La Presidenta inauguró un moderno hangar de Aerolíneas Argentinas en la Terminal Sur del Aeropuerto de Buenos Aires.
Decirlo así quizá no diga mucho ante un desprevenido lector de lejanías.
O ante un desmemoriado de estas cercanías.
Déjeme que le cuente de qué estamos hablando, tratando de entender por qué se emocionó la Presidenta y con ella, se emocionaron los presentes y los millones de argentinos que la veían y escuchaban por CN 23 o la TV Pública.
Aerolíneas Argentinas fue un cóndor en peligro de extinción durante la triste década neoliberal.
Pero fue siempre nuestra línea de bandera y nuestra manera de conectarnos con el mundo y muy especialmente, entre los propios argentinos y latinoamericanos.
Esa fue su gloria y su pecado original.
Conectarnos libremente iba contra las reglas exigidas por el neoliberalismo.
Había que fragmentar a los pueblos.
Había que fragmentar el pensamiento.
Había que fragmentar el Estado.
Había que fragmentar el proyecto de nación soberana.
Aerolíneas iba camino a ser un nuevo desaparecido en la larga lista de caídos por la patria.
La privatizaron. La quebraron. La saquearon. La vaciaron.
Los enemigos del desarrollo decían: “pero si vamos a quedarnos sin moneda nacional, sin gobierno nacional, sin orgullo nacional ¿por qué no quedarse sin Aerolíneas?
¿Por qué esa terquedad tan sudaca de tener una patria en estos tiempos?”
De allí venimos los argentinos.
¿Se entiende ahora el valor que tiene para el país contar con 20 nuevos aviones, con este nuevo hangar, con nuevas rutas aéreas, con nuevos trabajadores, pilotos y profesionales?
¿Se entiende ahora porqué el boicot y el ataque a la empresa que conduce el equipo encabezado por Mariano Recalde, designado por la Presidenta?
No es casualidad que el portal inglés, BBC, se preguntara ayer: “¿Por qué Argentina sigue invirtiendo en una Aerolíneas que da pérdidas?”; nota basada, por si fuera poco, en una columnista del diario La Nación.
Todo un ejemplo de “prensa independiente”.
Allí donde escriben Morales Solá y Beatriz Sarlo.
Disparar contra el cóndor, es hacerlo contra este proyecto de país, contra un Estado presente y contra una juventud que vuelve a escribir la historia.
Que lo recuerden todos: cuando fueron la voz de este pueblo, Eva Perón andaba entre los 20 y los 30 años, igual que Mariano Moreno, Belgrano, Castelli, Felipe Vallese, el Gordo Cooke, los 30 mil que nos prestaron su mirada para siempre.
Disparar contra la juventud, en cualquier lugar del mundo, es hacerlo contra el futuro.
Pero en la Argentina, es disparar contra la historia.
¿Se entiende ahora por qué nos emocionamos con Cristina?
Quizás por eso mismo, este pueblo es invencible.
El Argentino, viernes 25 de noviembre de 2011
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