viernes, 13 de febrero de 2009

TODO EL DOLOR Y LA ESPERANZA EN UNA VASIJA DE BARRO

Hay momentos, en situaciones límites, que saben expresar el sentido de la vida como nadie. La televisión mostraba, en Tartagal, una madre muy joven y muy pobre, relatando su tristeza, la casa bajo el lodo, la perdida de la cuna de su niña; y lo hacía con una sonrisa en los labios, con la mirada fija en una vasija de barro que allí había quedado de testigo enmudecida. La mujer estaba como en el aire. Desplegando sus alas para no quedar atrapada en el lodo de la pobreza. Hasta que dijo como dando una última pincelada a sus palabras, “el río me pilló descalza y descalza estoy”. Y se largó a llorar.
Cuando es el pueblo el que sufre, el dolor puede caber en una vasija de barro. Se lo disimula. Se lo guarda. Se lo muerde. Le dicen dignidad a esa costumbre.
La tragedia salteña se cuela por todos lados, embarra los salones alfombrados de los candidatos prematuros, les recuerda su pasado menemista y aliancista, nos toma de la solapa a todos, clamando por la justicia que le robaron en los noventa. A unos les dirá “ustedes lo hicieron”, y mostrará los destrozos de nuestro propio Guernica. A quienes gobiernan y a quienes se acercan a brindar su ayuda solidaria, les agradecerán emocionados y se sentirán menos solos ahora que volvió el Estado para ellos.
Pero a los miserables les dará la espalda, a los que lucran con el dolor ajeno, a los indolentes e inescrupulosos. A los que en medio de la tragedia robaron los restos del destrozo, mostrando el último escalón en la degradación humana.
Por ese mismo albañal camina la morbosa periodista que desde la comodidad del estudio televisivo en Buenos Aires no pregunta sino interroga, hurga, escarba, provoca. “¿Ya les llegó el subsidio de la Presidenta? ¿Ya les dieron la nueva casa? ¿Ya les repusieron la heladera, la cocina, la cama, las gallinas? ¿Seguís con miedo, no?”
No había pasado un día de la visita de la Presidenta, pero ya inducían a la desesperanza desde algunos medios. La orden gerencial que tendrán será seguramente, que hay que romper ese vínculo entre la Presidenta y su pueblo. Entre el gobierno democrático y popular con los sectores sociales más postergados. Entre esa madre que llora en Tartagal y Alicia Kirchner que la sostiene en sus brazos.
Los miserables, en todo tiempo y lugar, indignan. Asquean. Violentan.
Por ese mismo andarivel, caminan los políticos y ruralistas que salen a golpear en medio del dolor. Repudian al gobierno en el Parlamento con pedidos de informes. Exigen no pagar impuestos ni retenciones “al campo”. No se suman a la solidaridad. Especulan. Hay que fijar en la memoria lo que vemos y escuchamos estos días. Son un fresco de la realidad argentina. El dolor y la esperanza. Lo viejo y lo nuevo. Lo justo y lo injusto. La avaricia y la solidaridad. Todo cabe en estos días.
Pero no hay que detenerse en los indolentes de siempre, sólo recordarlos como parte del país injusto que empezamos a dejar atrás.
Y como mejor que decir es hacer, el Gobierno anunció el mayor Plan Social Federal de los últimos 50 años, basado en la organización social de los trabajadores, en las Cooperativas de trabajo y la producción local.
Es gente humilde en movimiento la que llega desde todo el país a la Residencia Presidencial, todos cantan, suena León Gieco de fondo, flamea una gran bandera argentina. La ministra Alicia Kirchner y la Presidenta Cristina Fernández anuncian la redistribución de la riqueza. Y Olivos es una fiesta de todos.Pero un poco más, de los que guardan su dolor y su esperanza en una vasija de barro.
(13/02/09 - Tapa y Contratapa de El Argentino)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jorge, gracias. Una de las cosas que me ponían la piel de gallina ayer, mientras oía los anuncios del Gobierno, era ver a Cristina, quien -utilizando tu idea- es una compañera, una mujer y una argentina que sufre como una más pero trabaja de Presidenta.
Si estas no son medidas para el pueblo, cuáles son? Las de los Jinetes del Apocalipsis?
Si esto no es una revolución en gestación, qué es?.
América Latina unida, el capitalismo en debacle, una compañera que nos honra siendo Presidenta y vos escribiendo lo que a muchos que damos la vida por esta causa, sentimos.
Pensar que hace apenas 6 años creímos que no viviriamos para verlo. Es una prueba más de que la vida y la historia -pese a todo- nunca se cansan de darnos gratas sorpresas.
Un abrazo.

Mario Paulela dijo...

Es que la distancia entre nuestra presidenta y la pequeñez opositora es abrumadora. Los medios salen a equilibrar ese déficit, forzadamente, sin moral, sin verguenza. Así le va a ir.
Un saludo, Jorge. muy bueno como siempre