¿Dónde conciben su libreto los diputados opositores del “Grupo A”?
¿En qué lugar oscuro amasan las ideas que no tienen?
¿No se alumbran con nada?
La imagen de Sergio Schoklender, imputado por la justicia, sentado en el Congreso junto a Graciela Camaño, es la imagen de un país que ya no existe, más que en la triste sombra de estos personajes que aún deambulan por la vida.
Ayer violaron además, groseramente, la institución del “secreto del sumario” dispuesto por un juez.
La oposición no para de caer en su eterno despropósito.
Como si nadie atinara a proponerles otro curso de acción, otra conducta, otra actitud, una pizca de cordura y de buen gusto.
Al no encontrar un piso en su caída, su degradación política perfora el pavimento y los hace estrellar hasta el grotesco de ungir a un doble parricida, jefe intelectual de sus desgracias.
Dan pena estos opositores.
Ayer se estrellaron nuevamente. Los unos y los otros.
Radicales, duhaldistas, macristas, cívicos y presuntos progresistas.
Incluso los que dijeron que “no le creen nada al imputado”, por las dudas, pusieron el cuerpo ante el temor de quedar pegados con “el oficialismo”.
No vaya a ser que se enoje Magdalena. O Joaquín. O Magneto en persona.
Y los castiguen al destierro, sin invitarlos más al planeta “TN”.
Convalidar este entuerto en la casa de los representantes del pueblo, los convirtió en partícipes necesarios para hacer de esa republicana casa, apenas un aguantadero.
Mientras el buchoneo impúdico, falso, barato y banal sesionaba en Diputados, en la histórica Plaza, las Madres hacían su ronda de la dignidad de cada jueves.
Dos morales diferentes. Dos países diferentes. Dos mundos diferentes.
¿No saben que las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo son una construcción histórica del pueblo argentino?
¿Que ya no se pertenecen siquiera a ellas mismas?
¿Que son una parte sustancial de este pueblo y su memoria?
Nada ni nadie las podrá enlodar con el barro vil de ninguna infamia miserable.
Hacer “secreta” la reunión de ayer en Diputados buscó disimular esa doble moral de la seudo vergüenza ante el propio espejo y la desfachatez de batir la primicia a una cámara lista para salir al aire.
Dan pena. Son fantasmas errantes que giran alrededor de lo que mande Clarín o La Nación.
No saben hacer otra cosa. Ni están en condiciones de aprender otro vuelo.
Como los personajes de esa joya literaria de Milán Kundera, en “La insoportable levedad del ser”, estos opositores son un boceto de si mismos.
Todo lo que hacen es un boceto. Nunca un buen dibujo terminado.
Si usted se topa con uno de ellos por la calle, cruce rápido de vereda.
Con estos tipos, nunca se sabe.
El Argentino, viernes 16 de septiembre de 2011
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