miércoles, 5 de noviembre de 2008

LA OPCIÓN NO ADMITE MEDIAS TINTAS

Las cosas ya están claras para todos. Esta vez no nos asiste el derecho a invocar el tan meneado “yo no lo sabía”, ahora que los campos en pugna están posicionados y batallan en el recinto del Parlamento, en procura de lograr la aprobación o no del proyecto oficial que devuelve a los jubilados y a los trabajadores el sistema de previsión solidaria que le robaron en la larga noche menemista. La opción es precisa y contundente y por ello, no admite medias tintas: O recuperamos el país solidario que nos robó la dictadura y el menemismo o retrocedemos cincuenta años.En este marco, no se equivocó Eduardo Buzzi en su discurso cuartelero; identificó al gobierno democrático como su enemigo y ordenó el desgaste como método de ablande antes de asestar un golpe rutero. Ni se equivocan Llambías, ni Biolcati, ni De Angeli, cuando enarbolan la defensa de la “propiedad privada” batiendo tambores de guerra mediática, azuzando nuevamente a quienes permanecen indiferentes o expectantes a la vera del camino. No se equivoca Carrió cuando rasga los tejidos más sensibles de la democracia con sus ofensas y agravios a la institución presidencial. No se equivocan las plumas mitristas ni los clarinetes que llaman a la desesperanza y al descreimiento más infame sobre el destino nacional. Todos ellos operan para el país desigual e injusto. Los mismos que se jactaron en desabastecer a la población, enfrentando al gobierno cuando avanzó en su proyecto de redistribuir la riqueza de manera solidaria y equitativa, son los que hoy marchan para defender sus privilegios, obligados a dejar un rato sus poltronas porque el Estado, que les pertenecía, ahora trabaja para los argentinos que fueron saqueados y no para los saqueadores. Hoy los veremos juntos a muchos de ellos marchando con sus cacerolas inflamadas de odio y resentimiento en un vano intento de desgastar y acorralar a este gobierno que pretende reconstituir la nación que supimos ser y que para lograrlo, empieza por recuperar el valor conceptual de pueblo en reemplazo de ese genérico placebo a quien ellos llaman “la gente”.Para eso sirve devolver al Estado la administración y el resguardo de los fondos que pertenecen a los trabajadores activos y jubilados. Para que la solidaridad sea la garantía de que estamos construyendo estructuralmente un país para todos y no para robustecer los fondos de quienes sólo lucraron con los dineros del pueblo. Claro, como el ladrón cree que todos son de su misma condición, hacen reduccionismo mediocre y ladran sus desverguenzas como si se miraran sólo en sus propios espejos. No dicen que son ellos, los poderosos, los que hicieron “caja” durante décadas con el dinero que nos pertenece a todos, en beneficio de sus campos, de sus vacas, de sus riquezas. Que volvamos a tener un gobierno que recupere esa caja para los trabajadores, es poner las cosas en el justo lugar de la equidad social. Ni mucho más ni mucho menos.Quienes participamos de aquellas flacas marchas de resistencia contra la embestida neoliberal de los años 90 éramos muy conscientes de que el derrumbe del sistema jubilatorio estatal significaba lisa y llanamente un golpe al corazón de nuestra propia identidad como pueblo. Por eso lloramos cuando vimos la difusión en cadena de la implosión del Albergue Warnes, cual si fuera una representación dramática y cínica montada por el menemismo para demostrarnos que su latiguillo preferido de “cirugía mayor sin anestesia” era en verdad una “política de estado” y no una simple bravata de ocasión. Muchos argentinos se estremecieron de dolor e impotencia cuando sobre los escombros del sistema estatal de reparto, los neoliberales de guante blanco inventaron el más ruin y fabuloso negocio llamado “Afjp”, haciéndonos creer que cada individuo se convertiría en un prospero capitalista independiente, un ser sin patria y sin historia. Por eso hoy es posible y hasta fácil entender semejante conglomerado marchando juntos; están defendiendo su caja, su propiedad privada, sus ganancias y sus privilegios de clase, ese modelo de país en el cual algunos son y serán siempre ricos y otros son y serán siempre pobres, como le gustaba decir a Menem.Hay que estar atentos pero sin temerles. Son tan sólo, el estertor del viejo país que no suelta el hueso. Tendrán que entender que hay lugar para todos. Y aunque no les guste, deberán resignarse a que sigamos escuchando la más maravillosa música que, para nosotros, es la palabra del pueblo argentino.
(BAE el 5 de noviembre)

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