domingo, 14 de febrero de 2010

El fallido casting de candidatos del grupo Clarín

PANORAMA POLÍTICO

El gran compositor Gustav Mahler, nacido en Bohemia en 1860, decía que “componer una sinfonía es construir un mundo con todos los medios posibles”.
A él se le adjudica la idea de que una partitura puede ser perfecta, pero siempre le faltará lo más importante, la música.
Es una manera armónica de intentar entender la naturaleza de la oposición política en la Argentina.
Así, siendo amables e indulgentes, podríamos decir que los dirigentes opositores cultivan y expresan el arte de vanagloriarse de las más perfectas partituras, pero siempre que les tocó entrar a escena, con responsabilidades de gobierno, la música no apareció. Jamás.
Y del papelón se pasó a la tragedia y de ahí al dolor colectivo de un pueblo.
La oposición de hoy, antes fue gobierno. No bajaron del limbo; vienen unos y otros de ser los principales responsables del estallido del 19 y 20 de diciembre de 2001, pasando por la destrucción del trabajo y la producción nacional, la caída vertical del consumo interno, la degradación de la política y las instituciones democráticas.
Sin embargo, reaparecen en escena para dictar cátedras de lo que ellos no supieron hacer cuando gobernaron. Debaten y denuncian ante sus amigos del partido judicial sobre las reservas, la ley de medios, el trabajo, sin ruborizarse.
Se olvidan de un detalle: si hoy se debate el uso de las reservas monetarias, es porque hay reservas.
¿Porqué no era ese el debate en los años noventa con el menemismo y luego con la Alianza radical? Simplemente, porque no existían estas reservas de hoy.
De igual modo, si hoy se debate sobre la calidad institucional del Programa Argentina Trabaja, es porque hay una política del gobierno nacional que defiende, estimula y produce trabajo.
Hasta el 2003 la discusión y la lucha eran por ganar la calle para lograr un plan social con el que subsistir. El desempleo se había instalado como un mal irremediable con el que había que convivir. El desempleado empezó a consolidarse como una nueva categoría social irreductible a la que sólo había que asistir socialmente para mitigar su situación. Los movimientos que se formaron teniendo como núcleo fundante y organizador a los desempleados, cortaban las calles para no caerse de la vida.
El Estado no estimulaba precisamente el trabajo, sino antes bien lo contrario.
El capitalismo salvaje del neoliberalismo, no precisaba de la reproducción del capital productivo para poder funcionar. Les bastaba con reproducir capital financiero, moneda por moneda.
Hasta que todo estalló. De allí venimos.
Y si bien el modelo actual es pasible de ser criticado por sus imperfecciones y demoras burocráticas, fallas heredadas del viejo Estado, sería necio negar que su naturaleza está en las antípodas del neoliberalismo depredador.
El paradigma neoliberal fue reemplazado por el paradigma del trabajo y la producción. Los conflictos sociales dejaron de ser los enemigos de la gobernabilidad como se los concibió, los muertos de Plaza de Mayo, Pocho Lepratti, Kosteki y Santillán mediante, para empezar a ser asumidos y encauzados por el gobierno, como lo fueron desde la asunción de Néstor Kirchner hasta hoy. Con inclusión y sin represión.
En este marco se suceden los hechos del presente.
Un Estado que se reconstruye es un Estado que incluye socialmente pero sin debilitarse a si mismo.
Es la gigantesca tarea que corresponde a esta etapa: reconstruir y fortalecer un Estado Social, como lo llama Robert Castel, dotándolo de programas y herramientas aptas para tal fin.
No habrá causa noble que pueda justificar el reemplazo del Estado por una fuerza política. Ambos espacios deberán crecer, articuladamente, pero sin descuidar que el trabajo como gran ordenador social, sólo puede ser garantizado desde el Estado.
Lo que a veces aparece como contradicción, en verdad esconde una mentalidad clientelar que no logra entender el cambio de época que vivimos. Se actúa con el piñón fijo en la etapa anterior a los Kirchner, como una actitud refleja que no contempla la nueva situación histórica.
Bueno sería entender que las falencias que pudiera haber, son propias de un momento irrepetible de transformación estructural de la Argentina.
Y entender que un gobierno nacido del voto y de las convicciones de un proyecto nacional y popular, se enfrenta a enemigos muy poderosos que no dudan en aprovecharse de cualquier contradicción en el seno del pueblo para desmontar una por una las políticas iniciadas en el 2003.
La discusión sobre el Fondo del Bicentenario deschava a una oposición, que más allá de cualquier consideración política partidaria, demuestra que sigue dispuesta a sacrificar el ahorro de los argentinos, pagando el 15 % de interés en deuda pública, antes que usar las reservas que posibilitó precisamente este gobierno.
Hasta en la partitura fallan.
El momento para avanzar es inmejorable toda vez que la vanguardia opositora, el monopolio Clarín, desespera por encontrar la princesa o el “ceniciento” a quien calzar los zapatitos de oro y sigue sin encontrarlo.
Concientes que Duhalde no levanta altura, lo trajeron a la pista nuevamente a Reutemann al que rápidamente salieron a apoyar Cavallo, De Narváez y Solá.
En su obscena mediocridad, y a falta de alternativas inteligentes, el ex piloto recurre a la grosería altisonante para ganar titulares en los medios.
En esa desesperación, terminaron por precipitar a la UCR a cometer impúdicamente un cuasi golpe de estado. Se acaban de “robar” al Vicepresidente de este gobierno, de esta fórmula que preside Cristina Fernández, para que vote en el Senado contra “su” gobierno, en cualquier ocasión que sea.
Cobos debería renunciar ya no por la patria, sino por el honor sus hijos.
Los radicales están parasitando un proceso político que no les pertenece. Así con el uso de las reservas, así con las instituciones.
Hay que componer una nueva sinfonía de los argentinos, con todos quienes estén dispuestos a construir un país mejor que el que nos dejaron los neoliberales que gobernaron este país.
Y hoy la van de opositores.


Jorge Giles. Miradas al Sur 14 de febrero de 2010

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