sábado, 13 de septiembre de 2014

Las lecciones que deja el acto de La Cámpora son irreversibles.



Por su masividad, el acto fue demostrativo de la fuerza impetuosa de una juventud que se ha cargado la historia popular al hombro.
Por su composición e identidad federal, el acto fue demostrativo del crecimiento representativo que alcanzó a nivel nacional la organización del kirchnerismo más castigada, más vapuleada e injuriada por los grandes medios concentrados del poder mediático. Lease Clarín y La Nación y todos sus socios y sus serviles dirigentes políticos y sindicales.
Por la calidez, la solidaridad ambiente, la humanidad a flor de piel, la cordura de una juventud rebelde y desfachatada, el acto demostró la madurez que alcanzó esta organización que es algo así como la clave de sol del proyecto de país que expresa el kirchnerismo.
Quizá la nota mayor fue el discurso brillante y emotivo de su principal cuadro político que es Máximo Kirchner; pero digamos sobre todo, que haya hablado a sus militantes y a su pueblo ya es en sí mismo un significante mayor de los tiempos que corren y los tiempos que vendrán de ahora en más.
¿Por qué lo decimos? Porque el efecto colectivo que provoca esta primera aparición pública de Máximo está demostrando que él y su palabra viva constituyen, más allá incluso de su propia voluntad personal, un auténtico catalizador de voluntades masivas. Es decir, él viene a reparar con su sola presencia ese vacío infinito y dolido que dejó la partida de Néstor Kirchner.
No es Néstor, pero todos ven en él algo de Néstor. Es el que tomó la posta que dejó Néstor Kirchner.
En la médula de su discurso se vio a un dirigente de masas, un militante, el compañero cálido que habla y gesticula afectos y transmite amor y rechaza el odio. Todo junto. Máximo emocionó a todos con su propia emoción, y esa cualidad de transmisor de emociones no la tienen todos los que hacen política, aunque sean brillantes oradores cuasi profesionales.
Puso al descubierto de manera explícita lo mejor y más representativo que tiene el proyecto político que gobierna, que es, obvio, Cristina Fernández de Kirchner; y al hacerlo, de manera dialéctica, Máximo desnudó las miserias y la mediocridad de la oposición. De esta estocada, nadie saldrá indemne ni podrá mirar hacia los costados como distraído. Deberán entenderlo propios y ajenos.
Que se animen a levantar la apuesta los opositores y los buitres de adentro y de afuera.
Y este dato que señalaremos ahora sí que es un dato generacional que impacta: esta juventud demostró en el estadio de Argentinos que tiene su propia cultura de época, sus propias consignas y banderas y sus propios muertos queridos. Ya no nombra con nostalgia o melancolía a los caídos en batallas más lejanas, sino a los propios de su generación. Empezando por Néstor, siguiendo por Iván, por el Rolo, por Chicho, por el pibe de La Cámpora que murió ahogado cuando trataba de rescatar de las aguas a otra persona que ni siquiera conocía. Esta generación ya se pertenece a sí misma; es decir, hoy grabó con tinta propia, el lugar que se ganó en la historia del pueblo.
Claro que se debe a esa historia, pero no le debe nada a nadie.
Vamos a seguir hablando de este acto de ahora en más, porque cierra una coyuntura y abre otra.
Los pibes, en paz como lo hicieron siempre, dijeron hoy multitudinariamente y alegres y esperanzados, aquella frase que dijera Gatica cuando lo bardeaban desde el poder gorila y reaccionario en tiempos de la resistencia peronista: "A mí se me respeta"
La mística es la misma, con la diferencia que estos pibes son parte de un gobierno y un proyecto de país que ya es irreversible por voluntad, compromiso, convicción y prepotencia de trabajo.
En nombre de otra generación y de otros muertos queridos, sólo cabe decir en el estribo: gracias compañeros de La Cámpora por seguir el vuelo.

1 comentario:

Andrés dijo...

Muy bueno, Jorge

Vengo pensando desde hace unos meses que se viene una época de consolidación, de "digestión" de grandes medidas tomadas en esta década.

Me parece que habrá cambios profundos desde pequeños avances cotidianos. Si bien puede haber decisiones de alto impacto (como lo fue YPF y las AFJP) creo que la cosa pasará por cambios culturales (cómo la gente decidirá informarse, cómo comprará lo que necesite evitando ser presa de las cadenas oligopólicas comerciales, etc.)

Lo que se viene será menos "épico" en la superficie porque el mensaje de esta década habrá permeado hasta la médula en esta generación que se viene.

Saludos,

Andrés