jueves, 18 de noviembre de 2010

Un golpe de baja intensidad



La oposición lo hizo de nuevo:
Golpeó autoritariamente al gobierno de la democracia negándole el presupuesto, demostró que eran absolutamente falsas y agraviantes sus denuncias sobre “presiones” recibidas y golpeó violentamente al diputado Kunkel.
La oposición del Grupo A (el Pro, el pejota de derecha de la diputada golpeadora, Graciela Caamaño, la UCR y el Proyecto Sur) degradó como nunca antes la calidad institucional del sistema democrático y republicano.
Se llenaron la boca diciendo que “no pondrían palos en la rueda” al gobierno y sin embargo ayer demostraron que lisa y llanamente mintieron todo el tiempo.
A la hora de definir un tramo de la historia, sea en el ejecutivo, sea en el legislativo, la oposición muestra la hilacha, actuando contra los argentinos, no contra el gobierno solamente.
¿Se los imagina usted gobernando nuevamente?
Así como chocaron el Parlamento en la primera curva, volverían a chocar al país como en el 2001.
Esto se llama “golpe de baja intensidad” técnicamente.
Hay que denunciarlo así, porque de lo contrario se puede subestimar creyendo que es sólo una picardía opositora.
El golpe que dieron ayer en la Cámara de Diputados va más allá de negarle el presupuesto a los argentinos y lanzar acusaciones al boleo: buscan hacer trizas el valor de la política, reconquistado desde el primer día del gobierno de Néstor Kirchner hasta nuestros días.
¿Qué ganan con eso? Que “la agenda política” la vuelva a poner el Grupo Clarín y los poderosos dueños del poder económico real.
Ahora bien, la oposición está en una etapa de farsa, de grotesco, de cinismo explícito. Pruebas al canto:
Si la comandante de las tropas opositoras se llama Elisa Carrió.
Si los diputados opositores se asustan con el posible llamado de un funcionario de la democracia pero no cuando lo llaman los hombres del poder económico mediático con un látigo en la mano. Como dijo Agustín Rossi.
Si declaman que quieren aprobar el presupuesto pero a la hora de votarlo se esconden atrás de las cortinas.
Si reprochan porque, dicen, que el debate quería ser impuesto a “libro cerrado”, cuando el presupuesto entró en tiempo y forma al Congreso en el mes de setiembre y pasaron desde entonces por la Comisión pertinente todos los ministros y Secretarios de Estado que fueron citados por legisladores oficialistas y opositores para informar y debatir y modificar lo que fuese posible modificar constitucionalmente.
Si la reyerta opositora está fundamentada en que, según sus propias palabras, ellos tienen “otros números”, “otra percepción de la realidad”, “otros cálculos sobre el futuro económico”, “que habría una inflación con un piso de 25 % y aun así el gobierno dispondría de más dinero para gastar durante el 2011”.
Si todo esto es así, estamos ante una mediocridad política por parte de la oposición, gravísima e inédita. Porque aun admitiéndoles que tienen legitimidad para dudar de las previsiones oficialistas, se trata de subjetividades intelectuales que en última instancia chocan con las presuntas subjetividades oficialistas.
¿Cuál es la diferencia cualitativa entre ambas subjetividades?
Que el gobierno tiene la responsabilidad y la obligación de gobernar. Por lo tanto en ese virtual “empate” subjetivo, la oposición tiene la obligación política, moral y constitucional de aprobar el presupuesto oficial y velar luego por su cumplimiento y control.
Lo que se hizo ayer en el Congreso, en un juego de pinzas entre los opositores y la corporación mediática, significa un golpe de baja intensidad sólo porque enfrente hay un gobierno fuerte y representativo de los intereses populares.
Si hubiese un gobierno débil, delarruizado, habría caído ya en una hoguera semejante a la que esta oposición provocó en diciembre del 2001.
El gobierno seguirá gobernando con su propia hoja de ruta, en medio del acoso del Grupo A.
Pero la sociedad debe anotar en su memoria colectiva los nombres y apellidos de los infames que ayer avergonzaron, nuevamente, al pueblo y a la democracia.


El Argentino, 18 de noviembre de 2010

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