Tómelo con calma, pero es nuestra responsabilidad decirle que está en disputa el poder en la Argentina.
Tranquilos, no caerá nada de su lugar, no habrá corridas de ningún tipo, ni podrán pasar la raya de la democracia.
Pero algunos sectores están conspirando para poder hacerlo.
Use su propia linterna cuando oscurece la pantalla de la tele y verá con toda claridad que no se juega la suerte del gobierno de turno, sino la suerte personal y colectiva de todos los argentinos.
Es la democracia o el viejo autoritarismo.
Es la soberanía popular o la dictadura del poder económico.
O triunfan aquellos que cuando gobiernan tiran el carro con los melones al precipicio o lo hacen quienes se esfuerzan por llevar el carro con la cosecha hasta el mercado de frutos.
Es así de sencillo. Y de dramático.
Hay que aprovechar la conspiración de los conservadores para crear doctrina y hacer un poco de historia en el Año del Bicentenario. Están en juego varios conceptos que resultan vitales para la salud de una sociedad democrática y sería de mucha pereza intelectual perdernos en el laberinto del minuto a minuto en lugar de profundizar sobre lo que realmente se discute y se disputa en la Argentina.
Y se está disputando poder. Ni más ni menos.
Prueba de ello es el alzamiento destituyente de Cobos, Redrado, la jueza, los opositores parlamentarios, el monopolio mediático de Clarín, La Nación y otros medios afines contra las legítimas medidas que ejerce constitucionalmente la Presidenta.
La discusión acerca de dónde reside el poder en la sociedad, tiene más edad que los 200 años de la patria.
Pero ocurre que la democracia es mucho más joven que la patria. Y entonces se producen estos disloques donde una Carta orgánica bancaria parece más importante que la Constitución Nacional y una jueza administra justicia exclusivamente para el poder económico, como en la etapa virreinal, y se lo niega al poder democrático que reside en la autoridad presidencial que eligió la sociedad.
Así, este gobierno elegido democráticamente y que posibilitó que los argentinos hoy dispongan de 48.000 millones de reservas, recibe cátedras de los que endeudaron y vaciaron el país cuando fueron gobierno.
Desvergonzados e inmorales, es decirles poco.
Cristina quiere que esas reservas garanticen el Fondo del Bicentenario para demostrar que este país ya no está en el infierno del 2001 y 2002.
Los opositores, en cambio, quieren contraer más deudas afuera y que para pagarlas sean usadas las partidas presupuestarias que hoy van a salud, a educación, a fuentes de empleo, a desarrollo productivo, a consumo interno.
Le decían “ajuste” ¿se acuerda?
Ya en los albores de la patria, Mariano Moreno advertía sobre estas mismas cuestiones. En la Representación de los Hacendados y sobre la pretensión de algunos colonialistas de tomar un préstamo a una tasa usuraria del 12 % anual, decía: “Si no se tienen suficientes ingresos para responder, nada se aventaja con su hipoteca, pues los prestamistas desconfiarán justamente. Si sus fondos se consideran bastantes, háganse cargo de aliviar directamente los apuros…un doce por ciento de premio sobre capitales asegurados dice muy mal con el elevado celo que prefiere la pérdida de la tierra a un remoto peligro de que la herética pravedad la contagie”
Estos mismos desvelos son los que manifestó la Presidenta cuando ayer dijo que “la especulación financiera es un gran negocio para algunos sectores minoritarios”
La conspiración televisada refleja la imagen de un poder de representación repartido entre impares absolutos: la Presidenta es la expresión de la soberanía popular, ¿pero quién lo votó a Redrado, a Clarín, a la jueza?
Nadie, pero se alzan descaradamente contra un mandato presidencial.
Cobos, sí que fue votado por aquellos que lo mandataron para cuidarle las espaldas a la Presidenta. Y terminó apuñalándola y con ella a todos sus votantes.
Que no sigan avanzando.
Esta democracia es joven, pero no es tonta.
Jorge Giles.El Argentino. 12 de enero de 2010.
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