lunes, 11 de enero de 2010

EL GRITO DE SANTA TERESITA

La historia ya no juega a las escondidas.

Quiere celebrar el Bicentenario de la patria tirando la casa por la ventana.
Casi a todo o nada.

Habrá fiesta popular en las calles.

O desfile conservador de carrozas de oro en el Rosedal.

Pareciera que con un dedo singular, la historia traza una raya divisoria sobre la piel curtida del relato argentino y nos pregunta nuevamente “¿De qué lado estas?”
Las opciones vuelven a ser solamente dos.

O la restauración conservadora.

O el proyecto nacional, popular y progresista.

Néstor Kirchner acaba de denunciar la existencia de una gran conspiración contra el modelo de país en marcha.

En las tanquetas de papel de los conspiradores viajan los dueños del monopolio Clarín y sus repetidoras, Héctor Magnetto y Ernestina Herrera de Noble, el usurpador Julio Cobos, radicales aliancistas de De la Rúa, pejotistas de derecha, ex progresistas descarriados, corporaciones empresarias muy poderosas.

Son muchos y variados los personajes que, a falta de blindados con orugas, disparan sus municiones de tinta miserable y desánimo fatal.

El Grito de Santa Teresita, protagonizado por Kirchner, fue la advertencia pedagógica sobre lo que viene sucediendo en el país.

Ya nadie puede mirar para el costado cuando se juega el destino colectivo y personal de cada ciudadano.

Ese Kirchner que allí habló, contra lo que difaman los medios del monopolio y sus alcahuetes políticos, pensó una y mil veces si decirlo o no.

¿Para qué alarmar a una sociedad que trabaja tranquila o está de vacaciones?

Tomó la decisión de pegar el grito de alerta cuando entendió que la conspiración no es sólo contra el gobierno de Cristina ni contra el PJ ni el progresismo del frente gobernante, sino contra el pueblo argentino que vuelve a recuperar el empleo, la producción, el consumo interno, la asignación universal por hijo, las jubilaciones dignas, los derechos humanos.

La declamada y falsa “defensa de las reservas monetarias” es apenas la expresión de la resistencia conservadora a la construcción de un país soberano y con justicia social.

Los que fundieron al país son ahora los embanderados de la independencia absoluta del Banco Central, porque lo conciben del mismo modo que lo concibió Cavallo en tiempos de Menem y De la Rúa. Como el templo sagrado de una nación privatizada.
Así quedamos.

Pero, mal que les pese, las reservas deben estar al servicio soberano del país.
Cuando asumió Kirchner la presidencia, le dejaron en la caja 8.000 millones y en las plazas del pueblo, una treintena de compatriotas muertos.

Hipócritas y miserables, son ellos los que ahora se presentan con piel de corderos cual eficientes defensores de nuestros ahorros.

Siguen sosteniendo que la economía, por ser de una presunta categoría superior, debe manejar la política y no su contrario, como viene sucediendo en los últimos seis años.

Es parte del meollo de esta disputa.

Claro, esta vez no hay rendición ni pacto espurio con los poderosos.

La batalla cultural no se toma vacaciones, mientras la historia galopa entre nosotros, construyendo un nuevo sujeto político de cambio.

Debieran haberlo aprendido aquellos que hoy pretenden revolver un río que es manso pero no es débil.

Esos enemigos del desarrollo de la historia están nerviosos y confundidos.

Si así no fuese, nadie entendería la razón que los asiste en estas horas.

Lanzan manotazos enceguecidos, peleando contra sus propias sombras. Sienten que esta vez tienen enfrente una mujer que es coraje y decisión, pero también gestión e inteligencia.

Que sea progresista, vaya y pase.

Pero que sea peronista y progresista y encima con superávit fiscal y comercial, es demasiado para soportarlo.

Podrán refugiarse unas horas en las faldas de una jueza que es capaz de parecerse al correcaminos y luego a la tortuga Manuelita, según convenga a los conspiradores.

La historia ha empezado a andar y ya nada ni nadie la podrá detener.

Es mejor que se acostumbren. Sólo habrá fiesta popular en este Bicentenario.


Jorge Giles. El Argentino. 11 de enero de 2010

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