Los buitres y los dinosaurios son
así, malolientes, repugnantes, miserables, cobardes a tal punto de serlo con
sus propios intereses de clase.
Siempre fueron así.
Nos equivocamos si creemos que estos
son distintos en algún rincón del pensamiento. Esta generación de buitresaurios
no es muy diferente de las anteriores. Cambiaron
de garras, pero no aprendieron nada de civilización y humanidad, de democracia
e inclusión social.
Son los que escribieron “viva el
cáncer” con Evita agonizando en su lecho de enferma.
Son los que prohibieron las palabras
que el pueblo hizo suyas, como “Perón”, “Viva Perón” y “La Marchita”.
Son los que llamaron despectivamente
“grasitas” y “cabecitas negras” al bajo pueblo que construyó las ciudades y los
puertos y a los que llenaron las fábricas y las plazas desde mitad del siglo XX.
La respuesta popular fue la misma que
ahora: el amor vence al odio.
Se resignificaron las palabras
dolientes e injuriosas y fue así que Evita llamó con palabras del alma a sus
descamisados: “mis grasitas, mis cabecitas negras”.
En el tiempo que le queda de mandato
a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner mucho nos tememos que se
convierta en usual escuchar las injurias de quienes se sienten impotentes ante
un país que resiste el vendaval neoliberal de los fondos buitres y avanza a
paso redoblado cuando puede; y cuando no puede, avanza más despacio pero no se
detiene.
Venimos pensando, claro está, en las
declaraciones del señor Héctor Méndez, presidente de la UIA y del señor Espert,
liberal y parlanchín todo terreno ubicado en la vereda de enfrente de la
patria.
Pero también en las editoriales, a
veces firmadas, a veces no, de Clarín y La Nación.
Y también hablamos del voto negativo
de una oposición parlamentaria que no aporta nada nuevo cuando debe explicar el
porqué de su actitud siempre negativa, siempre irritada, siempre crispada,
siempre anclada en el país del pasado más horrendo que dejamos atrás.
Hablamos, obviamente, de González
Fraga, Sergio Massa, Hermes Binner, Elisa Carrió, Mauricio Macri y Domingo
Cavallo exigiendo en nombre de los buitres que Argentina cumpla de inmediato
con el fallo del juez Griesa.
O sea. Un pasaje de retorno al
corralito y al corralón.
Habrá que admitir definitivamente que
jamás de los jamases los podremos convencer del beneficio de estar y trabajar
para el bien de todos, es decir,con ellos mismos incluidos. Es que los buitresaurios
son así de voraces y depredadores porque esa es su naturaleza.
Son como el alacrán de la fábula.
Esta vez intentarán lo mismo que hicieron
con Irigoyen en 1930, con Perón en 1955, con Illia en 1966, con el gobierno
constitucional en 1976, con Raúl Alfonsín en 1989, con la democracia en el
2001. Son insaciables cuando ganan poder y son harto peligrosos cuando creen
ver amenazado ese mismo poder.
Si les das porque les das. Si no les
das porque no les das.
Buscarán incendiar el país con
corridas cambiarias, con devaluación de facto y con insultos provocadores para
que se les responda con la misma violencia.
Perdieron: por cada injuria que
expresen recibirán de castigo una palabra del alma.
El kirchnerismo es una fuerza
política de mayorías que nació y se consolidó en la adversidad y en el fragor
de la lucha en defensa de los intereses populares. Y ese solo dato alcanza para enloquecer a dinosaurios y
buitres, los de adentro y los de afuera. Nunca pudieron domesticar al
kirchnerismo, ni siquiera inmovilizarlo en las oscuras calles de los piquetes
patronales de la “125” o en el vano embargo de la Fragata Libertad.
Si el primer peronismo fue el hecho
maldito del país burgués, como decía Cooke, el kirchnerismo es el hecho maldito
del país de los buitresaurios.
“Es lo peor que nos pasó”, reconoció
el genocida Videla.
Ahora bien, es importante comprender,
más allá y más acá de la justa indignación que nos provocan esos fétidos bicharracos,
que estamos disputando poder en la Argentina y en toda la región. Y es
importante entender, por propios y ajenos, que de este lado de la vida la
señora que conduce a los 40 millones de argentinos, para la urticaria de don
Méndez, tomó la decisión de no arrugar jamás, de no claudicar, de no detener la
marcha del proyecto de país que ella representa en este tramo de la historia.
¿Entonces? Entonces se trata de
seguir acumulando fuerzas para dar todas las batallas culturales, políticas y
económicas que formen parte de la agenda que escribió la historia el día que se
bifurcaron los caminos, allá lejos y hace tiempo, entre ser una patria soberana
o seguir siendo una colonia sometida.
No estamos en presencia, como tantas
otras veces, de un debate económico, sino de modelos de país en pugna.
Si Macri considera que es un
despilfarro el avance científico tecnológico logrado por la Argentina en estos
últimos años, nosotros en cambio nos emocionamos con la pronta colocación en
órbita del primer satélite de comunicaciones fabricado por científicos argentinos,
el ARSAT-1.
Si la oposición lamenta que estemos
“aislados” del mundo, nosotros nos alegramos que los ministros De Vido y
Kicillof y el titular de YPF, Galuccio, hayan viajado a China para concretar
los acuerdos estratégicos firmados por los presidentes de nuestras respectivas naciones.
Ambos casos, el del satélite soberano
y el acuerdo con China,son una representación simbólica de las dimensiones y
las distancias que median entre el proyecto de país que lidera Cristina y el
vuelo errante de los buitres locales.
Es un signo de este tiempo la
sensibilidad de un gobierno que fija los ojos en ejemplos de vida como el de la
Biblioteca “Palabras del alma”, esa que no dudó en rechazar los “aportes”
pretendidamente solidarios de un fondo buitre.
“Hay que endurecerse, pero sin perder
la ternura”, decía el Ché.
Y saber que hay una Presidenta que
endurece posiciones ante el ataque despiadado de los fondos buitres y sus
aliados locales, al tiempo que se abraza emocionada con los dignos miembros de
esa Biblioteca popular, es un bello retrato de los días que vivimos.
Miradas al Sur, domingo 7 de septiembre de 2014
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