Los domingos, con lluvia o con sol, nacemos y morimos un poquito más. De la mañana a la noche, el día se desplaza desde esa brisa tempranera que nos empuja a retozar con renovadas ganas, hasta la dulce melancolía que en las tardecitas y las noches, nos llena de gris de ausencia la mirada. Quizás, en esta modesta compañía de tinta y prosa, nos brindemos la llamita necesaria para llegar enteros al día lunes y así saber que no estamos solos, que estamos juntos, que somos capaces de hacer posible el milagro de la vida. Si así fuese, estamos recompensados.
Es preciso reforzar el abrazo solidario hoy más que nunca. La aldea global, dicen, está en llamas. Y en la aldea propia, están los que sacuden todos los tientos de sus tambores de guerra para anunciarnos la próxima estación de un nuevo fracaso colectivo. Como si no les alcanzara tanta tragedia, tanto dolor en Tartagal y en el mundo, se dedican a esculpir la desesperanza y la derrota entre nosotros.
Los vimos juntos en la concentración campera de la ciudad de Leones, el pasado viernes. Allí estaban la patronal rural, junto a las huestes de la oposición de centro derecha. Juntitos, juntitos. Saludaron exaltados la noticia de la renuncia al bloque oficialista del senador Juan Carlos Romero, como si este fuera un joven rebelde extraviado que vuelve a casa. ¿Se acuerdan de él? Fue gobernador de Salta, la injusta, la de los desmontes y la pobreza sin fin, candidato a vicepresidente de Carlos Menem. Votó siempre en contra de los proyectos del gobierno nacional y ahora es presentado sin pudor alguno como adalid de la nueva democracia argentina. Semejante despropósito sólo cabe en la imaginación perversa de los gerentes y los dueños de algunos grandes medios de desinformación. No se les mueve un pelo de vergüenza cuando lo dicen. Nos atragantan de angustia con sus mensajes deformes, exaltando los ataques furibundos de la Mesa de Enlace y de esa tropa enflaquecida en número, pero engordada en odios y resentimientos centenarios.Están defendiendo unos cuantos miles de millones de pesos almacenados en las miles de toneladas de soja que tienen en las bolsas de su egoísmo. No quieren que el gobierno eche manos de las retenciones a la soja para redistribuir el ingreso, equitativamente, entre los ciudadanos que más precisan. Por eso atacan. “Qué se tienen que meter con nuestra propiedad privada”, dicen con furia de clase. Pero si los simples mortales pagamos nuestros impuestos ¿porqué razón ellos no pagarían lo que les corresponde por el volumen de sus riquezas? Muestran los dientes todo el tiempo, coléricos, amenazantes, cuando deberían llamarse a recato ante una convocatoria oficial a dialogar y acordar lo que se pueda, haciendo valer el interés del conjunto.
Sólo creen en su propio bolsillo, y como no queda bien admitirlo, disfrazan sus combates de un “patriotismo” sin patria y sin pueblo. No aprendieron nada.
Es hora que estemos juntos, de tolerarnos democráticamente. No podemos echarnos entre nosotros del país, como se hizo con el obispo fascista Richard Williamson.
El territorio es el mismo para todos. Hay lugar suficiente, si hay inclusión social.
Saludamos el anuncio de la voluntad ruralista a presentarse en la próxima contienda electoral, con candidatos propios y apoyando al arco opositor de la derecha que los acompaña. Pero que no nos presenten a dirigentes como Romero, Carrió, Gerardo Morales, Duhalde, Menem, Solá, cual si fueran lo “nuevo” de la política. Es como si el Diego anunciara la renovación total de la Selección argentina y en lugar de Messi y Carlitos Tevez, pusiera a Luque y a Kempes, con todo el respeto que, en su tiempo, se ganaron.
Seguiremos insistiendo que es preciso unir fuerzas. Pero hay que estar atentos porque la trampa está tendida, por los mismos que hacen como la comadreja que simula estar muerta, para lanzarse rauda ni bien te descuidas.
Ya no nos confundirán. Menos ahora que tenemos domingos soleados, los que compartimos juntos, aunque el señor de la tele diga que afuera está lloviendo a mares.
(22/02/09 . El Argentino, tapa y contratapa)
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