viernes, 24 de julio de 2009
HONDURAS, TAN LEJOS Y TAN CERCA
La coyuntura entró en una nueva fase política a un ritmo vertiginoso.
Mientras se suceden las reuniones convocadas por la Presidenta, en una etapa de la gobernabilidad democrática signada por el dialogo, Hugo Moyano reafirmó su liderazgo y la unidad en la CGT, Cristina participa de la cumbre del MERCOSUR, la militancia política y social kirchnerista se vuelve a convocar en Ferro, la UOM concreta un paro antipatronal, la Mesa de enlace de los patrones rurales insiste con sus reclamos y además, por distintos medios desinformativos, vuelve a sonar la cantinela de los destituyentes que horadan hasta el hartazgo y la impudicia antidemocrática, cualquier palabra y acción del Gobierno nacional.
Esos medios hoy se lamen las heridas por ver frustrados dos objetivos que alentaron explícitamente en los últimos días: el fracaso de la convocatoria oficial al dialogo y la fractura de la CGT.
Apostaron fuertemente a capitalizar el resultado electoral de junio, queriendo imponer desde su propio relato, una suerte de capitulación oficialista.
Pero el kirchnerismo, heredero y expresión contemporánea del peronismo y el espacio nacional y popular, les está resultando un hueso muy duro de roer a esa derecha salvaje.
Pareciera quedar en claro que ese núcleo del neoliberalismo, tanto en su versión cachafáz como patricia, no cesará en su afán de operar, con o sin disimulo, para imponerle otro rumbo al Gobierno, desgastarlo y si les resulta posible, empujarlo afuera del mandato constitucional.
Trazando una nueva raya divisoria del escenario pos electoral, para comprender mejor esta etapa, diríamos que de un lado están quienes se identifican con el Gobierno nacional y aquellos opositores identificados por una conducta de responsabilidad democrática y defensa de las instituciones republicanas, más allá de sus diferencias con el oficialismo.
Del otro lado, seguirán estando los que apuestan al país caótico del 2001, con un breve interregno de desgaste, que les permita inclinar la situación tan a la derecha que el arribo de la tropa propia, al decir de algunos de sus exponentes, sería tan sólo una cuestión de procedimientos administrativos.
Es una instancia decisiva.
De un lado la democracia, del otro, la intemperancia de los injustos de siempre.
Ojala que la falta de visión histórica y el sectarismo que muestran a veces algunos sectores del progresismo, no los solidifique en el triste papel de ser meros invitados por “izquierda” de los académicos parlanchines del desgaste por derecha.
Los sectores del privilegio están en operaciones permanentes. Lo están desde que experimentaron en carne propia, que la Argentina tiene un Gobierno que no duda en su cometido de profundizar el modelo de desarrollo con inclusión social, igual que sucede en otros países de América Latina.
Critican, en apariencia, los malos modales de los funcionarios, pero en verdad atacan el contenido mismo del modelo de país vigente desde la presidencia de Néstor Kirchner hasta el presente.
Es lo que sucede en toda América y que dramáticamente se expresa en la realidad dolorosa que está sufriendo Honduras, país hermano con el que compartimos, tan lejos y tan cerca, este tiempo de cambios profundos.
Todo lo que pase en los respectivos márgenes nacionales, repercute en nuestros respectivos pueblos de manera mediata o inmediata.
El golpe cívico-militar en la República de Honduras es un movimiento de fuerzas propio del siglo XX, incrustado en el nuevo siglo con el claro objetivo de impedir el avance de los gobiernos populares, a lo largo y a lo ancho de Latinoamérica.
Si la crisis mundial es más política que económica, como se dijo tantas veces, entonces en Honduras los golpistas ensayan una salida de la crisis del capitalismo, hacia atrás, hacia el atraso, hacia la defensa violenta de las clases privilegiadas, hacia la negación de una democracia más participativa.
Esta frescura latinoamericana de contar con presidentes que se parecen a sus pueblos, como alguna vez resumió Cristina, deberá unificar, en consecuencia, todo su caudal para salir airosos de este desfiladero violento que pretenden imponer los viejos dinosaurios del poder.
Así en Honduras, así en el continente.
Jorge Giles. El Argentino. 24.07.09
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