Se robaron el país cuantas veces pudieron.
Esos señores de sonrisa fácil, trajes a rayas bien marcadas, anillos de oro con sus iniciales de piedra incrustadas, perfume francés del que no se consigue sino en París, o en su defecto, a la vuelta del toro de Wall Street.
Cada vez que asaltaron la democracia, lo hicieron en nombre de la república, contra la chusma, contra el populismo y la demagogia de crear empleo, escuelas y hospitales, jubilaciones dignas, convenciones colectivas.
Nadie podía con ellos. Fueron invencibles a la hora de la espada y el tormento. Expertos en traiciones y deslealtades se pasaron por el forro cuanta promesa hacían en campaña electoral.
“Se me ocurre una idea”, dijo Cavallo a Menem.
No era suya sino de los neoliberales del mundo uníos.
Y siguió con el cuento cuando llegó De la Rúa.
Desde entonces llenaban las arcas del estado para luego vaciarlas a su antojo, una y otra vez. El Banco Central y las reservas monetarias que custodia, dijeron, serían independientes del desarrollo económico del país, independientes del gobierno democrático que osara ir a contramano de los poderosos, independientes de la soberanía nacional, independientes del empleo y la justicia social, independientes de nuestro presente y futuro como sociedad, independientes de la patria.
Esas reservas son del Tío Patilludo, nadie más puede tocarlas.
Esos ladrones de noble apellido que se jactan de ser defensores de nuestros ahorros laboriosos, son los mismos que se robaron nuestros ahorros cuantas veces pudieron.
Acuérdese nomás del 13 % de descuento a los jubilados y a los trabajadores.
Acuérdese nomás de la “revolución productiva” que lanzó misiles contra la industria nacional dejando a cambio escombros.
Acuérdese del “salariazo” que vació nuestros bolsillos.
Pero en estos días de resistencia conservadora, acuérdese de los magros 8.000 millones de dólares que le dejaron a Néstor Kirchner cuando asumió la presidencia en mayo del 2003.
Esos señores no tienen vergüenza. No espere de ellos una muestra gratis de pudor siquiera. Vaciaron las reservas del tesoro nacional pero hoy se travisten de hombre araña custodiando el Banco Central que gracias a este gobierno y el esfuerzo de una sociedad, logró juntar ya 48.000 millones de dólares y sin quitarle un centavo a ningún compatriota.
Por el contrario, se ahorró semejante masa de dinero al mismo tiempo que se construían los caminos y los puentes y las escuelas y los hospitales del más grande plan de obras públicas de la historia argentina, se liquidaba deudas y dependencia con el FMI, se recuperaban 5 millones de empleos, se otorgaba la Asignación Universal por Hijo, se garantizaban jubilaciones dignas administradas por el Estado y no saqueadas por la acción perversa de las AFJP.
Hay más, pero alcanza para cotejar entre modelos de país en pugna. Y para saber quién es quién en esta historia argentina.
El modelo de país altivo y justo que se construye encuentra resistencia a cada paso. Los que no supieron gobernar cuando les tocó el turno, impiden que otros gobiernen exitosamente. Lo dijo Cristina, la Presidenta de los argentinos.
Es importante que nadie se confunda en estas horas de histeria derechista. Y ese patrimonio de la memoria o es de todos o no es de nadie.
Si en el Banco Central están nuestras reservas monetarias para el desarrollo económico y social del país, en la memoria personal y colectiva, está nuestra reserva moral.
Si las usamos bien, no habrá ladrón que nos vuelva a robar el sueño de construir definitivamente una patria donde entremos dignamente todos.
Para ellos habrá un metafórico epitafio que los despida en vida y prosperidad mal ganada.
De nosotros depende. Como fue siempre que se escribió la historia.
Jorge Giles. El Argentino. 10 de enero de 2010
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