CUANDO LA POLÍTICA CONDUCE LA ECONOMÍA
LA VIEJA CHIRINADA REDRADO: EL VIEJO ORDEN AÚN SE RESISTE
Para entender lo que pasa, empecemos por decir que la historia galopa entre nosotros, construyendo un nuevo sujeto político de cambio al que algunos llaman Kirchnerismo.
La chirinada de Redrado, apoyada por los monopolios mediáticos, una jueza y los opositores que les responden obedientemente, volvió a poner al desnudo la confrontación histórica entre dos modelos de país.
Desde la fortaleza de su gestión, el gobierno, que a la hora de tomar decisiones drásticas moja sus patas en lo mejor de la épica nacional y popular, actúa con responsabilidad democrática y en el mismo sentido de los vientos de cambio que soplan en América latina.
La profundización del modelo de desarrollo económico diversificado, se metió con la vaca sagrada del monetarismo neoliberal. Y tal osadía, provoca estas resistencias.
La derecha conservadora resiste desesperadamente, apelando a lo peor de su prontuario. Mueve sus resortes a diestra y siniestra y se vale del poder de fuego acumulado en el ámbito legislativo, en el judicial y en líneas internas del propio ejecutivo. La traición de Cobos y Redrado son un botón de muestra.
¿En qué plano está ubicada esta situación política, más allá del ritmo vertiginoso y las idas y vueltas de las circunstancias?
Intentemos una aproximación.
El mundo en llamas por la crisis internacional más grave en cien años, y en particular las principales potencias capitalistas, usaron sus reservas monetarias cuantas veces fue necesario para salvarse del derrumbe total.
Salvaron el sistema bancario y financiero, contradiciendo el Consenso de Washington que estigmatizaba cualquier intervención del Estado en asuntos que le son propios al mercado.
Los que aquí se rasgan las vestiduras, aplaudieron cuando Bush, Obama y la Reserva Federal de los EE.UU. echaron mano al tesoro para socorrer la banca privada del país del norte.
En ese mundo, el vaciamiento de las cajas del Estado fue acompañado por la perdida brutal y masiva de empleos y caída abrupta de su producción interna y el freno violento de sus bienes transables en el comercio internacional.
Al sur del mismo continente, la economía argentina aguantó de pie semejante desplome mundial, aumentó sus reservas monetarias, sostuvo el nivel de empleos mientras discutía aumentos salariales en convenciones colectivas, eliminó el perverso mercado de las AFJP y recuperó para el Estado la administración del ahorro de los trabajadores, otorgó la Asignación universal por hijo, dispuso de una suma fija para jubilados y pensionados, construyó caminos, puentes, gasoductos, escuelas y hospitales en el mayor plan de obras públicas de la historia argentina, sancionó la nueva ley de medios de comunicación de la democracia y afrontó dignamente todos sus compromisos externos, sin necesidad de arrodillarse ante el FMI, como era de uso y costumbre hasta el día que asumió la presidencia Néstor Kirchner.
En este plano hay que entender la resistencia febril del viejo orden conservador.
Disparan contra el gobierno de Cristina para que trastabille este desarrollo económico con creciente inclusión social que hoy vive la Argentina.
Saben lo que hacen y por qué lo hacen.
Nadie debe confundirse: el viejo modelo está en operaciones.
Les resulta intolerable un gobierno popular exitoso. Es un mal ejemplo que desnuda las miserias de la gestión conservadora de la prehistoria política argentina.
Los que fundieron al país son ahora los embanderados de la independencia absoluta del Banco Central, porque conciben a esas reservas como las concibió Cavallo cuando en tiempos de Menem hizo creer que con ellas garantizaba el 1 a 1 de la convertibilidad. Así quedamos.
Las reservas deben estar al servicio del país. Porque cuando fue al revés, los neoliberales de guante blanco saquearon el tesoro nacional.
Además, siguen sosteniendo que la economía debe manejar
la política y no su contrario, como sucede en los últimos seis años.
Ese es el meollo de esta disputa.
Los conservadores pretenden que las reservas acumuladas por este gobierno, sean utilizadas a futuro, exclusivamente en función de sus poderosos intereses económicos. Si llegaran a triunfar con Cobos o con cualquier otro candidato en el 2011, de 50.000 millones de dólares que seguramente recibirán, las reservas descenderán en caída libre hasta besar la lona de un nuevo fracaso nacional.
¿Quiénes sufrirán este hipotético derrumbe?
Las clases medias y los trabajadores, en primerísimo lugar.
Un párrafo especial merece cierta dirigencia de la progresía, como la que lidera Solanas, que actúa de infantería a destajo en las huestes de la derecha resistente. Es lamentable, pero como si hubiesen olvidado repentinamente sus propios orígenes, omiten una razón histórica esencial para saber dónde se está parado en cada coyuntura histórica. Y esa razón no es otra que la disputa entre dos proyectos de país distintos, entre los intereses nacionales y populares y los intereses de las minorías del poder.
Resulta que para afuera alaban a Evo Morales y adentro piensan como los neoliberales y actúan al servicio de Clarín.
Esa progresía también se quedó en los noventa, con el agravante que hoy se mimetizan con los “pejotistas” que combatieron en esos años de entrega de la soberanía y empobrecimiento extremo.
Enuncian un planteo falso: “ni el pejota ni la ucr, una tercera fuerza progresista”.
¿No entendieron que en el 2001 estalló el viejo sistema de partidos tradicionales?
La divisoria de aguas es entre proyectos de país y no entre partidos que ya no existen.
En la Argentina hay un nuevo escenario desde que un proyecto transformador, que defiende los intereses de la nación y el pueblo, compuesto por peronistas (PJ y no PJ), radicales, intransigentes, humanistas, el frente grande, los movimientos sociales, pensadores nacionales, artistas populares, organismos de derechos humanos, el movimiento obrero, conforman decididamente una nueva épica nacional.
La batalla cultural no se toma vacaciones.
Debieran recordarlo, los que hoy pretenden revolver un rio que es manso pero no débil.
Jorge Giles. Miradas al Sur. 10 de enero de 2010.
1 comentario:
Y es ésa la discusión, que la política manda a la economía. Y los grupos económicos hacen fuerza en contra de la política, porque pretenden reemplazarla, como lo hicieron durante la dictadura, y también en el menemismo. A propósito, sería bueno reflejar los números de las empresa que monopólicamente se bebnficiaron en estos dos períodos deprimacía de la economía liberal.
Publicar un comentario