viernes, 30 de enero de 2009

ESTADO Y COCINAS DE 4 HORNALLAS

El cambio de época tiene sus paradojas. Mientras en los países centrales se achica y enfría la economía, nuestro Gobierno facilita el canje y la compra masiva de heladeras. Se incendia el modelo neoliberal afuera y acá se canjean calefones. Es evidente que estamos viviendo un tiempo de cambios copernicanos. Pese a que desde afuera sólo llegan malos augurios, la Argentina continúa apostando al crecimiento.
La Organización Internacional del Trabajo anunció una probable perdida de 50 millones de empleos en todo el mundo. Sin alegrarnos con las desgracias ajenas, admitamos que hoy contamos con un gobierno que en lugar de enfriar el consumo, lo impulsa, defendiendo con uñas y dientes, el actual nivel de empleo.
Parecen parte de nuestra prehistoria, aquellos tiempos jurásicos de los ajustes. ¿Se acuerdan? Cuando el mundo desarrollado estornudaba, acá teníamos gobiernos que padecían ataques de pánico y salían rápidamente a justificar un nuevo ajuste y a pedir más sacrificios a los que menos tienen. “Hay que pasar el invierno”, se adelantaba Alsogaray. “Cirugía sin anestesia”, nos condenaba Menem. “El FMI me pide y no puedo decirle que no”, sollozaba De la Rúa.
Tranquiliza tener una Presidenta que, desde otra concepción de la vida, le dice a los argentinos que “el canje de deuda fue exitoso, no sólo porque logró el 97 % de adhesión, sino porque lo hicimos sin pagar un centavo de comisión y porque no renunciamos a la jurisdicción argentina”, agregando que “no alcanza sólo con salvar empresas y bancos. Hay que salvar a los trabajadores y el nivel de empleo, los comerciantes y los consumidores”.
Después de muchos años hay un gobierno que se ocupa y preocupa de la macroeconomía pero también de las cosas simples y cotidianas del ciudadano común. ¿Será esta la revolución de las pequeñas cosas?
Germán Abdala decía que el peronismo se arraigó en el pueblo no sólo por dignificar nuestra Nación, sino fundamentalmente por haber sido capaz de dar las respuestas concretas que demandaban los trabajadores y las clases medias. Muy ocurrentemente supo decir Germán que “el peronismo inventó la heladera SIAM. ¿Saben por qué? Porque los trabajadores tuvieron rápido acceso a la heladera y empezaron a comprender que la manteca duraba más tiempo, que la leche se conservaba más, que había que llenarla, que podíamos comer otro tipo de cosas. Y todo con la única tecnología adecuada para nosotros que es aquella que se fabrica en la Argentina”
Aunque miremos la historia por el ojo de la cerradura, vamos a entender mejor el significado trascendente de estas medidas que toma el gobierno de Cristina si hacemos la comparación con gobiernos anteriores y con los opositores actuales, por un lado y por el otro, si valoramos en su justa medida, el centro de gravedad puesto en el mercado nacional que elije la política oficial.
Antes nos ajustaban, ahora nos estimulan el consumo. Antes se decidía consultando al FMI, ahora la política se decide en la Casa Rosada, que es la casa soberana y democrática de los argentinos. Vaya con la diferencia.Eso sí, lo que se mantiene inalterable en el tiempo es el rol universal de la mujer, puesto de manifiesto por la Presidenta cuando en medio de los últimos anuncios trazó un semblante del papel central que la mujer cumple en la casa familiar. Es ella la primera que se reencuentra con un gobierno democrático y popular que vuelve a ocuparse de que tengamos empleo y heladeras, soberanía y lavarropas, justicia y termo tanques, democracia y calefones, Estado y cocinas de 4 hornallas.

Publicado en El Argentino del 30 de enero de 2009, contratapa

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