domingo, 1 de febrero de 2009

EN LA SENDA DEL CRECIMIENTO

(Publicado en Miradas al Sur del 1 de febrero de 2009)


Venían de Traslasierra y de las vecindades de otros pueblos más lejanos, eran varios miles los cordobeses que se dieron cita en Villa Dolores el pasado jueves para escuchar a la Presidenta Cristina Fernández. Como si esos hombres y mujeres de acento cantarín, volvieran a encontrarse con don Arturo Illía, el último Presidente de la República que los visitó allá por 1966.
Fue en un acto oficial con el gobernador y el intendente local, en coincidencia con el cierre del encuentro de una Concertación plural que hace posible que Hipólito Irigoyen, en algún lugar del cosmos y de la historia, se abrace a la distancia con el General Perón.
Un grupo de muchachos y muchachas no paraban de cantar la enseñanza de León Gieco, “si un traidor puede más que unos cuantos, que esos cuantos no lo olviden fácilmente”. Y ellos, con sus esperanzas intactas, estaban diciendo que no se olvidaban de Cobos.
Mientras el gobierno y las fuerzas políticas que lo respaldan avanzan con decisiones en favor del empleo, el consumo interno y la construcción de consensos amplios y generosos, los opositores no paran de dar vergüenza ajena.
Macri paseando por Suiza y Carrió por EE.UU. reclamando porque se le perdieron 4 millones de boletas, aproximadamente 20 toneladas de papel, en las últimas elecciones. Habrá que pedirle que no haga más el ridículo porque, en verdad, esa fue la diferencia que le sacó precisamente quien resultó primera y hoy nos gobierna, con más de 8 millones de votos a favor. Pero además, alguien debería decirles que vengan a trabajar de vez en cuando. No es un buen ejemplo para la sociedad que los dirigentes políticos vivan vacacionando.
El colmo es escuchar a Eduardo Buzzi afirmando muy compungido que el quite de las cartas de porte con el que lucraban corporativamente, les ocasionó 50 empleos menos. Seamos serios, el cultivo intensivo de la soja transgénica que ellos defienden, causó el éxodo y el desarraigo cruel de 300.000 familias campesinas en los últimos años, sin hablar de la sobre explotación que sufren los peones rurales.
Saber como todos saben, aunque no se admita públicamente, que las primeras proyecciones de este año electoral indican que el oficialismo rondaría el 60 % de los votos y la diáspora opositora se repartiría el resto en pequeñas porciones, nos acarrea un peligro: caer en la pereza del pensamiento. Para evitarla, es conveniente repasar que si el posibilismo fue la enfermedad política que azotó estas pampas cuando la democracia aún andaba gateando, el foquismo iluminado, el mesianismo y el vanguardismo, fueron y son las expresiones de grupos que en su orfandad de pueblo terminan transformándose en “patrullas perdidas”, como en su momento definió certeramente Rodolfo Walsh.
No es bueno para las fuerzas populares y democráticas, abrevar en ninguna de esas fuentes para entender, acompañar y ayudar a profundizar el actual proceso político que vive la Argentina y los países de la región. Sí es conveniente, tener memoria y registro de la historia que nos precede, para no cometer los mismos desatinos.
Con virtudes y defectos, el proyecto que encarnan la Presidenta Cristina Fernández y Néstor Kirchner, es consecuencia de las luchas sociales que hicieron colapsar el viejo país en diciembre de 2001. Algunas medidas gubernamentales, incluso, a veces parecieran ir unos pasos adelante de lo que teóricamente permite la correlación de fuerzas entre los sectores populares y los que representan el poder económico más concentrado. El punto de apoyo principal está puesto en las demandas populares antes que en una organización política. Es todo un dato de la realidad. Se entiende, de este modo, que la voluntad presidencial en sintonía con el deseo de las mayorías populares, son los que hacen posibles los cambios que impactan sobre la vida concreta de los argentinos.
¿Se ha superado, entonces, la etapa de la crisis política, entendida ésta desde el concepto gramsciano de “lo nuevo que aún no nace y lo viejo que no termina de morir”?
Creemos que sí. Por eso insistimos en que lo nuevo ya nació y está expresado en este espacio político, social y cultural, configurado por el kirchnerismo en su más amplia acepción peronista, frentista y concertadora. Con sus propios límites, sus impurezas, sus contradicciones, sus potencialidades, sus debilidades y sus fortalezas. Asumir que hay un nuevo país y un nuevo movimiento popular, significa valorar una herramienta vital para el triunfo de quienes se identifican con el proyecto que nos gobierna. Lo viejo está en retirada, pero resiste. Lo nuevo deberá seguir avanzando, creciendo y mejorando, porque no hay tregua con los que apuestan al pasado que dejamos atrás definitivamente.
El escenario nacional muestra a las claras el límite posible de abordar, exitosa y productivamente, desde la acción política. Dicho con elocuencia esquemática: no hay nada más “a la izquierda” que este proyecto nacional y popular y si lo hubiera, será desde el interior del mismo proyecto de donde saldrán las respuestas que correspondan. Nadie está en condiciones de abordar, en soledad, ese espacio utópico que algunos reclaman como urgente. Es pura fantasía, irresponsable por cierto, la pretensión de buscar el desgaste del gobierno con la excusa de apostar al desarrollo de una alternativa superadora.
Si este gobierno, supongamos, se llegara a desgastar, arrastraría consigo a todos los espacios identificados con el progresismo y la centroizquierda y por tanto, la única que sacaría provecho sería la vieja derecha travestida de posmoderna. No lo decimos para amedrentar a nadie que piensa diferente, sino para convidar a que cada uno asuma sus responsabilidades ante este proceso histórico. Nada más ni nada menos.
Se deberá andar con cuidado para no dilapidar el camino recorrido por los argentinos desde el 2003. Por primera vez, hay gobierno y hay fuerzas de gobierno: el PJ, el Socialismo, el Partido Intransigente, la Concertación, el Partido de la Victoria, el Frente Grande, los movimientos políticos y sociales y otras agrupaciones cercanas.
Este dato revelador obliga a ser responsables, a ser generosos de espíritu, con vocación permanente de unidad nacional y de articulación con otros sectores, al compromiso con los que menos tienen, a construir un nuevo pensamiento que armonice el cambio con la memoria histórica, a recuperar el valor de la política y a convocar lo mejor de nuestros sueños, caminando junto a aquellos que, por trayectoria, no deberían estar ausentes en esta hora que vive América Latina, con gobernantes que, como dice la Presidenta, después de tantos sufrimientos, se parecen en serio a los pueblos que representan.
En el país de los argentinos, amanece, que no es poco.

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