Cuando los legisladores debaten el Presupuesto de la nación, están decidiendo el futuro de los argentinos.
O un futuro venturoso. O un destino desgraciado.
Es lo que sucedió ayer en la Cámara de Diputados.
Los legisladores del viejo país se acomodaron en sus bancas y, sin decir agua va, empezaron a bajar línea leyendo largos discursos, que andá a saber quién se los dictó.
De entrada nomás sinceraron el verdadero propósito de la furiosa oposición al Presupuesto del oficialismo.
El jefe del bloque radical, el diputado Oscar Aguad, fue claro y conciso: “No hay puja distributiva, como dice el oficialismo, que pueda explicar la inflación; la puja distributiva es una mentira; como es una mentira que se va a crecer en el 2010 un 4 % cuando el país va a crecer un 8 %; hace cuatro años que nos oponemos al Presupuesto oficial; esto va a seguir así mientras no se corrija el rumbo y el modelo del gobierno”.
Más claro, soda: “La culpa” de nuestros males (¡y de nuestro crecimiento!) la tiene el modelo de país que permitió a la Argentina salir del incendio provocado por los presupuestos del ajuste neoliberal ejecutados por el menemismo y por el radicalismo de la Alianza delarruista.
“La culpa” es de este proyecto nacional y popular que, en lugar de tumbar el país como se hiciera antes del 2003, crece el doble de lo que estima.
Vayamos un momento a Corea del Sur y escuchemos los temas que allí se debaten en el G-20, con la presencia de nuestra presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
¿Cómo que tiene que ver una cosa con la otra? Siga leyendo por favor.
El FMI, las calificadoras de riesgo y los halcones de los países centrales llegaron a Seúl para imponer a los países emergentes las siguientes cuestiones:
*Congelar sus reservas y ponerle un techo a los superávits comerciales y fiscales.
*Aceptar y cumplir con las condiciones establecidas por el FMI para todos los países.
*Enfriar las economías nacionales.
*Restringir rápidamente toda política de recuperación de la demanda interna.
*Presupuestar sus gastos regidos por el patrón monetario que impongan los países centrales. El ejemplo griego es el espejo donde mirarse, según el FMI.
*Ayudar a los EE.UU a superar la crisis que le provoca un déficit anual estimado en los 466.000 millones de dólares y evitar caer en la tentación china de contar con cuentas superavitarias.
¿No es acaso semejante esta posición fondomonetarista con la de los opositores del Grupo A respecto al Presupuesto argentino?
Para el G-A, al igual que para los neoliberales del G-20, el estado nacional debe recortar drásticamente el gasto público; lo que equivale a decir: basta de obras públicas, de hospitales, de escuelas, de viviendas, de asignación universal por hijo, de movilidad jubilatoria.
Para el G-A, como para los halcones del G-20, no hay que tocar una sola moneda de las reservas, no hay que incentivar la demanda de consumo interno y no hay que intervenir gubernamentalmente en la economía más que para auxiliar a los grandes bancos, siguiendo siempre las pautas que indique el FMI.
Otra vez sopa.
El arte de la política indica que hay que continuar desconectando a la Argentina del modelo neoliberal de acumulación financiera, para conectar, en simultáneo, la posición que oferta la oposición de cabotaje con los dictados que bajan desde los organismos multilaterales.
En otras palabras: si el país retrocede a las posiciones que planteó ayer en el Parlamento el G-A y sus adyacencias de Proyecto Sur, volveríamos al infierno tan temido que dejamos atrás justamente por contar con herramientas de gobernabilidad como los presupuestos presentados año a año desde el 2003 a la fecha.
El G-A se mostró una vez más como una sucursal de las políticas económicas fondomonetaristas.
Como si los países centrales buscaran exportar los efectos de la crisis que ellos mismos provocaron, sabiendo que en los países emergentes como el nuestro, hay nichos “importadores” tan dóciles como colonizados.
Pero esta vez, no pasarán.
Ese es el nuevo paradigma.
O un futuro venturoso. O un destino desgraciado.
Es lo que sucedió ayer en la Cámara de Diputados.
Los legisladores del viejo país se acomodaron en sus bancas y, sin decir agua va, empezaron a bajar línea leyendo largos discursos, que andá a saber quién se los dictó.
De entrada nomás sinceraron el verdadero propósito de la furiosa oposición al Presupuesto del oficialismo.
El jefe del bloque radical, el diputado Oscar Aguad, fue claro y conciso: “No hay puja distributiva, como dice el oficialismo, que pueda explicar la inflación; la puja distributiva es una mentira; como es una mentira que se va a crecer en el 2010 un 4 % cuando el país va a crecer un 8 %; hace cuatro años que nos oponemos al Presupuesto oficial; esto va a seguir así mientras no se corrija el rumbo y el modelo del gobierno”.
Más claro, soda: “La culpa” de nuestros males (¡y de nuestro crecimiento!) la tiene el modelo de país que permitió a la Argentina salir del incendio provocado por los presupuestos del ajuste neoliberal ejecutados por el menemismo y por el radicalismo de la Alianza delarruista.
“La culpa” es de este proyecto nacional y popular que, en lugar de tumbar el país como se hiciera antes del 2003, crece el doble de lo que estima.
Vayamos un momento a Corea del Sur y escuchemos los temas que allí se debaten en el G-20, con la presencia de nuestra presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
¿Cómo que tiene que ver una cosa con la otra? Siga leyendo por favor.
El FMI, las calificadoras de riesgo y los halcones de los países centrales llegaron a Seúl para imponer a los países emergentes las siguientes cuestiones:
*Congelar sus reservas y ponerle un techo a los superávits comerciales y fiscales.
*Aceptar y cumplir con las condiciones establecidas por el FMI para todos los países.
*Enfriar las economías nacionales.
*Restringir rápidamente toda política de recuperación de la demanda interna.
*Presupuestar sus gastos regidos por el patrón monetario que impongan los países centrales. El ejemplo griego es el espejo donde mirarse, según el FMI.
*Ayudar a los EE.UU a superar la crisis que le provoca un déficit anual estimado en los 466.000 millones de dólares y evitar caer en la tentación china de contar con cuentas superavitarias.
¿No es acaso semejante esta posición fondomonetarista con la de los opositores del Grupo A respecto al Presupuesto argentino?
Para el G-A, al igual que para los neoliberales del G-20, el estado nacional debe recortar drásticamente el gasto público; lo que equivale a decir: basta de obras públicas, de hospitales, de escuelas, de viviendas, de asignación universal por hijo, de movilidad jubilatoria.
Para el G-A, como para los halcones del G-20, no hay que tocar una sola moneda de las reservas, no hay que incentivar la demanda de consumo interno y no hay que intervenir gubernamentalmente en la economía más que para auxiliar a los grandes bancos, siguiendo siempre las pautas que indique el FMI.
Otra vez sopa.
El arte de la política indica que hay que continuar desconectando a la Argentina del modelo neoliberal de acumulación financiera, para conectar, en simultáneo, la posición que oferta la oposición de cabotaje con los dictados que bajan desde los organismos multilaterales.
En otras palabras: si el país retrocede a las posiciones que planteó ayer en el Parlamento el G-A y sus adyacencias de Proyecto Sur, volveríamos al infierno tan temido que dejamos atrás justamente por contar con herramientas de gobernabilidad como los presupuestos presentados año a año desde el 2003 a la fecha.
El G-A se mostró una vez más como una sucursal de las políticas económicas fondomonetaristas.
Como si los países centrales buscaran exportar los efectos de la crisis que ellos mismos provocaron, sabiendo que en los países emergentes como el nuestro, hay nichos “importadores” tan dóciles como colonizados.
Pero esta vez, no pasarán.
Ese es el nuevo paradigma.
El Argentino, jueves 11 de noviembre de 2010
1 comentario:
http://www.youtube.com/watch?v=TnHgMR8Itzk
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