Hoy es el Día de la Lealtad. Un día peronista.
Una fecha que el calendario inscribe como fundante en la historia del pueblo durante el siglo XX.
Más allá de los partidismos.
Fue el 17 de octubre de 1945.
El coronel Juan Domingo Perón preso en la Isla Martín García.
Los trabajadores se movilizan de la periferia al centro reclamando la libertad del líder. Cruzan en canoas, incluso a nado, el Riachuelo. Llegan a Plaza de Mayo. Mojan los pies desnudos y cansados en las fuentes, para el horror de los “vecinos decentes” de la ciudad.
“Eran el subsuelo de la patria, sublevado”, como lo definió Raúl Scalabrini Ortiz.
Por la noche, Perón es liberado y habla a la multitud que lo aclamaba en la Plaza.
No llama a la violencia ni a la revancha ni estimula el odio entre los argentinos.
Llama a defender la voluntad popular, en paz. De casa al trabajo y del trabajo a casa.
El gobierno del general Farrel convoca a elecciones democráticas.
Triunfa el joven movimiento peronista.
El proyecto nacional y popular devolverá al pueblo con Perón y Evita, la justicia social, la soberanía política y la independencia económica que Rivadavia, Mitre y los conservadores de la Unión Democrática conducidos por el embajador norteamericano, Spruille Braden, les habían conculcados durante siglo y medio.
Hipólito Yrigoyen, antecedente del proyecto nacional unos años antes, fue derrocado por la oligarquía y el incipiente fascismo de los dictadores Uriburu y Justo.
De allí venimos todos. Los unos y los otros.
Volver a las fuentes significa, entonces, valorar al pueblo como sujeto histórico y protagonista de los cambios.
El 17 de octubre no divide aguas más que entre los justos y los injustos.
Cuando habla Perón ante ese pueblo, su mensaje es de unidad, no de divisiones.
“Trabajadores: únanse; sean hoy más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse en esta hermosa tierra la unidad de todos los argentinos”
Ese país pujante, creativo, pacífico y rebelde al mismo tiempo, proponía un abrazo a los que sólo destilaban odio.
Dirá Arturo Jauretche tiempo después: “El país ya era otro país y no quisieron entenderlo. La nueva realidad no cabía ni en el sindicalismo, ni en los partidos políticos preexistentes. El 17 de octubre más que representar la victoria de una clase, es la presencia del nuevo país…Lo viejo no comprendía al país nuevo…”
Volver a las fuentes significa entender que estamos transitando un cambio de época, como en aquel momento.
Serán la unidad nacional, la participación popular y un nuevo liderazgo, los actores decisivos para protagonizarlo.
En eso anda la historia nuevamente.
Y hay que saber apreciarla. Con lealtad.
El Argentino, lunes 17 de octubre de 2011
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