viernes, 3 de diciembre de 2010

Una Cumbre, dos modelos



En Mar del Plata comienza hoy la XX Cumbre Iberoamericana, con mandatarios de 19 países latinoamericanos más España, Portugal y Andorra.
Con el lema “Educación para la inclusión social”, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner dejará inaugurada oficialmente las deliberaciones que tendrán por objetivo aprobar un documento sobre el eje de la Cumbre, la educación, más el rechazo al colonialismo británico en Malvinas y una Cláusula democrática semejante a la aprobada por la UNASUR.
En todo encuentro de esta magnitud es posible analizar dos o más dimensiones por donde transitan los debates y resoluciones.
La dimensión oficial es esa que usted tiene a la vista en la televisión, en la radio y en las crónicas que habitualmente se realizan.
Sin dudas esta Cumbre tendrá una amplia cobertura nacional e internacional porque acontece en medio de la más grave crisis política y económica por la que haya atravesado el mundo en los últimos cien años.
El debate entre un modelo neoliberal que algunos repiten pese a sus fracasos y el modelo de desarrollo con inclusión social, estará explicita o implícitamente presente.
Y esa es otra dimensión.
¿Por qué no vendrá, por ejemplo, el presidente español Rodríguez Zapatero? Precisamente, porque debió quedarse para atender los coletazos que generarán las medidas que anunció para enfrentar esa crisis en su país.
¿Y sabe porque el único país latinoamericano que no participará de la Cumbre es Honduras? Porque los países de la región y principalmente la Argentina como país anfitrión, al rechazar a todo gobierno surgido luego de un golpe anticonstitucional, decidieron que no se lo invite al señor Porfirio Lobo, elegido en “elecciones” amañadas, luego del derrocamiento del presidente constitucional Manuel Zelaya.
El éxito de la Cumbre estará asegurado mientras América Latina avance pacífica y respetuosamente por dos carriles innegociables: la defensa de la democracia y el modelo de crecimiento con inclusión social que con sus medidas anticíclicas, no sólo impide que seamos un espejo roto de la vieja Europa, sino que nos permite crecer en todos los terrenos como nunca antes en la historia continental.
Parece la prehistoria, pero hace algunos años atrás, para poder aprobar sus resoluciones, estos encuentros debían contar con la bendición de los representantes de alguna metrópolis colonial.
Hoy la historia dice que los sudamericanos se consultan soberanamente entre ellos para decidir en unidad de criterios, los caminos a seguir.
Ahí está el otro cambio de paradigma: el siglo XXI definitivamente nos encontró unidos y no dominados.


El Argentino, viernes 3 de diciembre de 2010

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