(Por Jorge Giles, para BAE del lunes 8 de setiembre)
Abrimos la semana con un hecho auspicioso: la visita de la Presidenta argentina al Brasil. Una presencia que se destaca por la amplitud de su agenda pero que encontrará su máximo significado en la reunión que mantendrá con el Presidente Luiz Inacio Lula Da Silva.
Es bueno ejercitar el uso de la memoria para no olvidar que estas relaciones de amistad no siempre estuvieron. Por el contrario, ambos países sudamericanos disputaron históricamente entre ellos para sacarse ventajas económicas, comerciales y aduaneras. En los noventa, incluso, cometieron la desvergüenza de disputarse la seducción con los sucesivos gobiernos de los EEUU. Allí están las presidencias de Fernando Henrique Cardoso y Carlos Menem para demostrar lo que se afirma. Valía más una buena foto con Bush, con Clinton o con el Secretario de Estado del país del norte, antes que una imagen que retrate la unidad entre nuestros gobiernos.
Es todo un dato histórico asistir hoy a este paisaje político que muestra a una América Latina mirándose a los ojos, abordando un mundo complejo con su propia mirada, invirtiendo capitales entre sus propios países, proyectando y construyendo un Banco del Sur que unifique una política de acumulación y distribución de excedentes financieros de manera equitativa y forjando medidas para combatir las asimetrías injustas que aún prevalecen entre los países de la región. Allí es donde Brasil y Argentina tienen la máxima responsabilidad en esta hora histórica.
Nuestra Presidenta asistió ni bien llegó a tierras de Vinicius de Morales, a la inauguración de una fábrica de turbina generadoras de energía eólica con capitales argentinos. Es decir, modernos molinos de viento que aportan un caudal de importante energía limpia en una instancia que es crucial por la crisis energética mundial.
Todo un símbolo si se piensa que la integración entre nuestros países supera largamente los propósitos declamados para traducirse en presencia efectiva, tangible, productiva.
Dice bien la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner que esta integración regional es el único camino posible. Con esta definición categórica, simple, profunda, deja atrás aquellos desvelos de muchos ex gobernantes, autoritarios o democráticos, que en el pasado trazaban cuadrículas complejas para discernir sobre las opciones de políticas de alianza internacional. O con Europa o con EEUU o con nadie o con ellos juntos a la vez. Felizmente, el Mercosur creció y va por más.
Está claro que nuestra suerte está atada a la unidad de América Latina. Que sólo este año se lleven invertidos 30.000 millones de dólares en el intercambio adentro del bloque regional justamente para crecer con la mayor armonía posible, que se resuelva un sistema de pagos en moneda local sustituyendo el dólar como billete exclusivo y excluyente para cualquier transacción, que se construya un satélite común, se firmen acuerdos entre el Banco de Fomento de Brasil y el Banco de Comercio Exterior (BICE) y el Banco de la Nación Argentina para financiar proyectos de inversión, habla a las claras que estamos quemando las naves de nuestros viejos desencuentros.
El Día de la Independencia de Brasil, en la que la Presidenta argentina es la Invitada de Honor, será el día del preludio de la abolición del dólar. De aquí en más el lenguaje económico entre nuestros países será en reales y en pesos. Cuando se mira la historia de la Unión Europea se aprecia muy enfáticamente el valor del proceso que llevó a los países de la vieja Europa a contar con una moneda propia. Un capítulo en una dirección semejante, de autonomía y soberanía económica y social, es la que firmarán ambos presidentes sudamericanos. Es un hecho histórico.
Pero hay un dato tan importante como el señalado y es que el intercambio de productos manufacturados ocupa la prioridad en nuestras exportaciones. Se construyen así, sólidos puentes integradores que permitirán el crecimiento y el desarrollo adentro de nuestras propias fronteras. No estamos intercambiando de una orilla a la otra, materias primas sin valor agregado. Estamos posibilitando trabajo y empleo para los ciudadanos de este sur que ahora existe. Estamos construyendo en serio una región autónoma y productiva que va de la mano de nuestro propio desarrollo nacional con producción industrial. La política exterior vuelve a ser para felicidad de nuestros pueblos, la extensión armónica de nuestra política interna.
Pero claro, en la Argentina no todos lo entienden así. Algunas tribus locales de nuestra política vernácula miran sólo por el ojo de la cerradura de su propia puerta. Actúan contra el Gobierno por espasmos y reacción, motivados por posicionarse sectaria y partidariamente antes que asumir un rol de mayor estatura en semejante circunstancia histórica.
Son los que se llevan por delante los muros que ellos mismos levantan. Arremeten desde la oposición con sus argumentaciones facilistas, priorizando temas que seguramente crean que son propios de “estadistas”; por ejemplo el trajinar de Julio Cleto Cobos con Nito Artaza, las correrías filosóficas del ex senador Duhalde, las nuevas fallas en el oráculo de Carrió (¡ya van tantas!). En este pelotón andará Macri tratando de llevarse la justicia para su casa como si fuera parte de su propiedad privada, y se sabe que con eso, con la propiedad decimos, no se embroma. Y andará el senador Giustiniani, mirando a los socialistas golpeados por sus huestes por el delito de fidelidad a los principios que defendiera el Maestro Alfredo Bravo.
Alienta saber que los miembros de Carta Abierta y los principales dirigentes de los Movimientos Sociales, se hayan reunidos para reinventar palabras que ayuden a alumbrar los caminos por venir. Es un mensaje a los destituyentes que pronosticaban el ocaso de las políticas de redistribución de la riqueza y la recuperación del Estado. Pero esas políticas, como los árboles, están con brotes nuevos, esperando la primavera.
Abrimos la semana con un hecho auspicioso: la visita de la Presidenta argentina al Brasil. Una presencia que se destaca por la amplitud de su agenda pero que encontrará su máximo significado en la reunión que mantendrá con el Presidente Luiz Inacio Lula Da Silva.
Es bueno ejercitar el uso de la memoria para no olvidar que estas relaciones de amistad no siempre estuvieron. Por el contrario, ambos países sudamericanos disputaron históricamente entre ellos para sacarse ventajas económicas, comerciales y aduaneras. En los noventa, incluso, cometieron la desvergüenza de disputarse la seducción con los sucesivos gobiernos de los EEUU. Allí están las presidencias de Fernando Henrique Cardoso y Carlos Menem para demostrar lo que se afirma. Valía más una buena foto con Bush, con Clinton o con el Secretario de Estado del país del norte, antes que una imagen que retrate la unidad entre nuestros gobiernos.
Es todo un dato histórico asistir hoy a este paisaje político que muestra a una América Latina mirándose a los ojos, abordando un mundo complejo con su propia mirada, invirtiendo capitales entre sus propios países, proyectando y construyendo un Banco del Sur que unifique una política de acumulación y distribución de excedentes financieros de manera equitativa y forjando medidas para combatir las asimetrías injustas que aún prevalecen entre los países de la región. Allí es donde Brasil y Argentina tienen la máxima responsabilidad en esta hora histórica.
Nuestra Presidenta asistió ni bien llegó a tierras de Vinicius de Morales, a la inauguración de una fábrica de turbina generadoras de energía eólica con capitales argentinos. Es decir, modernos molinos de viento que aportan un caudal de importante energía limpia en una instancia que es crucial por la crisis energética mundial.
Todo un símbolo si se piensa que la integración entre nuestros países supera largamente los propósitos declamados para traducirse en presencia efectiva, tangible, productiva.
Dice bien la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner que esta integración regional es el único camino posible. Con esta definición categórica, simple, profunda, deja atrás aquellos desvelos de muchos ex gobernantes, autoritarios o democráticos, que en el pasado trazaban cuadrículas complejas para discernir sobre las opciones de políticas de alianza internacional. O con Europa o con EEUU o con nadie o con ellos juntos a la vez. Felizmente, el Mercosur creció y va por más.
Está claro que nuestra suerte está atada a la unidad de América Latina. Que sólo este año se lleven invertidos 30.000 millones de dólares en el intercambio adentro del bloque regional justamente para crecer con la mayor armonía posible, que se resuelva un sistema de pagos en moneda local sustituyendo el dólar como billete exclusivo y excluyente para cualquier transacción, que se construya un satélite común, se firmen acuerdos entre el Banco de Fomento de Brasil y el Banco de Comercio Exterior (BICE) y el Banco de la Nación Argentina para financiar proyectos de inversión, habla a las claras que estamos quemando las naves de nuestros viejos desencuentros.
El Día de la Independencia de Brasil, en la que la Presidenta argentina es la Invitada de Honor, será el día del preludio de la abolición del dólar. De aquí en más el lenguaje económico entre nuestros países será en reales y en pesos. Cuando se mira la historia de la Unión Europea se aprecia muy enfáticamente el valor del proceso que llevó a los países de la vieja Europa a contar con una moneda propia. Un capítulo en una dirección semejante, de autonomía y soberanía económica y social, es la que firmarán ambos presidentes sudamericanos. Es un hecho histórico.
Pero hay un dato tan importante como el señalado y es que el intercambio de productos manufacturados ocupa la prioridad en nuestras exportaciones. Se construyen así, sólidos puentes integradores que permitirán el crecimiento y el desarrollo adentro de nuestras propias fronteras. No estamos intercambiando de una orilla a la otra, materias primas sin valor agregado. Estamos posibilitando trabajo y empleo para los ciudadanos de este sur que ahora existe. Estamos construyendo en serio una región autónoma y productiva que va de la mano de nuestro propio desarrollo nacional con producción industrial. La política exterior vuelve a ser para felicidad de nuestros pueblos, la extensión armónica de nuestra política interna.
Pero claro, en la Argentina no todos lo entienden así. Algunas tribus locales de nuestra política vernácula miran sólo por el ojo de la cerradura de su propia puerta. Actúan contra el Gobierno por espasmos y reacción, motivados por posicionarse sectaria y partidariamente antes que asumir un rol de mayor estatura en semejante circunstancia histórica.
Son los que se llevan por delante los muros que ellos mismos levantan. Arremeten desde la oposición con sus argumentaciones facilistas, priorizando temas que seguramente crean que son propios de “estadistas”; por ejemplo el trajinar de Julio Cleto Cobos con Nito Artaza, las correrías filosóficas del ex senador Duhalde, las nuevas fallas en el oráculo de Carrió (¡ya van tantas!). En este pelotón andará Macri tratando de llevarse la justicia para su casa como si fuera parte de su propiedad privada, y se sabe que con eso, con la propiedad decimos, no se embroma. Y andará el senador Giustiniani, mirando a los socialistas golpeados por sus huestes por el delito de fidelidad a los principios que defendiera el Maestro Alfredo Bravo.
Alienta saber que los miembros de Carta Abierta y los principales dirigentes de los Movimientos Sociales, se hayan reunidos para reinventar palabras que ayuden a alumbrar los caminos por venir. Es un mensaje a los destituyentes que pronosticaban el ocaso de las políticas de redistribución de la riqueza y la recuperación del Estado. Pero esas políticas, como los árboles, están con brotes nuevos, esperando la primavera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario