martes, 2 de noviembre de 2010

El dolor en cadena nacional



La persona más dolida entre todos los dolidos es la que brindó anoche el aliento a los argentinos.
Es otro rasgo esencial de esta época de cambios: los presidentes se parecen a sus pueblos. Una presidenta que llora y sufre el mayor dolor de su vida y lo comparte con su pueblo.
En esa gratitud, la Presidenta abrazó a los millones de ciudadanos que despidieron a Néstor Kirchner, su compañero de vida, como se despide a los grandes hombres.
Y vaya si él lo fue.
Cuando Perón se despidió ante la multitud congregada en Plaza de Mayo, dejó asentado que su único heredero era el pueblo.
No había nombres propios. Sólo el pueblo como verbo y sustantivo.
Los que se colgaban de su chaqueta en el vano intento de ponérsela, apenas se quedaron con un botón.
Los grandes muertos no dejan herederos así nomás.
Hay que bañarse de pueblo para ganarse el lugar.
Ascender hasta la dignidad del que se va, no es para cualquiera.
Cuando murió Perón, el heredero pueblo se vistió de luto y llamó a retirada. La incertidumbre tocó diana y en el horizonte asomó la tragedia.
Los buenos se dispersaban y los malos concentraban fuerzas para pasar a degüello.
Treinta y seis años más tarde el país es diferente, el continente y el mundo también.
El pueblo que honró en estos días a Néstor Kirchner también es su heredero.
Pero si de nombre propio se trata, su única heredera es Cristina Fernández de Kirchner.
No sólo porque es la presidenta. Sino por meritos propios. Por lealtad con el proyecto nacional de país. Por representatividad. Por capacidad de gestión. Por conducta militante. Por entereza y temple. Por compartir la conducción política con su esposo desde hace más de 20 años.
No hay traspaso de autoridad de un lado a otro.
Es la continuidad de un mismo río que no cesa de correr.
Desde los trabajadores y los jóvenes a los gobernadores.
Cristina con todo y con todos.
En este marco, agreguemos que el triunfo de Dilma Rousseff como presidenta de Brasil asegura la profundización de todas las banderas que levantaran Lula y Néstor.
Ahí llegan Dilma y Cristina, abran paso señores, que la revolución viene oliendo a jazmín.
Punto y aparte, para dedicarle algunas palabras a la diáspora opositora.
A manera de contexto, la implacable dialéctica de la vida y sus asuntos, indica que la consolidación del liderazgo de Cristina y la participación decidida del pueblo adueñándose del proyecto de país que nos gobierna, provoca inexorablemente la debilidad de todo el arco opositor.
El radicalismo empieza a percibir que Julio Cobos los está hundiendo sin remedio ni escapatoria. Con el cortejo mortuorio venció el plazo para su renuncia. Ahora ya es tarde. Puede renunciar si gusta. Y si no gusta, que se quede.
Esta desvergüenza cobista mancha al centenario partido cual si fuera la sombra de una rata de albañal escondida entre los andamios de lo que fuera un honorable partido de la democracia.
El apego a la institucionalidad republicana mancillada para siempre.
El clamor de estos días con el “Andate Cobos…” no fue sólo una expresión del dolor colectivo. Fue la última oportunidad que la generosidad popular le brindaba al traidor. Nada de lo que haga Cobos de aquí en más, evitará la sangría radical. Una renuncia tardía será sólo un torniquete. No es poco. Pero es insuficiente.
El pejotismo disidente entró también en una crisis terminal.
Se quedaron sin piso ni paredes. El pueblo peronista era el que estuvo en la plaza despidiendo a su líder y reafirmando a otro líder.
“Gracias Néstor” y “Fuerza Cristina” fueron la forma de decirlo.
Hay momentos de la historia donde el que escribe el guión es el pueblo y no los dirigentes. Es lo que viene ocurriendo.
Los que conservan cierto olfato peronista, saben que esto es así.
Como Macri no lo tiene ni lo tendrá jamás, muestra sus miserias como lo hizo ayer.
En tiempos de susurros hay que saber interpretar al pueblo.
Pero cuando el pueblo habla fuerte, sólo hay que tener buen oído.
Y aprender a escuchar.


El Argentino, 2 de noviembre de 2010

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado señor Giles, hace meses que me conmuevo con sus profundos y emotivos artículos. Me decidi a escribirle y espero que llegue a ser leído esto por usted, ya que me sentí bastante molesta con su lectura (parcial) de lo que sucedió en la plaza en la más que emotiva despedida al gran Néstor Kirchner. Hace meses que lo leo y coincido con usted en la incapacidad de los medios opositores de hacer una lectura certera de la realidad y se la reprochamos. En este artículo usted hizo referencia a la plaza peronista que lo despedía. Siento contradecirlo pero no fue una plaza peronista. Fue una plaza con pluralidad de origenes politicos. Yo vengo de una familia radical; no soy ni seré peronista, pero soy con orgullo KIRCHNERISTA, y muchas personas que conozco y fueron, tampoco son peronista. Y esto no le quita crédito a esa plaza, ni al recuerdo de Kirchner, sino todo lo contrario. Conquistar un corazón peronista, me imagino, debe ser bastante más facil que conquistar uno "antiperonista", o el de un jóven que creció escuchando que los políticos son todos una mierda, no le parece?? Esa NO FUE UNA PLAZA PERONISTA, FUE UNA PLAZA ARGENTINA, LLENA DE PERSONAS UNIDAS POR UN NUEVO MOVIMIENTO QUE TAL VEZ USTED NO LLEGUE A VISLUMBRAR, Y QUE CREO QUE TAMPOCO TIENE NOMBRE, se lo darán esos jóvenes que coparon la plaza. Acepte este humilde comentario y rectificacion. Lo saludo con mis más sincero respeto y admiración. Eugenia Galatoire