viernes, 30 de enero de 2009

EL KIRCHNERISMO ES UN ESPACIO EN MOVIMIENTO PERMANENTE

No tenemos memoria de otro gobierno que haya sido criticado, como este, por su hiperactividad antes que por su pasividad. No se recuerda de un proceso político que, lejos de criticarse por la incapacidad de ofrecer gobernabilidad, sea condenado a la hoguera por tener un doble comando.
¿Serán curiosidades de una época nueva o apenas las miserias propias de una oposición que no tiene mejor argumento que la difamación?
Lo cierto es que así como hay un gobierno que gobierna, hay, a la par, una conducción partidaria ejercida por Néstor Kirchner, que no sólo no interfiere el normal funcionamiento de la institución presidencial, sino que, por el contrario, acompaña, defiende, sostiene y profundiza el rumbo de este proceso que arrancó el 25 de Mayo de 2003.
Hay gobierno y hay partidos de gobierno. El PJ, el Socialismo, el Partido Intransigente, la Concertación, el Partido de la Victoria, el Frente Grande, los Movimientos Políticos y Sociales. Es para festejar ¿O no?
Cuando de verdad, “primero está la Patria”, una conducción política, eficaz, responsable y consecuente, buscará en consecuencia afianzar en primer lugar, el arco social necesario para lograr los objetivos estratégicos y patrióticos que se proponen para la etapa. En este y sólo en este marco conceptual se deberán comprender los movimientos que realiza Néstor Kirchner en su condición de presidente del Partido Justicialista y líder indiscutido del frente político gobernante.
Las diversas reuniones que viene manteniendo con gobernadores, intendentes, legisladores y dirigentes de variada adhesión y compromiso con el gobierno nacional, obedece a la necesidad de dotar de densidad política y organizativa al proyecto oficial. No pierde de vista, precisamente, la mirada estratégica que siempre debe observar una conducción del conjunto, antes que perderse en los vericuetos de sólo una de sus parcialidades.
¿Cuál es la clave de esta estrategia? Creemos que la clave y el arte de unir lo diverso, está en no renunciar a ninguno de los objetivos esenciales que se plantea el proyecto político gobernante; redistribución de la riqueza, inclusión social, crecimiento autónomo y sustentable de nuestra economía, entre otros.
Pero también está en mantener una voluntad política que pase con éxito la prueba del fuego graneado que disparan diariamente desde los techos de una oposición que no encuentra su lugar en el mundo
Son tan profundos los cambios estructurales que decide el gobierno de Cristina que la construcción política debe echar mano a la mayor institucionalidad y la mejor representatividad posible para defenderlo. En este camino, algunos acompañarán hasta la esquina y otros hasta la próxima estación. Son todos buenos, como diría Bertold Bretch. Sólo algunos, son los imprescindibles. Lo importante es que el diapasón esté calibrado por el sentido de unidad de fuerzas antes que por el divisionismo. Así también deben interpretarse, creemos, los gestos de la Presidenta hacia gobernadores que hasta ayer se mostraron esquivos a la hora de acompañar las medidas más trascendentes.
Se está gobernando un país en un mundo que acaba de derrumbarse. No se está gestionando un centro estudiantil, dicho esto con el mayor de los respetos y al sólo efecto de contrastar cargas diferentes.
Cuando se convoca a la unidad nacional, como lo hace este gobierno, se lo hace pensando en abrir los brazos a diestra y siniestra, siempre y cuando ello no invalide el propio proyecto político. Pero sabe también que es necesario el concurso de la mayor articulación que sea posible y necesaria para transformar la realidad.
No llama a la unidad para defeccionar, sino para avanzar. Construye consensos para modificar la realidad en dirección de los cambios que sirvan para mejorar la vida de la gente común y dignificar el destino de la Nación argentina. Estamos en medio de un proceso donde un gobierno legítimo, democrático y popular es resistido y enfrentado por intereses muy poderosos y concentrados que temen perder sus añejos privilegios. No estamos en la democracia sueca donde los partidos políticos se enfrentan por puros matices ideológicos y programáticos. Enfrente no está Caperucita, está el Lobo feroz.
Pero después de todo, recién vamos a cumplir 200 años como país. Vaya si somos jóvenes aún.
Para entender este proceso en la coyuntura, hay que entenderlo en el largo plazo.
No es muy difícil hacerlo. El propio Kirchner es de aquellos que inventa y reinventa su propio argumento sin medirlo antes por las encuestas, las consultoras, los organismos multilaterales o los titulares intencionados de los grandes medios. En ese terreno podrá acertar o equivocarse, pero sin dejar de ser fiel a su concepto de la política y sus consecuencias. Por eso mantiene la iniciativa en todos los terrenos. Porque concibe que el espacio político y social que conduce debe estar siempre en movimiento y no quedarse inmóvil sabiendo que, como dice el tango, “afuera es noche y llueve tanto”.
Si hubiese seguido el manual de estilo y de buenas costumbres de la progresía políticamente correcta, seguramente la historia sería otra. La frustración seguiría siendo moneda corriente y no hubiese habido nueva Corte Suprema ni Derechos Humanos ni desendeudamiento del FMI ni anulación de Indultos ni de las AFJP ni viaje a Cuba, por poner algunos ejemplos.
La historia enseña, hasta el hartazgo, que los procesos populares no se frustran por exceso de unidad, sino por su ausencia. Quien así no lo entienda y haga prevalecer su individualismo por sobre el colectivo que somos, cargará con la responsabilidad de faltar a la cita a la que hoy convoca la hora de los pueblos, en nuestro país y en toda América Latina.
En esto anda la política en nuestros días.

Publicado en BAE del 30 de enero de 2009 pág. 11

1 comentario:

Mauri Kurcbard dijo...

Esta excelente Jorge, gran trabajo.
Saludos.