La Industria celebra su día el 2 de setiembre conmemorando la primera partida desde Buenos Aires de la carabela “San Antonio” rumbo a Brasil, que transportaba tejidos y bolsas de harina provenientes de Tucumán y Santiago del Estero.
Fue el 2 de setiembre de 1587.
Dicen que este hecho virtuoso para la producción local, encubrió al mismo tiempo la exportación ilegal de plata arrancada de Potosí.
¿Una paradoja argentina? Quizás.
La defensa de la industria significó a lo largo de nuestra historia tomar partido por el desarrollo del país, por su crecimiento, por sumar valor agregado, por generar puestos de empleo, por promover el consumo.
Abrazarse a la industria significó abandonar el lugar que las potencias dominantes en cada etapa histórica asignaban a nuestra nación como economía exclusivamente agrícola-ganadera, sin autonomía y sin desarrollo de su potencial humano y productivo.
Esta posición viene desde muy lejos, alcanzando su cúspide con el gobierno de Perón.
Muchísimo antes, Manuel Belgrano, en pleno fermento de la Revolución de Mayo, escribió: “la moneda, por sí misma, no es riqueza pero es una prenda intermedia y una verdadera letra de cambio al portador que debe pagarse en cambio de frutos de la Agricultura o de las obras de la industria. Si estos frutos o estas obras faltan o no alcanzan, habrá pobreza con mucho dinero; si son abundantes, habrá riqueza con poco dinero; así pues, una nación es pobre con una cantidad inmensa de metales…”
¿No es acaso una advertencia sobre el modelo neoliberal que hoy azota al llamado “primer mundo”?
Cuenta Felipe Pigna que ya 1802, Belgrano escribía: “Todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus estados a manufacturarse y todo su empeño en conseguir, no sólo darles nueva forma, sino aún atraer las del extranjero para ejecutar lo mismo. Y después venderlas.”
Fue un visionario y por sobre todo, un patriota comprometido con la esencia histórica de lo que llamamos Proyecto nacional y popular.
Proyecto que continúa con más fuerza hoy, cuando la ministra de Industria, Débora Giorgi da cuenta de que “la política industrial permitió un crecimiento inédito en más de un siglo" y el ministro Amado Boudou reafirma una idea auténticamente belgraniana: “Debemos poner en el centro, el trabajo y la inversión, en la economía real que es lo que permite dar sustentabilidad a un sistema económico. Si se pone como centro al sistema financiero se generan burbujas insostenibles y altas tasas de desempleo como está ocurriendo en el mundo".
Con el concepto de ruralidad industrial, quizá la Presidenta alumbra el horizonte de un tiempo que es histórico para los argentinos.
El Argentino, viernes 2 de septiembre de 2011
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