El pintor lo llamó “Ejercicio plástico” para disimular.

Como si dijera a dúo con Gatica, “de pintura y de política no sabemos nada. Somos peronistas”.

No será una victoria cualquiera y a cualquier costo. Llega para quedarse con nosotros a consagrar la primavera.

A esta victoria le hemos visto los pies solamente. Ahora empezamos a descubrir sus ojos.

Y desde aquel milagro, no hay retorno al pasado.

Por eso no es casualidad que haya vuelto Paco Urondo en estos días.

Se hizo justicia con su palabra derramada.

La lluvia y el viento recuperaron su nombre y el pueblo recuperó a su poeta.

De nada valdrán los racionalistas que quieren envasar la historia como una gaseosa.

Este torrente que somos se expresó como pudo y como mejor le salió en cada etapa. Seguramente ni Paco ni Norma ni Rodolfo quisieron caer en la emboscada. Por eso cantamos todavía con su ausencia, como si estuvieran presentes, ahora y en la hora de nuestra vida. Amén.

Como se verá, la proximidad del 23 de octubre aleja los fantasmas del olvido y los tristes volantes de los que se declaran derrotados de antemano.

La victoria no tiene más dueño que este pueblo que no rindió su alegría ni en la hora más amarga. Por eso reina la calma en las trincheras pueblerinas de la esperanza. No hay euforia estéril y ese solo dato, desconcierta a los dueños del poder.

Ni hablar de sus mediocres servidores en las huestes partidarias.

La derecha perdió su rumbo en el preciso momento en que el pueblo reencontraba el suyo.

Por eso va feliz a la batalla en nombre del amor y la unidad.

En los días que resten hasta el 23, habrá que redoblar el esfuerzo para que la victoria sea tan alegre y suficiente que aleje por completo los monopolios de la mentira, que pueda convertir el desempleo que nos queda en un trabajo digno para todos, que nadie pise una trampa en el camino, que fijemos al mapa de los argentinos la huella indisoluble de la inclusión social.

Esa será la única victoria que festejemos de veras. La que nos tienda un poncho sin pedirnos carné de pertenencia.

No se trata de ganar por ganar.

Somos un proyecto de nación, no sólo una divisa partidaria. Dice Cristina.

Somos los hijos de las Madres de Plaza de Mayo en el tibio regazo de Hebe y somos los nietos de las Abuelas de la Plaza. Dijo Néstor.

Somos aquel que estaba solo, a la espera.

Somos la patria con un ala herida.

Bajo la lluvia y el viento, somos un pueblo, por fin.


Miradas al Sur, domingo 9 de octubre de 2011

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Quien es el de la foto?

Greta dijo...

Hermosa reflexión, Jorge.
Gracias!

Greta

jorge giles dijo...

Gracias, gracias a vos, Greta. Un abrazo de pájaros libres, en medio de la lluvia y el viento, buscando un árbol, una rama, un refugio, algo que sirva para esperar el día luminoso del domingo 23!!!
Jorge

Sara Arrascoitia dijo...

Que bueno!! es una poesía, alimento de la esperanza!! Muchas gracias.