Uno tiene la sensación que el kirchnerismo es ese potrero de la infancia que ya no está y adonde vuelven a encontrarse hombres y mujeres después de larga ausencia y honorables batallas ganadas y perdidas. Saben que por aquí anduvo el sol y una marea de pueblo supo construir estaciones y puertos por donde pasaron los trenes y los barcos. Y saben que en este lugar la tierra sigue latiendo en alguna dirección, casi siempre en la misma de sus antiguos sueños. Por eso se convocan aquí, porque cuando hablan Néstor o Cristina, dicen las palabras que nunca rindieron, ni con las dictaduras ni con los neoliberales ni con los traidores. Trabajo y producción, soberanía y justicia, federalismo y patria, pueblo y nación. Y los desaparecidos, los fusilados y los torturados vuelven a mirarlos a los ojos con el asombro del último día. No se les puede negar que este 17 de Octubre recuperaron el valor de la palabra, amaneciendo en La Matanza, atardeciendo en Los Polvorines y anocheciendo en Paraná.En la orillita de enfrente estuvo su contrario, los que habitan el país de las tinieblas y el desprecio, del odio disecado pero aún latente. Lo vimos en funciones en su propia versión del 17. Digámoslo así: el duhaldismo quemó su último cajón en el mini estadio de Ferro. Con la verba incendiaria de la Senadora Duhalde y el empresario de Narváez, el triste desenlace sucedió en un lugar tan vacío de pueblo como de ideas; eso sí, colmado de figuras que parecían salidas de un museo de cera menemista y destacados componentes del macrismo porteño que festejaban con sonoras risotadas los deslices agraviantes de los oradores, como si estuvieran viendo un filme de Carlitos Balá. Esa gramática escrita con vinagre y azufre nos quiere acostumbrar a estas riñas de gallos, a esa filosa púa del insulto que desgarra la piel de una convivencia que debería ser patrimonio de todos, pensemos como pensemos. Pero no pueden con su naturaleza. Precisan del insulto como el reptil de su presa. En la Universidad de La Matanza, la Presidenta rindió homenaje a la genética de su identidad anunciando la construcción de hospitales y la voluntad de avanzar en la política de inclusión social pese al egoísmo de los que más ganan en estas benditas tierras. Mejor que decir es hacer, dijo Cristina, invitando a tocar con las manos las paredes que se alzaron allí donde antes había desolación y gramilla. Podrán retardar esta marcha pero no podrán detenerla, les advirtió a quienes festejaron el desembarco de la tropilla campera la noche en que Cleto Cobos se cruzó de bando votando contra su propio compromiso ante el pueblo que allí lo puso. ¿El suyo es cinismo en estado puro o no entiende que allí dejó de honrar el voto popular? Cobos inauguró una nueva forma de deslealtad, tirando su honra a los perros y a los dueños del ganado en pié y el yuyito de unos pocos. Hasta sus potenciales aliados lo desconfían por aquello de que el que traiciona una vez…Será difícil volver de allí, pero podría empezar a remediarlo meditando para siempre en el exilio dorado de un patio mendocino cubierto de parras y sosiego familiar. En Los Polvorines la Presidenta definió al peronismo como la respuesta argentina de mitad del siglo XX ante un mundo dividido y violento. Quizás por eso su instinto de gigante, miope e invertebrado, como lo llamara con cariño y rigor el Gordo Cooke, le hace extender los brazos buscando nuevas amistades para seguir el rumbo de la patria justa, libre y soberana. Sabe que con él solo no alcanza. Hoy andamos en la misma búsqueda de respuestas propias ante un mundo al que se le murió la última certeza en Wall Street. Por eso convocó a los jóvenes para que vengan a construir los nuevos paradigmas que precisamos, con la frescura de sus rebeldías y su natural desinterés no individualista, sabiendo que lo joven es la antípoda de la politiquería sin moral ni códigos. Es un momento fundacional, afirmó Cristina y convocó al debate colectivo, recordando que desde el 25 de Mayo de 2003 se viene abonando la tierra para la siembra de lo nuevo que ya está por venir. Fue el preludio cuando el sol caía y Paraná ya era una fiesta. Llegaron los muchachos y las muchachas de la JP con sus bombos y carteles de los barrios entrerrianos y se confundieron en un largo abrazo con los que llegaban con Juancito Cabandié en los hombros de sus compañeros. Fueron 70.000 o 100.000 no importa. Valió encontrarse y bañarse de mística y convicciones. Ahí estaban los carteles con el rostro adusto de Jauretche, de Perón y Evita convencida que llevarían su nombre a la victoria.¿Puede haber un momento más bello en un acto de multitudes que no sea escuchar a Lito Nebbia cantando “dicen que viajando se fortalece el corazón…”? Luego desplegó su vozarrón morocho y peronista, Hugo Moyano y lo siguió ese gobernador que se mantuvo en pié cuando otros le ponían bisagras a sus rodillas, Sergio Uribarri. Hasta que habló Néstor Kirchner y todos supieron que la carta de navegación señalaba las estrellas que dejaron los próceres de nuestra historia grande y el “Vivir con lo nuestro” del doctor Aldo Ferrer y el merecido afecto al primer Presidente de la Democracia, Raúl Alfonsín. Los hermanos sean unidos, quiso decir Kirchner y miró el horizonte, invitando a seguir soñando y haciendo el país generoso y justo que reparte sus bienes en la equidad que se le debe a los que poco o nada tienen pero todo lo dan. Es que de Perón hay que acordarse cuando se gobierna, habrá pensado.La política está de vuelta con su rostro humano, mientras en otros confines los señores de la bolsa empiezan a descubrir porqué este pueblo sigue leal a su historia.
(Por Jorge Giles, publicado en Miradas al Sur del 19/10/2008)
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