Alta gira y despliegue oficialista en
medio de la balacera buitre.
Ni un paso atrás.
La presidenta habla con el Papa y
luego va a la ONU donde hace unas semanas se aprobó por 124 votos a favor y 11
en contra el apoyo a la Argentina contra los fondos buitres.
Antes se reunirá con dirigentes
sindicales de todo el mundo y luego con grosos jugadores empresariales.
El Congreso votó la ley que permite cuidar el bolsillo y
el consumo de los ciudadanos y la justa renta de las pymes.
Los gobernadores de las provincias
petroleras firman con la presidenta un acto de auténtico federalismo: el Estado
nacional representa a todas en la defensa de nuestros recursos energéticos.
Y claro, este avance no es gratuito.
Los de la vereda de enfrente, los que
quieren volver a provocar un nuevo estallido social e institucional como en el
2001, los representantes del poder económico, financiero y mediático
concentrado, los buitres de afuera y de adentro, resisten y afilan sus
cuchillos, como los Coroneles de Mitre, para pasar a degüello cada una de las
conquistas sociales que el pueblo argentino ha logrado con el gobierno de
Cristina.
La oligarquía no olvida ni perdona
cuando de defender sus intereses se trata y para ello utilizan a sus peones partidarios, sindicales
y “periodísticos“que vienen de perder los últimos trapos que le quedaban de
dignidad y vergüenza.
Vergüenza ajena, los opositores.
Pero la historia no se repite. Esta
vez no pasarán.
Aún retumban las consignas amorosas y
apasionadas de los 40 mil pibes y pibas convocados en el estadio de Argentinos Junior
el sábado 13 de setiembre.
¿Estarán avisando acaso que el Kirchnerismo
ganará las próximas elecciones nacionales del 2015?
Quizás, quizás.
Qué extraña paradoja la de estos
tiempos: una fuerza de jóvenes nacida al calor de un proyecto oficialista y
que, sin embargo, expresa una corriente rebelde y contracultural.
El de La Cámpora no fue un ejercicio
de voluntarismo ni de fe partidaria, sino un acto multitudinario donde una
porción importante y representativa del sujeto principal de estos años, la
juventud, expuso a cielo abierto las cuatro condiciones que requiere toda
marcha a la victoria: liderazgo, mística, proyecto y organización.
Las aguas que corrieron en los días
sucesivos al acto y en particular la aparición pública de Máximo Kirchner dan
cuenta del alto impacto que esa multitud provocó en el escenario político.
Abundaron las comparaciones con otros
tiempos y espacios.
Veamos.
La gloriosa JP de los años setenta
tuvo su bautismo de fuego en las calles y en las plazas, pero la diferencia entre aquella y esta época
es que entonces el fuego era el fuego, sin metáfora alguna. Su punto de partida
era la dictadura y el fin deseado era “la toma del poder “y la “construcción
del socialismo”. ¿La democracia?, bien gracias.
Porque era otro mundo, otra región y
otro país. Su cuna fue la resistencia peronista y el “Luche y Vuelve”. Pero
aquella mística que se probaba a sí misma entregando la vida a cada instante,
aquella organización que se fortalecía en el territorio y en la logística
propia, aquel proyecto de patria liberada, tenía además un liderazgo con el que
más pronto que tarde chocaría irremediablemente. Perón era el líder de las masas
populares, indiscutiblemente, pero no era el mismo perfil de liderazgo que una
buena parte de la masa juvenil estaba cultivando con su proyecto autónomo.
Y entonces pasó lo que pasó; la
unidad del campo popular se quebró por impericia, por inmadurez, por
retardatarios o por apresurados o por todo eso junto y se crearon las
condiciones para gatillar una dictadura que ya estaba desenfundada desde mucho
tiempo atrás.
Fue un proceso que no conoció puntos
intermedios. Demasiado viejo por un lado y demasiado joven, por otro.
¿Cómo equiparar entonces este momento
con aquel de los setenta? No es posible siquiera acercar situaciones con las
juventudes políticas de los años 80, recién inaugurada esta democracia que
nació debilucha, chamuscada por la guerra de Malvinas, amenazada por los
carapintadas, con genocidas sueltos y leyes de impunidad.
Ni hablar de los noventa cuando la
juventud se refugió a solas de la tormenta neoliberal que azotaba el mundo.
La juventud de ahora, en cambio,tiene
a sus espaldas 30 años ininterrumpidos de ejercicio democrático.
Es un dato que debiera impactar pedagógicamente
en todo el arco político.
La Cámpora, además, crece en todo el
territorio nacional, se fortalece organizativamente, gana representatividad
política y social, construyendo y fortaleciendo su espacio junto a quien lidera
y conduce el ancho espacio kirchnerista: Cristina Fernández de Kirchner.
Su proyecto es el de Cristina. Su
orgánica se referencia en Cristina. Su mística tiene nombres y apellidos:
Evita, Cámpora, los 30 mil desaparecidos, Néstor Kirchner.
Su líder y conductora es Cristina.
De modo tal que por primera vez en la
historia de los movimientos nacionales y populares, el liderazgo y su
descendencia están unificados. Se alinearon los planetas de la historia y
cuando eso ocurre, agarrate Catalina.
Las causas políticas hoy están más entrelazadas
que nunca con las causas sociales. Siempre lo estuvieron,
pero se tendrá que admitir que nadie defendió más y mejor las reivindicaciones
sociales que este proyecto político que logró la mayor baja en el índice de
desocupación y de mortalidad infantil; sólo para indicar dos ítems dramáticos
en cualquier sociedad y en cualquier parte del mundo.
Se viene un tiempo de certidumbres en
pugna: las del proyecto nacional y popular versus las de las corporaciones y
los fondos buitres. Se disputa poder como nunca antes, sólo que esta vez habrá
que agradecer a los dioses que todo ocurra en paz y en democracia.
El kirchnerismo es el peronismo y sus
barrios aledaños y Máximo Kirchner tocó una fibra sensible de ese territorio
cultural cuando desarrolló con palabras elocuentes y sencillas la quinta
esencia del movimiento: primero la patria, después el movimiento y por último
los hombres.
Respire hondo, la primavera recién
empieza.
Miradas al sur, domingo 21 de
septiembre de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario