Mientras el liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner continúa creciendo, la oposición política parece haber implotado definitivamente.
Este dato singular preanuncia la recomposición de todo el mapa político para después del 23 de octubre.
Ya nada será igual en la Argentina.
La realidad obliga más que nunca al Grupo Clarín y sus socios, a cubrir esa vacancia.
Pero se quedaron sin políticas ni candidatos creíbles.
Sólo creen tener poder de daño.
Por eso la diputada duhaldista, Graciela Camaño, junto al radicalismo y al Pro, traban el tratamiento legislativo de la Ley de defensa de la tierra y la corporación mediática se vale de Sergio Schoklender para seguir atacando a Hebe de Bonafini y las Madres de Plaza de Mayo.
Semejante infamia sólo resulta comparable a la operación que ejecutó la dictadura infiltrando a Astíz entre los familiares de presos y desaparecidos.
Están escribiendo la crónica de una derrota anunciada: la derrota opositora.
Hoy, 11 de setiembre, la condición humana se estremece con el recuerdo de Salvador Allende.
Su templanza, su claridad y su coraje en el minuto final de su vida, alumbrarán para siempre las anchas alamedas de Santiago de Chile y de nuestra América del Sur.
El Presidente Allende es un espejo eterno para mirarnos en cada encrucijada.
¿Cuáles serán los espejos donde se miran los injustos de la derecha más reaccionaria?
Se ha dicho recientemente que Allende “se suicidó”.
Nos permitimos decir, con el único peritaje de nuestras convicciones, que el golpe genocida del asesino Pinochet, “lo suicidó”.
Nadie, como Allende, se suicida por “motivos personales”.
Allende eligió de qué manera morir, que es algo distinto.
Su muerte es un crimen de lesa humanidad. Si la forma fue el suicidio es porque la dignidad le aconsejó reservarse el último cartucho para sí mismo.
Los miles de jóvenes chilenos que hoy están luchando por una educación pública, libre y gratuita y un país más justo, llevan su nombre como bandera y como testimonio de que Salvador Allende sigue vivo en lo mejor de su pueblo.
Del otro lado de la cordillera, los chilenos dan pelea contra el mismo neoliberalismo que azota el viejo mundo.
De este lado, el horizonte optimista de los argentinos es inversamente proporcional al pesimismo creciente en los países desarrollados.
Seguramente esta definición está motivada por los últimos anuncios presidenciales sobre el Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial y el aumento significativo de la Asignación Universal por Hijo y otras Asignaciones familiares.
Lo que significa tender las líneas del futuro, mientras se atienden al mismo tiempo las necesidades más vitales del presente.
Uno de los aportes más valiosos que la historia le reconocerá al proyecto gobernante desde el año 2003, será la restauración de la esperanza, la construcción del porvenir.
Hay una certeza de bienestar general en la población; pero hay un valor tan o más importante: la convicción de que nuestra descendencia vivirá en un país mejor que el que vivimos nosotros.
Hace apenas 8 años la ecuación era exactamente al revés. La perspectiva en nuestros hogares se medía con las agujas del reloj, no con el calendario.
Quizás usted se preguntará: ¿por qué volver siempre a recordar lo que nos pasó?
Nuestra respuesta es muy sencilla: porque aquellas ideas que nos quebraron la vida y el futuro en tiempos de neoliberalismo, aun habitan entre nosotros, tienen nombre y apellido, tienen usinas ideológicas, económicas y mediáticas.
En estos años recién estamos rozando algunos de los índices de calidad de vida que los argentinos teníamos en 1974 y que se clausuraron trágicamente a partir de la dictadura cívico militar de 1976.
El índice de pobreza en 1974 era del 7 % y en el 2002 trepó al 50 %.
De allí venimos. De allí empezamos a salir en el 2003.
Millones de personas, ya en democracia, quedaron hasta entonces absolutamente a la intemperie, sin resguardo del Estado, sin perspectivas de vida.
La perdida del trabajo significaba caerse del adentro social. Era quedar afuera de todo. De las jubilaciones, de los servicios de salud, de la educación, de la alimentación. Ser expulsado del mercado laboral significaba quedar expulsado del mercado en general.
¿Y el Estado? si te he visto no me acuerdo.
La crisis caló hondo y el desánimo y la desesperanza eran el síntoma más notorio. Vivir al día. Turismo “gasolero”. Estudios secundarios y universitarios para unos pocos. Era el “sálvese quien pueda” en su mayor expresión.
El endeudamiento externo del país era el ancla que nos hundía en el atraso y la dependencia.
¿Qué se propuso Kirchner ante semejante cuadro desolador? :
Restaurar la historia rota de los argentinos y desendeudar la economía.
Kirchner comprendió mejor que nadie que la reivindicación de la generación diezmada por la dictadura, además de un acto de estricta justicia, significaba recuperar todas las piezas necesarias para rehacer nuestro rompecabezas.
En esa convicción fijó en la agenda de políticas de estado la política de memoria, verdad y justicia.
Y en esa convicción dejó en orsay a quienes le sugirieron, días antes de asumir, que acompañe la política de “pacificación nacional” que pretendía Duhalde, indultando a los genocidas y por decreto, hacer borrón y cuenta nueva.
La degradación social fue consecuencia directa de las políticas neoliberales que aun hoy siguen defendiendo los opositores del Grupo A y del Grupo Clarín.
Y al revés: la recuperación social que hoy transitamos responde a las políticas implementadas desde los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
Esto es lo que se pondrá en juego el 23 de octubre.
Por eso se entiende que, para asegurar y profundizar el rumbo, la fórmula kirchnerista no expresa un mensaje partidario, sino de plena unidad nacional.
En ese marco aglutinador, habrá que dar batalla para que el proyecto de nación en curso, triunfe por un margen cercano al 60 % y así consolidarse como una verdadera epopeya que enfrente victoriosamente cualquier maniobra de los enemigos de la democracia.
Miradas al Sur, domingo 11 de septiembre de 2011
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